A la Madre de los Obreros

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Tú fuiste Madre de un obrero. Sé ahora la Madre
de todos los obreros; de todos los que van cansados
a la fábrica y vuelven de allí agotados; de
todos los que ven su trabajo despreciado y lo
hacen sin gusto, como un deber penoso, de todos
los que trabajan mucho más que sus fuerzas y
arruinan su salud para alimentar a su familia y
satisfacer sus necesidades o caprichos; de todos
los que se juzgan abandonados y cuyo desprecio
los está llevando a sublevarse; de todos los
que se alejaron de Cristo y cuya vida no tiene
más sentido.
Devuélveles la alegría de trabajar y de colaborar
para el progreso de la humanidad, para el bienestar
de sus hermanos, los hombres, y para la
alegría del trabajo ofrecido al Padre, en unión
cqn el de Cristo en la vida y en la cruz, para la
redención de todos los hombres.
Para eso, Madre, ellos necesitan tener fe: fe para
reconocer a sus hermanos en Cristo en aquellos
por quien trabajan; fe para creer que sus trabajos
pueden redimir.
Pero ... qué difícil es esto cuando alguien se
siente cansado, despreciado por aquellos en
los que debiera ver a sus hermanos. Cómo es
difícil cuando, inclusive los que parecen ser
más amigos de tu Hijo, se preocupan solamente
con su propia felicidad.
Madre, dales fe, para que tengan alegría.
¡Ah!... y enséñales que Dios trabajó también
como ellos, a fin de que vuelvan a encontrar el
orgullo de su nombre de obrero.

Así sea.