El nacimiento de María

+ Mons. Antonio Dorado Soto. Obispo de Málaga, España

 

Festividad de la Patrona de la Diócesis
8 de septiembre de 2003

La Iglesia celebra el día 8 de Septiembre la Natividad de la Santísima Virgen. En Málaga, el pueblo cristiano se agolpa en la Catedral para rezar y acompañar a la Madre de Dios, a quien venera como Patrona bajo la advocación de Santa María de la Victoria. Después, a la caída de la tarde, la acompaña devotamente en su regreso al Santuario. Como os recordaba a comienzos de Agosto, el Concilio resume la verdadera devoción a la Santísima Virgen en estas cuatro palabras: conocerla, amarla, imitarla e invocarla. 

No cabe duda de que la mayoría de personas de nuestro pueblo ama a María, la Virgen, con un amor delicado y generoso. Pero cada grupo tiene su manera de expresar los sentimientos y de vivir su amor a la Madre de Dios y de los hombres. Por tanto, los responsables de movimientos apostólicos, los catequistas y los sacerdotes no deberíamos olvidar que “los más pobres la sienten especialmente cercana. Saben que fue pobre como ellos, que sufrió mucho, que fue paciente y mansa. Sienten compasión por su dolor en la crucifixión y muerte del Hijo, se alegran con Ella por la resurrección de Jesús. Celebran con gozo sus fiestas, participan con gusto en sus procesiones, acuden en peregrinación a sus santuarios, les gusta cantar en su honor, le presentan ofrendas votivas. No permiten que ninguno la ofenda e instintivamente desconfían de quien no la honra”. 

Estas palabras de la Congregación para el Culto Divino nos invitan a descubrir el sentido hondo y rico de tantas manifestaciones marianas de la religiosidad popular que se prodigan este día en todos los rincones de la Diócesis y su potencialidad evangelizadora. Nuestro Proyecto Pastoral Diocesano ve en ellas “una plataforma privilegiada, las más de las veces, para lo que se ha llamado evangelizar y catequizar”. Sin embargo, la gran importancia de esta fiesta no se reduce a su vertiente pastoral. 

Las lecturas que se proclaman en la misa nos invitan a descubrir, de la mano de María, el misterio del hombre y el sentido de la vida. El profeta Miqueas vislumbra y señala, en medio de las tinieblas del tiempo que le tocó vivir, la Luz de la esperanza. Con palabras misteriosas, anuncia a los creyentes de aquel tiempo el nacimiento del Mesías. Y a nosotros, que vivimos hoy envueltos por las tinieblas de una humanidad que ha perdido el sentido de la vida, nos dice que esas tinieblas son provisionales, pues ya ha llegado el tiempo “en que dé a luz la que ha de dar a luz” al hombre nuevo. Y así, con el nacimiento de María, empieza a cumplirse la larga espera de la promesa divina, porque como dicen los Santos Padres, Ella es la Estrella de la mañana que anuncia el Sol. El Sol que sustenta nuestra historia desde el árbol de la cruz y desde su presencia oculta en el sagrario. 

Esta certeza es la que alimenta nuestra fe y sostiene firme nuestra esperanza. Por eso nos invita San Pablo, en la segunda lectura de la misa, a tomar conciencia de todos los beneficios que Dios ha realizado con nosotros. Además de regalarnos la existencia, nos ha llamado a la fe, nos ha justificado y nos ha hecho hijos en su querido Hijo. Si profundizamos en este amor real y misterioso de Dios, podremos comenzar el curso con el nuevo ardor que tantas veces nos ha recordado el Papa; ese ardor que se llama anhelo de santidad. Pues ser santo consiste, en definitiva, en descubrir que Dios nos ama. 

+ Antonio Dorado,
Obispo de Málaga