Al final de octubre


Fernando Sebastián Aguilar, Arzpo. Pamplona, Obpo. Tudela, España

28 de octubre de 2002

En el calendario de los usos y costumbres, cada mes tiene su propio mensaje. Para los cristianos, octubre es el mes del Rosario. Cada domingo del mes, los devotos de la Virgen María, a las primeras horas de la mañana, rezan y cantan el Rosario, el famoso "Rosario de la Aurora", por las calles del casco Antiguo de Pamplona. La oración comienza cada domingo en una de las parroquias de la zona y concluye siempre en la Iglesia de Sto. Domingo. Es una hermosa tradición que merece ser conservada y favorecida. 

El Papa ha querido apoyar la devoción al Santo Rosario ofreciéndonos una "Exhortación apostólica" dedicada a explicar y ponderar las excelentes cualidades de esta oración. Es oración sencilla y popular, pero está llena de riqueza espiritual y proporciona muchos bienes a quienes la rezan con devoción. 

Todos sabemos en qué consiste esta oración. Hasta ahora se componía de tres bloques de cinco misterios de la vida de Cristo, en honor de los cuales se recita un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria. El Papa ha añadido un cuarto bloque que recoge cinco misterios de la vida pública de Jesús, "los misterios de la luz", y que son el Bautismo del Señor, su manifestación en las bodas de Caná, el anuncio del Reino de Dios en su predicación, la Transfiguración y la institución de la Eucaristía. 

El Rosario de María es una oración reposada y sosegante. Toda ella está centrada en la consideración y contemplación de los principales momentos de la vida de Jesús. Esta meditación la acompañamos del rezo de un Padrenuestro y diez Avemarías. Con el Padrenuestro nos ponemos en la perspectiva de la providencia y actuación misericordiosa y salvadora de Dios. Con el rezo de las Avemarías buscamos la ayuda y la compañía de la Virgen María para entrar en los misterios de la vida de Cristo con sus mismas disposiciones espirituales. Así el rezo del Rosario es una contemplación de la vida santa de Jesús, acompañados de la Virgen María, bajo la mirada paternal del Dios salvador. El breve rezo del Gloria , al final de cada misterio, nos hace levantar la mirada del corazón hasta la grandeza bondadosa y vivificante de la Santa Trinidad. 

En tiempos pasados, en las familias cristianas era costumbre muy frecuente el rezo del Rosario, junto al hogar, o alrededor de la mesa camilla. Hoy, el ritmo de vida, la creciente dispersión y el extendido enfriamiento religioso de muchas familias ha hecho que esta buena costumbre haya desaparecido casi por completo. 

Sin embargo, las características de esta oración la hacen muy recomendable y muy provechosa precisamente para estos tiempos. Por lo pronto, rezar el Rosario, hoy como ayer, es una manera muy sencilla y directa de acercarse a las fuentes de nuestra fe y de la vida santa. No es una devoción periférica, sino una devoción que nos hace recordar y meditar los hechos más importantes de nuestra salvación y de nuestra propia vida. De la mano de María, recorremos la vida entera de Jesús, los acontecimientos más importantes de nuestra salvación. Esta contemplación fortalece la fe, alimenta la esperanza y estimula caridad hacia Dios y hacia el prójimo. El rezo diario del Santo Rosario puede cambiar la vida de las personas, de las familias y de la sociedad. 

Sus características la hacen una oración suave, sosegada, tranquilizadora. Poco a poco, con la repetición de las avemarías, como con el romper rítmico de las olas a la orilla del mar, nuestro corazón se sosiega, se centra en lo que estamos considerando, se siente confortado y fortalecido. Alguien dijo que el Rosario es una oración para las horas de cansancio. Podemos decir también que es una oración especialmente apta para compensar el ritmo agitado de nuestra vida. 

Tendríamos que hacer un esfuerzo realista y eficaz para recuperar esta devoción. Lo podemos rezar personalmente en el coche, en el autobús, mientras paseamos por la ciudad o por el campo. Y lo tendríamos que rezar también en familia. Si no podéis estar todos juntos, al menos el matrimonio, la madre con los abuelos, incluso con los hijos, por lo menos mientras son pequeños y están más en casa. Aunque no estén todos presentes, la vida familiar no es igual cuando todos saben que en casa se reza diariamente el Rosario. La casa huele de otra manera. Se respira otro ambiente. Hay otro calor. 

Con mayor razón hay que conservar la costumbre de rezarlo en las parroquias y en las demás Iglesias, antes o después de la Eucaristía, o como acto central en aquellas parroquias donde no se puede celebrar diariamente la Eucaristía. Dirigir el Rosario en la Iglesia ha sido desde siempre una excelente colaboración de algunos seglares a favor de la devoción y de la piedad. 

En Pamplona conservamos la hermosa tradición de rezar cada día el Rosario solemnemente en la Catedral. La Congregación de los Esclavos del Rosario es una asociación benemérita que merece ser conocida y alentada. Ojalá fueran más los devotos de María que acudieran a la Catedral para concluir la jornada rezando el Santo Rosario. Para muchas personas que no tengan a esas horas de la tarde obligaciones inevitables, sería una buena manera de ocupar el tiempo y de santificar el día. 

El Papa recomienda leer al comienzo de cada misterio unas líneas del Nuevo Testamento. Podemos leer lo referente al misterio enunciado, o bien, para hacerlo más variado, algún pasaje que haga referencia a las virtudes o a las actitudes que cada misterio nos sugiere. Más sencillo resulta asignar una intención concreta a cada misterio. Esto nos ayuda a centrarnos mejor y aleja el riesgo de la rutina y las distracciones. 

La renovación de la vida cristiana que tanto necesitamos y deseamos, dependen en buena parte de la capacidad que tengamos para recuperar y mantener las antiguas tradiciones, comprendiéndolas mejor, valorándolas más y sabiendo acomodarlas con imaginación y realismo a las características del modo actual de vivir. Tendremos que rezar de otra manera, en otros tiempos y con otros ritmos. Lo que no es posible es que seamos mejores cristianos si no rezamos más y mejor. 

El Santo Padre ha declarado este próximo curso pastoral, 2002-2003, Año del Rosario. Nos hará mucho bien si seguimos su invitación y nos proponemos eficazmente recuperar y difundir esta excelente devoción eclesial, mariana y cristiana. Para animaros os propongo tres intenciones especialmente urgentes: 1ª, el crecimiento de la fe y de la piedad en las familias cristianas; 2ª, la santidad de los sacerdotes y el aumento de las vocaciones sacerdotales; 3ª, la conversión de quienes practican la violencia, toda clase de violencia, las violencias y los asesinatos de los terroristas, las violencias dentro de la familia, cualquier enfrentamiento, agresión, división o desconfianza en el seno de nuestra sociedad. Valorar el rezo del Santo Rosario, practicarlo y difundirlo, será un buen propósito y un buen programa para este curso pastoral que comienza. 

Pamplona, 28 de octubre de 2002