9
de octubre de 2005
Quizás
más de uno se diga, al ver el título de este escrito: “Ya ha
salido la veta aragonesa de nuestro Obispo; no podía faltar una
alusión a la Virgen del Pilar”.
Confieso
que escribo estas líneas con temblor. Quiero hacerme y llegar a ser
riojano con los riojanos, y no vivir de añoranzas regionalistas.
Pero en la visita pastoral que he hecho a las parroquias de nuestra
Diócesis, he podido comprobar que, en muchísimos pueblos, hay un
altar dedicado a la Virgen del Pilar. Algunos pueblos incluso la
tienen como patrona: Huércanos, Cárdenas, Baños... Y otros,
especialmente en la Rioja Baja, le tienen una devoción especial, de
tal manera que muchas personas han sido pasadas por su manto cuando
eran pequeñas. Por eso me he animado a escribir estas breves líneas
sobre nuestra madre, la Virgen del Pilar, cuya fiesta se celebra el
día 12 de octubre, es decir el próximo miércoles.
La
fiesta de la Virgen del Pilar nos traslada amorosamente hasta las
mismas raíces de nuestra fe, y nos pone en sintonía con tantos
hermanos y hermanas del mundo entero que la veneran y la aman. Es
patrona de la hispanidad, que es tanto como decir Madre y Maestra de
tantas generaciones de cristianos que, desde las raíces españolas,
se han encontrado con el amor de Jesucristo a través del
conocimiento de su Madre. ¡Cuántas imágenes de la Virgen del
Pilar en tantos lugares del mundo! Su imagen preside el pico más
alto de nuestra península, el Aneto. Allí está ella, sobre ese
templo grandioso de la naturaleza, derramando todo el cariño de su
mirada de madre en cada piedra, en cada gota de hielo o de nieve, en
los sonidos del viento y en el silencio de la altura. Está allí,
en la cumbre más alta de los Pirineos, a solas con Dios, y acordándose,
día y noche, de todos nosotros, que somos sus hijos, y que
combatimos diariamente en el valle de la vida.
“Virgen
santa, madre mía, luz hermosa, claro día”. Así empieza el himno
a la Virgen del Pilar, que tantas veces hemos oído o cantado todos.
La llamamos luz y claridad. ¡Cómo necesitamos esto en nuestra
vida! La experiencia de la oscuridad, de no saber qué hacer, de
estar como desorientados y perdidos, nos trae amargura. En cambio,
tener luz y claridad es como dominar la vida, sentirnos seguros,
volver a la alegría. Las imágenes de la Virgen son serenas, tienen
luz, transmiten paz. La pequeña imagen de la Virgen del Pilar nos
transmite una gran confianza, viéndola apoyada en una columna tan
firme y fuerte que da seguridad. Con su luz –luz divina, luz del
Espíritu, la luz de su Hijo, pues ella es aurora luciente que trae
esta luz, aurora que precede la salida del sol, Jesucristo, Sol de
justicia; luz hermosa– nos guía y nos consuela.
La
Virgen María es el mejor modelo para la comunidad cristiana. Es
modelo de fe, que da luz y sentido a la vida. Es ejemplo claro de
esperanza,
que sabe confiar en Dios en todo momento. Y es testimonio viviente
de caridad, ocupada en ayudar a todos sus hijos, pues, como en Caná,
siempre sabe lo que nos hace falta.
¡Santa
María del Pilar, ruega por todos nosotros! Ruega por esta tierra
nuestra, por los emigrantes que han venido a vivir con nosotros.
Ruega por la Iglesia que peregrina en La Rioja. Ruega por el mundo,
por el fortalecimiento de la justicia y de la paz en todo el mundo,
en todos los corazones.
Ruega
por los que sufren, Reina y madre de misericordia. Y ruega también
por el Benemérito Cuerpo de la Guardia Civil, que te tiene por
patrona. Ayúdales en su misión de servir a la paz y a la buena
convivencia de todos los ciudadanos. Algunos se empeñan en empañar
su imagen. Ninguno somos perfecto; pero han servido siempre a España
con gran sacrificio, con gran honor y dignidad. Dales fortaleza y
firmeza en los nobles principios cívicos y también en la fe.
Que
santa María del Pilar nos acompañe con su amor maternal.
Felicidades a las mujeres que, también en La Rioja, os llamáis con
este nombre entrañable de Pilar.
Con
mi afecto y bendición,
+
Juan José Omella Omella