Fiesta de la Sagrada Familia

+ D. Juan del Río Martín, Obispo de Asidonia-Jerez, España

 

 S.I. Catedral en la fiesta de la Sagrada Familia, con motivo del Jubileo de las Familias. 31-12-2000

I.- Introducción

La familia cristiana actual se encuentra inmersa en un mundo pluralista dominado por la ambigüedad de los valores de la cultura democrática. Tiene que hacer frente a los desafíos que presentan la secularización ambiental, el relativismo moral y el individualismo feroz que fragmenta a toda la comunidad. Esto tiene efectos tales como el utilitarismo existencial, para el que sólo tiene sentido aquello que posee un valor pragmático e inmediato, o la privatización de los valores y de las convicciones en el intimismo de la propia conciencia sin ninguna referencia social.

Frente a estos y otros retos de la cultura de la muerte, es necesario poner la mirada en el Autor de la Vida: Jesucristo, el Señor.

II.- Todo comienza por respetar el cuarto mandamiento: "Honra a tu padre y a tu madre, para que prolongues tus días" (Ex. 20,12).

La primera lectura de hoy (Ecl. 3,3-7.14-17 a ) nos sitúa en una regla de oro para la vida: "Lo que vean tus hijos hacer, lo harán contigo". La familia cristiana se tiene que presentar ante el mundo actual como "espacio de vida", es decir, como un hogar que no está cerrado a la vida, en el que los valores del confort y del bienestar no suplanten a los hijos por considerarlos incómodos. Además, los ancianos, los abuelos, no han de ser considerados como meros elementos pasivos de las familias, queridos muchas veces más por sus pagas y ahorros que por lo que son realmente: personas humanas e hijos de Dios que trabajaron y se sacrificaron para que su familia saliera siempre adelante. Cuando en estos momentos se está jugando con la vida humana con leyes tales como el aborto o la eutanasia, resuenan con una actualidad desbordante las palabras del Eclesiástico: "Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre, no lo abandones mientras vivas, aunque flaquee su mente" (3,14).

Las nuevas generaciones han de aprender en la eficaz escuela de la familia el valor sagrado de la vida, han de aprender que sus padres amaron más a sus hijos que a las comodidades y el consumismo que proclama y adoctrina la sociedad neoliberal. Han de aprender de sus padres la enseñanza de que los abuelos no son algo inútil e inservible que se visita de vez en cuando, sino seres muy queridos que deben ser respetados con admiración y cariño.

Necesitamos jóvenes valientes que salgan de sus miedos y de la tentación de buscar lo fácil y seguro, y se adentren en la hermosa tarea de construir familias sanas que amen y respeten todas las etapas de la vida humana y cuyo "uniforme sea la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la comprensión, el perdón... y, por encima de todo, el amor" (Col. 3,12-14). Únicamente así tendremos una sociedad rehabilitada en un auténtico mundo de valores, que haga posible una democracia real y no meramente formal y vacía.

III.- Vivir eclesialmente la familia y familiarmente la Iglesia.

Cuando dos bautizados se unen "en el Señor", sus vidas de casados se ven transformadas por la gracia del sacramento del matrimonio, que los hace signos del amor de Cristo a su Iglesia. Por ello, la familia cristiana no tiene otro modelo que la Sagrada Familia, y solamente en ella ha de tener puestos sus ojos. En la actualidad se presentan otros estilos o modelos de familias, que nada tienen que ver con lo que Dios quiere para el bien y el futuro de la humanidad. Así, se pretende equiparar otros tipos de uniones con la familia tradicional y, con ello, lo que se está haciendo es manipulando una realidad imprescindible en la maduración de los seres humanos, que es la referencia "filio-paternal". Toda criatura que viene a este mundo necesita de un padre y de una madre que, juntos con los restantes miembros de la comunidad familiar, formen la "célula vital" de la sociedad, cuyo porvenir depende en gran medida de la "calidad moral y espiritual" del matrimonio y de la familia. El progreso de la humanidad pasa por "la articulación de políticas familiares – a nivel local , nacional e internacional – que protejan y promuevan intensamente los derechos básicos de la familia: vivienda digna y asequible, salario justo, valoración del trabajo de la madre dentro y fuera del hogar, sanidad y seguridad social, elección de centros educativos y de medios de comunicación social respetuosos de los valores auténticos, etc".(CEE, Comisión episcopal de Apostolado Seglar, diciembre 2000).

Los cristianos no podemos olvidar que la familia en Cristo Jesús es una "Iglesia doméstica", como gustaba llamar frecuentemente a la familia San Juan Crisóstomo. Es en este espacio amoroso donde los padres ejercen su sacerdocio bautismal, y donde los hijos aprender a reconocer a Dios como Padre y a los hombres como hermanos. Es por esto, por lo que insistentemente el Papa nos recuerda que el futuro de la Iglesia y de su misión evangelizadora depende de la vida de fe y santidad que se viva en el seno de nuestras familias. ¿Cómo van a conocer nuestros niños que Dios es amor, si no ven el amor en sus padres? ¿Cómo invocarán las nuevas generaciones a Jesucristo, Nuestro Salvador, si no se les ha enseñado las oraciones y educado en la maduración de la fe?

Por todo ello, ¡de vosotros, padres, depende el mañana del cristianismo! ¡No tengáis miedo, no tengáis complejos ante el secularismo dominante! No estáis solos, vivid en el corazón de la Madre Iglesia, un corazón que no dejará de latir, porque las fuerzas del infierno no podrán con ella. Desde aquí hago un llamamiento a los pastores de la Diócesis para que os acompañen en vuestra tarea de ser los primeros educadores de vuestros hijos, y les recuerdo, con palabras del Santo Padre: "que se dediquen a la familia como un sector verdaderamente prioritario de la vida eclesial, con la certeza de que la evangelización, en el futuro, dependerá en gran medida de la vitalidad cristiana de la Iglesia doméstica" (Juan Pablo II, Italia 12-6-1988).

Queridas familias: próxima ya la clausura del Gran Jubileo, esta Iglesia de Asidonia-Jerez ve en vosotras personificado el modelo de Diócesis que tenemos que ser: una verdadera familia, donde la riqueza de los ministerios, de los dones y de los carismas sean vividos para la edificación de la familia de los redimidos por el Esposo de la Humanidad y de la Iglesia, Jesucristo, "el mismo ayer, hoy y siempre". Así, esta Iglesia Diocesana crecerá en "sabiduría, estatura y gracia ante Dios y ante los hombres (Lc.2,52) y podrá continuar en la misión de anunciar el Evangelio en el Nuevo Milenio que se abre.

+ Juan del Río Martín

Obispo de Asidonia-Jerez