Santa María de nuestras gentes del mar. Fiesta de la Virgen del Carmen

+ Mons. Antonio Dorado Soto. Obispo de Málaga, España

 

16 de julio de 2003

En los países cristianos, Nuestra Señora del Carmen va entrañablemente unida a las personas cuya vida está relacionada con el mar. Unas, porque se dedican a la pesca; otras, porque navegan en la marina mercante o en la de guerra; y muchas, porque tienen un marido, un padre, una madre o alguno de los hijos trabajando en el mar. A lo largo de los siglos, cuando el trabajo en el mar resultaba más peligroso y difícil, ensalzaron a Santa María con otros nombres también muy hermosos, como Nuestra Señora del Buen Aire o La Estrella de los mares. 

Es natural que las personas que trabajan en el Apostolado del Mar aprovechen la fiesta de la Virgen del Carmen para llamar la atención de todo el Pueblo de Dios sobre los hermanos cuya vida gira en torno al mar. Sabemos que, en los últimos años, han mejorado notablemente las condiciones en las que desarrollan su trabajo y los servicios sociales que reciben, pero queda mucho por hacer para que este sector tan importante de nuestra población malacitana alcance un nivel razonable de justicia y mayor calidad de vida. 

En el Congreso Nacional que se celebró en Vigo el pasado 28 de Noviembre, y que trataba de sensibilizar a todos para humanizar el trabajo de la gran familia marinera, se señalaron algunas deficiencias que lastran la situación actual. Entre otras, que no se aplican numerosas normas laborales, especialmente las que se refieren a la seguridad y a la salud; la inexistencia de órganos de discusión en los que se encuentren representados los trabajadores; y el carácter anacrónico de algunas leyes vigentes. Por debajo de estas denuncias aparentemente generales, están los dramas humanos de numerosas personas y familias, que no se sienten suficientemente protegidas y respetadas. 

Esta situación explica perfectamente que, dos meses antes, en el XXI Congreso Mundial de Apostolado del Mar que se celebró en Río Janeiro, los representantes de los diversos países insistieran en que este sector de la Iglesia “tendrá que empeñarse cada vez más en la defensa de los derechos de los trabajadores del mar”. Y de modo especial, de los pescadores, que “resultan los más olvidados”. La globalización ha supuesto unos avances indudables, pero existe el riesgo de que la economía prevalezca sobre todo y “el mensaje cristiano no sea tomado en consideración”. 

Como saben bien los hijos de la Iglesia, dicho mensaje tiene que ver con la vida entera de la persona. Empezando por la dura situación de numerosas familias, debida a las ausencias prolongadas de los padres; continuando por la acogida y apoyo debido a los trabajadores, especialmente a los que se ven menos defendidos por sus gobiernos; e insistiendo en la primacía de la persona, por encima de los intereses económicos. La doctrina social de la Iglesia tiene mucho que enseñarnos a este respecto. 

En este sentido, el Apostolado del Mar, con sus casas de acogida, sus equipos de asesoramiento y su cercanía a las familias, puede desarrollar, y desarrolla de hecho, un trabajo evangelizador muy importante. Pues no basta con proclamar que Dios es Padre de todos y ofrecer a los trabajadores del mar la posibilidad de practicar su fe, sino que hay que hacerlo como lo hacía Jesucristo: con obras y con palabras. 

Nuestra Señora del Carmen, a quien tan tiernamente aman los cristianos que viven en torno al mar, nos invita al resto de sus hijos a hacer nuestros sus problemas y sus esfuerzos por encontrar las soluciones más justas. 

+ Antonio Dorado,
Obispo de Málaga