Cincuenta Aniversario de la Coronación de Nuestra Señora de las Nieves

+ Vicente Juan Segura, Obispo de Ibiza, España

 

Homilía.  Santa Iglesia Catedral. 9 de octubre de 2005

SANTA MARÍA D’EIVISSA

1.    El 9 de octubre del año 1955 nuestra diócesis de Ibiza vivió una jornada inolvidable con motivo de la Coronación canónica de la Virgen de las Nieves. En ese día sobre las cabezas de la Virgen y del Niño fueron colocadas sendas coronas áureas realizadas con la aportación de todos los ibicencos y formenterenses que de ese modo quisieron patentizar el amor que sentía hacia su Patrona.. Fue un día glorioso para Ibiza, Un día de los que hacen historia y cuyo significado no puede caer en el olvido. Con la celebración de hoy, precedida por las solemnes vísperas de ayer, damos inicio a la conmemoración de aquella efemérides para que, con diversos actos, los sentimientos de fervor, amor y devoción a la Virgen María, que bajo su advocación de las Nieves o de Eivissa ha acompañado con su materna protección el caminar de la Ibiza cristiana..  

Deseo que este acontecimiento de las Bodas de Oro no pase desapercibido para nuestra diócesis y por eso os invito a todos: amados sacerdotes, religiosos y religiosas, fieles todos, a vivir este momento como un momento de gracia y de renovado impulso pastoral para seguir caminando con entusiasmo, generosidad y entrega por las sendas del amor a Dios y al prójimo, la construcción de una sociedad basada en la verdad, la justicia y la paz.  

2.      En la vida ordinaria de las personas, el recuerdo de los acontecimientos de nuestra vida es motivo de alegría y es celebrado notablemente; así, recordamos nuestros cumpleaños, del mismo modo cómo los matrimonios festejan sus Bodas de Plata, de Oro o de diamante; también las instituciones comunidades y las instituciones celebran sus aniversarios de modo significativo.  

En esta ocasión celebramos el aniversario de la Coronación de la Virgen. Desde la antigüedad cristiana, los fieles han representado muchas veces a la Virgen con la sien coronada. Tantas veces, en los ábsides artísticos de muchas basílicas es el mismo Jesucristo –triunfador, señor y juez- el que coloca en la cabeza de la Virgen la corona. Se trata de una corona propia de quien ha conquistado ese honor no en un plebiscito o una guerra, una revolución o una herencia sino con una vida marcada por la fe, la esperanza y la caridad. Hace cincuenta años, los ibicencos, guiados por mi venerado predecesor Mons. Antonio Cardona Riera, de santa memoria, quisieron tener ese gesto con su Madre y Patrona.

La corona en la cabeza de la Virgen significa su realeza, que la coloca como “omnipotencia suplicante” en virtud de la cual, por su íntima relación con Cristo, intercede por nosotros como Reina y Madre de Misericordia. La corona es premio, galardón y recompensa al hecho de corresponder a la gracia de Dios con la santidad de la vida. La Virgen coronada es la proclamación de la perfección de su vida, la expresión de su victoria sobre el dragón de la que nos habla el libro del Apocalipsis. Como San Pablo, la Virgen puede decir: “He combatido bien el combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe, ahora me aguarda la corona merecida”.  

3.      En el día de la Visitación, cuando con los pies cansados por un peregrinar difícil y duro cansados, pero con el espíritu fuerte de quien se mueve por la fe, la esperanza y la caridad la Virgen saludó a su prima santa Isabel con el Magnificat, Ella hizo una interpretación de la historia que la misma historia no ha podido desmentir. Entre aquellas frases, inspiradas por el gozo de saberse totalmente en manos de Dios, la Virgen exclamo: “Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mi” (Lc. 1, **)

En la historia, desde los primeros momentos del cristianismo todas las generaciones, una tras otra, han felicitado a María. La recogieron como joya espléndida los apóstoles reunidos en el Cenáculo para esperar el prodigio de Pentecostés; de Ella han hablado los Concilios ecuménicos desde Efeso hasta el Vaticano II. Millares de catedrales, santuarios, templos y ermitas se han levantado en su honor. Multitud de celebraciones a lo largo de dos milenios han felicitado a María. Muchas voces suplicantes le elevan sus oraciones, algunos diariamente con el rezo del Santo Rosario. En esa interminable serie de felicitaciones, hace ahora cincuenta años los ibicencos colocaron una hermosa corona a la María y nosotros hoy lo recordamos y celebramos con ánimo agradecido.  

4.    El Concilio Vaticano II nos enseña que la Virgen María es modelo para los cristianos y para la Iglesia. En nuestra Iglesia particular la Virgen coronada se convierte para nosotros en modelo que imitar en nuestro seguimiento radical de Jesucristo, maestro de toda perfección. Imitando a María podremos ser discípulos auténticos de Jesucristo y alcanzar, como Ella, la corona de gloria que no se marchita, según la conocida expresión paulina antes citada.  

Imitar a María es ser evangelizados como Ella, que en la mañana de la Anunciación recibió la Buena Nueva y con Ella concibió en la fe a su hijo. Ser evangelizados es una necesidad actual, que no podemos descuidar. En un mundo tan complicado como el nuestro, donde la increencia y el secularismo dejan sus terribles huellas en la sociedad, es menester ponerse en actitud de ser evangelizados continuamente para que las zarzas, los espinos o el polvo del camino no impidan que crezca en nosotros la semilla del Evangelio que fue sembrado en el campo fecundo de nuestra propia existencia. Es el momento de intensificar, de todos los modos posibles, la recepción del Evangelio en cada uno de nosotros. Que las parroquias, los movimientos apostólicos, las instituciones eclesiales evangelicen y que los fieles se acojan a esa ayuda para crecer en la fe.  

Imitar a María es ser evangelizadores como Ella. Hace falta una nueva evangelización, nueva en sus métodos, en su ardor, en su intensidad, que haga brillar el esplendor de la verdad. Es mejor y más precioso servicio que los cristianos podemos hacer en estos momentos a la sociedad es el de evangelizar. En nuestra diócesis hay catequistas, profesores de religión, animadores de grupos, etc. que colaboran con el Obispo y los sacerdotes en la difusión del Evangelio. Es el momento de que cada uno, sin excusa ni exclusión, se ponga en camino evangelizador y con la palabra y el ejemplo anuncie las maravillas de Dios a los hombres, tantas veces cansados o desilusionados de nuestros tiempos. El mundo en ocasiones parece que no tenga alma. Y los resultados son visibles: se vive en medio al error en lugar de iluminados por la verdad; se presenta como legítimo lo que no lo es; se suceden los ataques a la vida y dignidad de las personas; se debilita la institución familiar poniéndola al nivel de lo que no es tal; se prescinde de Dios; se quiere dejar la religión como un asunto personal sin ninguna relevancia exterior. Evangelización es lo que la sociedad necesita y evangelizar ha de ser el compromiso más querido y urgente de todo el pueblo de Dios  

Imitar a María es ser, como Ella, personas que oran. Nuestras comunidades parroquiales han de ser “verdaderas escuelas de oración”, como pedía el Siervo de Dios el Papa Juan Pablo II. No se puede alcanzar la santidad sin practicar asiduamente el arte de la oración. Y en la escuela de María se aprende a orar, pues nos conduce hacía la unión con Jesús “fruto bendito de su vientre”, encontrándonos con Él no sólo en petición de ayuda, sino también en acción de gracias, alabanza, adoración, contemplación, escucha y afecto. Sin oración no sólo somos cristianos mediocres, sino sobre todo cristianos en peligro ante los desafíos de la respuesta cristiana.  

Imitar a Maria es ser, como Ella, fuertes en la fe y el compromiso cristiano. En el Evangelio que hemos escuchado en esta Misa hemos contemplado a María en pié junto a la cruz. ¡Los gritos, insultos y oprobios que se escuchaban en la colina del Gólgota estaban dirigidos a su Hijo! En aquel momento María no está en la gloria del Tabor sino en el dolor del Calvario. Y sin embargo se mantiene erguida, en pie. Ella había acogido en su corazón al Amor en la Anunciación y no se separará nunca más de Él. Y ese amor le da fuerza para superar todo, absolutamente todo. Y así, aunque crezca la oposición a Jesús ella no reniega de Él; aunque tantos le insulten, Ella no le abandona: fuerte en la fe y en el compromiso cristiano. Dolorosa humanamente al pie de la cruz, pero gloriosamente comprometida y unida a Jesús.  

5.    Queridos hermanos y hermanas: hasta ahora me he dirigido a vosotros para como Pastor de Esta diócesis, animaros a vivir este acontecimiento. Dejadme que me dirija ahora a nuestra Madre y Señora con la confianza de quien se dirige a quien siempre escucha las palabras que son fruto de la fe y del amor:  

Virgen y Madre nuestra de las Nieves, Santa Maria de Eivissa,

Que desde hace más de siete siglos has acompañado la fe del pueblo ibicenco

En tus manos pongo los gozos y esperanzas,

Las tristezas y sufrimientos de todos sus hijos.  

Implora para mí y para los sacerdotes los dones del Espíritu Santo,

Para que, fieles a las promesas del día de nuestra ordenación,

Podamos ser incansables mensajeros de la Buena Nueva,

Especialmente entre los más pobres y necesitados,

Entre los alejados y los indiferentes.  

Infunde en los religiosos y religiosas

Tu ejemplo de total consagración a Dios

Para que el abnegado servicio que prestan a los hermanos

Se manifieste en todas sus actividades.  

Madre de la Iglesia en Ibiza, anima a los fieles laicos

A comprometerse seriamente en las tareas de la nueva evangelización

Y sean los apóstoles del Tercer Milenio

También el con gozoso testimonio de su vida  

Protege a todas las familias de Ibiza y Formentera

Para que sean auténticas iglesias domésticas

Donde se custodie el tesoro de la fe y de la vida,

Se enseñe y practique la caridad fraterna.  

Ayuda a los católicos a ser sal y luz para los otros

Como auténticos testigos de Cristo,

Presencia salvadora del Señor,

Instrumentos de paz, de alegría y esperanza.  

Madre y Reina coronada de Ibiza  

Ilumina a nuestras autoridades

Para que trabajen para el progreso integral de todos

Tutelen los valores morales y sociales que hacen dignos a los pueblos.  

Ayuda a cada uno de tus hijos e hijas

Para que con Cristo, nuestro hermano y Señor,

Caminemos juntos hacia el Padre

En la unidad del Espíritu Santo.

Amén