Oración a la Virgen en Navidad

 

 

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¡Oh! quien pudiese penetrar, ¡oh Virgen purísima!
los gozos y júbilos de vuestro santísimo corazón,
¡cuando destilando los cielos miel y dulzura, vos en
el portal de Belén, sin dolor, sin pesadumbre, sin
corrupción ni mengua de vuestra pureza virginal,
paristeis a vuestro unigénito Hijo, y visteis delante
de vos salido de vuestras entrañas, más limpio y
más resplandeciente que el mismo sol, al bien y
remedio del mundo tiritando de frío, y que ya con
sus lágrimas comenzaba a hacer oficio de Redentor!

¡Cuando adorándole y besándole los pies como a
Dios, y la mano como a vuestro Señor, y el rostro
como a vuestro Hijo, y abrazándole y aplicándole a
vuestros virginales pechos, le envolvisteis en viles
pañales, y el santo Infante os miró con dulces y
alegres ojos, y se os sonrió como niño a su amorosa
madre! ¡Cuando visteis descender los ángeles del
cielo a adorarle y servirle, y a darle música y
manifestarle a los pastores, y los mismos pastores
venir a reverenciarle y a dar vasallaje a su Salvador
y Señor!

¡Oh Virgen santísima! ¡Con qué ojos mirabais al
que así os miró! ¡Qué gracias le dabais!
¡Qué cantares le cantabais! ¡Con qué amor le
respondíais! ¡Qué palabras le decíais! ¡Qué luces,
qué resplandores, qué ardores, que latidos, qué
sentimientos y afectos, qué ternuras y dulzuras
ocupaban vuestra benditísima alma y la tenían
absorta, enajenada y trasportada en aquel Señor
nuestro y Hijo vuestro, que por su vil esclavo tanto
se había abatido y humillado, y a vos os había
levantado sobre todos los coros y jerarquías de los
ángeles y sobre todo lo criado! Pues, ¡oh Reina del
cielo y de la tierra! ¡oh Señora mía y esperanza mía!
yo os doy la enhorabuena de vuestro g1orioso parto,
y de esta vuestra dignidad, y me gozo
entrañablemente de vuestro gozo; y humildemente
os suplico que pues paristeis a vuestro precioso Hijo
para mí, no pierda yo por mi culpa lo que él me
ganó por su gracia. Y pues hoy es día de ofreceros
servicio, y de que vos nos hagáis mercedes, yo os
ofrezco mi corazón y me doy por vuestro siervo y
esclavo con perpetuo vasallaje por todos los días de
mi vida, y os ruego Madre benignísima, que me
alcancéis de este niño tierno y dulcísimo que tenéis
en vuestros brazos gracia para que nazca en mí, y
viva y more en mí de manera que yo sea participe
de todos los bienes que él nos acarreó del cielo con
su santo nacimiento.