Queridos
fieles Diocesanos:
En mis primeros pasos por la extensa y preciosa geografía de Jaén
he podido ya comprobar, a través de varios actos religiosos, la
profunda piedad de nuestro pueblo. Ermitas, Santuarios, tradiciones
religiosas, imágenes religiosas, imágenes veneradas... Para mi ha
llamado la atención particularmente su profunda piedad mariana.
Recordemos,
una vez más, que el Concilio Vaticano II y un gran número de
Documentos del reciente magisterio de la Iglesia nos exhortan a "fomentar
con generosidad el culto a la Santísima Virgen, particularmente el
litúrgico, a estimar en mucho las prácticas y los ejercicios de
piedad hacia ella recomendados por el Magisterio en el curso de los
siglos, y a observar escrupulosamente cuanto en los tiempos pasados
fue decretado acerca del culto a las imágenes de Cristo, de la Santísima
Virgen y de los Santos" (LG
67).
Desde
que éramos niños sabemos muy bien todos que, entre estas prácticas
marianas, destaca el rezo del Santo Rosario y el canto de la Salve.
Con ellas los fieles invocamos la intercesión de la Santísima
Virgen sobre nosotros, que dimana de los méritos de Jesucristo su
Hijo y contemplamos a la que es modelo de creyente.
Cuando
una práctica de piedad llega a calar tan hondo y universalmente en
el pueblo cristiano durante tanto tiempo, se puede afirmar sin
exageraciones que el Espíritu Santo, alma de la Iglesia, la está
sosteniendo como una manifestación práctica del sentido de la fe
del pueblo fiel. Es señal de que esta práctica acerca, fomenta y
apoya la unión del creyente con Cristo, su Hijo.
Escribió
el Beato Juan XXIII que "el Rosario, como ejercicio de
cristiana devoción entre los fieles, tiene su puesto después de la
Santa Misa y del Oficio Divino para los eclesiásticos, y después
de los Sacramentos para los seglares. "
El
Siervo de Dios Juan Pablo II, de tan feliz recuerdo nos regaló hace
tres años, el 16 de octubre, la Carta Apostólica "Rosarium
Virginis Mariae ", el más actual compendio teológico de
que disponemos sobre esta devoción. Sería de mucho interés que de
nuevo reflexionemos sobre este tratado mariológico y que los
sacerdotes lo acercáramos a los fieles, animándoles a contemplar a
Cristo con María; sus misterios, como misterios también de la
Madre, Gozosos, Luminosos, Dolorosos y Gloriosos ¡Cadena dulce que
nos une con Dios! en expresión del Papa recientemente fallecido.
Les
animo e invito para que , durante el mes de octubre, brote esta
hermosa oración en todos los rincones de nuestra geografía
diocesana Sí, oremos juntos a Nuestra Madre la Virgen para
solicitar su intercesión a favor de la Iglesia y del mundo entero,
para que se abran nuestros corazones al amor cristiano, para que
seamos testigos vivos del Evangelio y lo transmitamos a otros de
forma especial durante este mes inminentemente misionero, para que
bendiga y afiance a las familias cristianas y a quienes se preparan
para contraer el Santo Matrimonio, para que nos conceda vocaciones
específicas de consagración, por los enfermos y ancianos... ¡Abre
Señor nuestros labios!
Con
mi saludo y bendición.