Festividad de Nuestra Señora la Virgen del Pino

+ Ramón Echarren Ystúriz. Obispo de Canarias

 

8 de septiembre de 2003

Queridas hermanas y queridos hermanos:

Un año más, Ntra. Sra. la Virgen del Pino, Patrona de nuestra Diócesis de Canarias, nos convoca, llena de amor y ternura, a celebrar su fiesta en su Basílica de la Villa de Teror. Un año más veneramos nuestra muy querida imagen de la Virgen del Pino, porque contemplándola, conduce nuestro corazón hacia la Virgen María, la Madre de Jesús, del único Señor de nuestras vidas, nuestra madre del Cielo, la madre de la Iglesia, la que fue asunta a los Cielos en cuerpo y alma, la que fue concebida y nació preservada del pecado original. Y un año más, Ntra. Sra. la Virgen del Pino, nos llama a Teror para que recemos al Padre Bueno del Cielo, para que nos unamos muy de corazón al Señor-Jesús, a su Evangelio y a su Iglesia, para que nos dejemos conducir por el Espíritu Santo y seamos capaces de cumplir la voluntad de Dios, amándole por encima de todo, amando a nuestros prójimos y amando a los más pobres, excluidos y marginados, amando y perdonando incluso a nuestros enemigos.

Todos sabemos que una devoción a la Virgen María, representada en Ntra. Sra. la Virgen del Pino, que no nos lleve a una unión más íntima con Dios, a un amor más incondicional a Jesucristo, a un más auténtico amor a los hermanos, nunca será una verdadera devoción a la Virgen María. Por supuesto que al Señor no le desagrada todo el ambiente festivo que tradicionalmente acompaña la festividad de su Madre, de Ntra. Sra. la Virgen del Pino. Ni el Señor ni su Evangelio, ni su Iglesia, son enemigos de la alegría y del folclore, de los cantos y de las ofrendas, del sano bullicio lleno de amor de los que peregrinan a la Basílica de Teror y de sus expresiones más tradicionales. El señor y su Iglesia, saben muy bien cuanta solidaridad y fraternidad, cuanto desprendimiento en favor de los más pobres, cuanta devoción y confianza en Dios y en la Virgen María hay en muchísimos de los corazones de los canarios que se congregan en Teror en esta nuestra festividad por excelencia. Pero todos los que deseamos muy de corazón honrar a la Virgen María, en su advocación de Ntra. Sra. la Virgen del Pino, también sabemos que todo ello se convierte en un negro vacío, en mero ruido sin sentido, en pura hipocresía, si no nos lleva a rezar de verdad; a pedirle a la Virgen que interceda para que seamos sinceros discípulos de Jesús; a pedirle que nos ayude a construir una sociedad canaria más justa y fraterna, en la que desaparezcan para siempre la miseria y la exclusión de tantos pobres que sufren entre nosotros; a pedirle a la Virgen María que ayude a nuestra Diócesis de Canarias y a la Iglesia Universal para que sea más respetada y pueda realizar con toda libertad la Misión que el Señor le ha encomendado; a pedirle a Nuestra Señora la Virgen del Pino que nos impulse para que ayudemos a los inmigrantes y a los “sin techo”; a pedirle que la Iglesia de su Hijo Jesús, no sea negativamente discriminada, por los que imparten justicia, por los gestores del bien común, por los que legislan o por los que detentan el poder de los medios de comunicación social...

Todos los que venimos a Teror, a honrar a Ntra. Sra. la Virgen del Pino, debemos ser conscientes de lo mucho que necesitamos de la intercesión de nuestra Madre del Cielo, para que Dios haga el inmenso milagro de que, para la felicidad de todos los canarios y, de un modo especial, de los más humildes, pobres y sencillos, la voluntad de Dios se haga realidad en nuestras islas, de forma que reine entre nosotros, la paz y el respeto mutuo, la solidaridad y la fraternidad, la justicia en todas sus formas, un apoyo incondicional a los verdaderos matrimonios y a las familias, a los niños y a los jóvenes (particularmente a través de una educación integral y no sectaria), a los ancianos y a los enfermos, a los que carecen de vivienda y a los esclavizados por la prostitución, por la droga y el alcohol...

Hoy, en esta festividad de nuestra muy querida Patrona, de Ntra. Sra. la Virgen del Pino, le rogamos llenos de humildad y de confianza, que interceda ante el Padre del Cielo, ante su Hijo Jesucristo, ante el Espíritu Santo, para que venga también a Canarias su Reino, el Reino de Dios, en forma de una plenitud de paz, de verdad y de justicia, de la más real libertad y de santidad, de auténtica alegría y de bondad de corazón.

Se lo pedimos, además, convencidos de que nos escuchará y con la clara conciencia de que se lo pedimos sin ningún interés egoísta, por puro amor, con el más limpio deseo de que nuestra sociedad canaria necesita de todo ello para la felicidad de todos y cada uno de los que en Canarias ríen y lloran, gozan de bienestar y esperan, están tristes o deprimidos, o están angustiados o enfermos... Se lo pedimos convencidos de que los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los canarios de nuestro tiempo, sobre todo de los pobre y de los afligidos, son también gozos y esperanzas, tristezas y angustias, de los discípulos de Cristo que vivimos en Canarias, puesto que no puede haber nada verdaderamente humano, que no tenga resonancia en nuestro corazón de cristianos.

¡Que el Señor, por intercesión de Ntra. Sra. la Virgen del Pino, nos bendiga a todos!. ¡Que todos los que creemos en Jesús y formamos parte de la Diócesis de Canarias, acudamos con toda confianza a la Virgen María, en su advocación de Ntra. Sra. la Virgen del Pino, convencidos de que la Madre de Jesús, glorificada ya en los Cielos en cuerpo y alma, es la imagen y comienzo de la Iglesia que llegará a su plenitud al fin de los tiempos!.

Las Palmas de Gran Canaria, 8 de Septiembre de 2003.



Ramón Echarren Ystúriz
Obispo de Canarias