Solemnidad de la Inmaculada

+ Excmo. y Rvdmo. Mons. López de Andújar, Diócesis de Getafe, España

 

8 de diciembre de 2005

En comunión con toda la Iglesia celebramos con alegría la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María. 

Acabamos de escuchar en el evangelio de S. Lucas que el ángel Gabriel entrando en la casa de María le habló diciendo: “Alégrate María, llena de gracia el Señor está contigo (...) concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús (...) Y María dijo: aquí está la esclava del Señor, hágase en mi según tu Palabra”.

Lo que sucede en Nazaret es un encuentro entre el Omnipotente y una criatura humana: el Dios Omnipotente, que en un acto de infinito amor se acerca a la criatura humana; y la criatura humana, que en un acto de plena confianza le dice “sí” al Dios Omnipotente. La criatura humana se deja encontrar por Dios y dejándose amar por Él, se pone obediente en sus manos.

Como contraste, el libro del Génesis nos ha descrito el drama del hombre que se esconde de Dios: “El Señor llamó al hombre y le dijo: ¿dónde estás? Y él respondió: he oído tus pasos en el jardín y me he escondido”.

En el origen de todo pecado está la soberbia de la criatura que no acepta su condición de criatura y quiere ser como Dios y por eso se esconde de Dios. Y en el origen de la redención y de la gracia está el “sí” y la obediencia de María, que confía en Dios y se entrega a Él.

Os invito en esta fiesta de la Inmaculada a meditar en el significado de la aceptación, por parte de María, del plan de Dios y a pedir su intercesión para que nos ayude vivir unidos a ella nuestro camino de confianza en la voluntad divina.

Realmente el “sí” de María supuso un cambio completo en el destino del mundo. Gracias al “si” de María nacerá Aquel que será la salvación para todos los hombres. Gracias al “si” de María será anunciada a todos los hombres la Buena Nueva. Gracias al “sí” de María la muerte y el pecado serán vencidos. Y gracias al “sí” de María el mundo recuperará la esperanza.

En la Virgen María Dios ha encontrado, sobre todo, una criatura que está dispuesta a recibir el don de Dios, una criatura dispuesta a dejarse querer por Dios para ser transformada por su gracia. María es la “llena de gracia”, la transformada por la gracia, la transfigurada por la gracia desde el momento mismo de su concepción.

Verdaderamente Dios encontró en María a un criatura libre, plenamente libre de toda atadura y de toda concupiscencia, plenamente libre de preocupaciones egoístas y liberada de todo orgullo.

Dios necesita nuestra colaboración

Dios se hace presente en nuestras vidas de muchas maneras, pero necesita de nosotros un “sí” para continuar, con nuestra colaboración, su plan de salvación. No se trata sólo de un “si” en un momento determinado para realizar una empresa sorprendente que asombre a los hombres. Se trata más bien de un “sí” que llene toda la vida y que se vaya concretando día a día en pequeñas acciones. Es el “sí” de cada momento. Porque es en cada momento como vamos orientando nuestra vida hacia la santidad. Es el “sí”, generoso y muchas veces silencioso vivido momento a momento y hasta en los más pequeños detalles. 

La Virgen María, maestra en esa fuerza conquistadora de los pequeños detalles, es invitada por Dios para ser templo viviente de su presencia en el mundo. Todo en María está encaminado al Misterio de la Encarnación. La Virgen debe acoger en su cuerpo al Verbo encarnado. Y Dios, desde el momento mismo de su concepción, la fue preparando para ello. Parece como si Dios estuviese exilado del mundo, estuviese como desterrado de la humanidad hasta que finalmente encontró su hogar en María. En María Dios encontró una puerta para entrar en la historia de los hombres. Con razón llamamos a María, en las letanías del Rosario, la “Puerta del Cielo”, porque por medio de María, ese Dios desterrado del mundo por el pecado de Adán, pudo encontrar un espacio para plantar su tienda y habitar entre nosotros.

Solamente porque María Inmaculada aceptó en su libertad la propuesta del Ángel, Dios ha podido encarnarse y volver a entrar en el centro de la creación para recrear y redimir el mundo desde dentro.

Y el Señor nos invita ahora a participar en esa gran obra de la recreación del mundo. Nuestro “sí”, nuestro pequeño “sí”, unido al “sí” de María y con el poder de la gracia del Señor forma parte de este maravilloso plan de salvación que Dios tiene previsto desde el comienzo de los siglos.”Él nos eligió, en la persona de Cristo, antes de crear el mundo para que fuésemos santos e irreprochables ante Él por el amor” (Ef. 1,3-6) Solamente si con la gracia de Dios, que nunca nos va a faltar, cumplimos con ese “sí”, el designio de amor, que Dios tiene previsto en su plan de salvación, se llegará a realizar en el ámbito que Dios nos tiene reservado a cada uno.

Concluye el relato de la anunciación diciendo: “(...) y el ángel la dejó”. Al terminar su misión de anunciar a María el plan de Dios sobre ella, el ángel la dejó. Y, a partir de ese momento, después de haber pronunciado María su “sí”, va a empezar par María un fatigoso y difícil camino. Es el camino de la fe.

A nosotros nos gustaría tener todo claro y entender todo desde el primer momento. Pero Dios quiere que caminemos en la oscuridad de la fe. Solamente si tenemos fe, podremos mover montañas y el Señor, como en María, podrá realizar en nosotros obras grandes. 

Cuando el ángel salió de su casa María continuó su vida de cada día. El ángel cumplió su misión y terminó de responder a las preguntas de María. Ahora María deberá interrogar a los acontecimientos diarios para conocer la voluntad de Dios. Y deberá ir aceptando su voluntad. Y en esa sucesiva aceptación de la voluntad divina, manifestada en el día a día, irá conociendo con mayor profundidad, junto a su Hijo, el querer de Dios, se irá sorprendiendo de su sabiduría, caerá en la cuenta de las gracias que el Señor le va concediendo y su conocimiento de Dios se irá enriqueciendo.

Imitando a María, en el cumplimiento de la voluntad de Dios, hemos de ir poco a poco entrando en el misterio de Dios y en el misterio de la vocación a la que el Señor nos ha llamado y en el misterio de la Iglesia. El camino de la santidad lo conoceremos recorriéndolo en la fe con nuestra vida vivida en cada día y en cada instante, en medio del mundo, participando en la misión evangelizadora de la Iglesia, unidos íntimamente al Señor en la Eucaristía y viviendo la plenitud del Cuerpo Místico de Cristo con la ofrenda de nuestras vidas.

Hay formas de conocimiento que se adquieren con la lectura y el estudio. Pero el conocimiento de la fe sólo crece viviéndola, confiando en Dios con la fuerza del Espíritu, orando sin cesar, estando atento a su Palabra y con un amor que alcance a todos los hombres. La fe que es encuentro con Jesucristo, es experiencia vital que llena el corazón y cambia la vida . La fe nos abre a un conocimiento vital, a una sabiduría que se encarna en la vida. La fe entra en la vida e ilumina la vida y nos hace comprender con una claridad que supera la razón que nuestro destino y nuestra vocación es algo grande y maravilloso, como lo supo ver la Virgen María. La verdad se encuentra haciéndola. “Realizando la verdad en el amor, hagamos crecer todo hacia aquel que es la Cabeza, Cristo” (Ef. 4,15)

Queridos hermanos que con gozo estáis participando en esta celebración, regresemos a nuestras casas llevando en nosotros la enseñanza de María, la fe de María, esa capacidad de ver en cada acontecimiento la mano de Dios. Solamente así, afrontaremos como María el camino de la fe y tendremos la fortaleza de vivirla cada día hasta el encuentro definitivo con el Señor. Amen