“María se puso en camino…” (Lc. 1,39) 

+ Excmo. y Rvdmo Dr. Javier Salinas Viñals, Obispo de Tortosa, España

 

3 de julio de 2005

En estos días el santuario de Nuestra Señora de Lourdes se convierte, una vez más, el corazón de la Diócesis de Tortosa. Enfermos, ancianos, voluntarios, jóvenes, familias y sacerdotes. Una buena representación de nuestra Diócesis se ha puesto en camino siguiendo la llamada de la Hospitalidad. Es un encuentro festivo marcado por la oración, en el que se puede experimentar la cercanía y, a la vez, la conciencia de la limitación humana, la fuerza de la fe y el peso de la enfermedad crónica. Es un encuentro que brilla por la presencia de tantos jóvenes que se exponen a romper con su dinámica habitual para hacer espacio a personas marcadas por las dificultades. Toda una invitación a ampliar los horizontes y a experimentar aquella virtud fundamental que nos permite aproximarnos a los demás: la compasión, la capacidad de dejarse afectar y conmover por el dolor ajeno, el valor para no huir ante la limitación.

Pero en esta gran experiencia tan humana y cristiana destaca sobre todo la alegría, porque en Lourdes todo respira la presencia de María, la que es feliz porque ha creído. En realidad, la fe, cuando es auténtica, genera gozo, paz, e impulsa a mirar todos los acontecimientos, no como algo absurdo y pesado, sino como una invitación a dar una respuesta, pues Alguien sostiene nuestra vida. La Virgen María es testigo insuperable de la alegría de quien se sabe amada por Dios, porque ha mirado “la humildad de su esclava”(Lc.1,48).

Este año, en nuestra peregrinación todos estamos llamados a unir nuestra oración a la Virgen, quien, precisamente por su compasión, acompañó a Jesús hasta la Cruz, y por eso es mujer de alegrías y de dolores. A Ella queremos encomendarle nuestros sufrimientos, para que nos una más y más a su Hijo Jesús, para que podamos experimentar la invitación de su Hijo: “venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y Yo os aliviaré” (Mt.11,28). En nuestra oración recordaremos también a todos aquellos que se esfuerzan por aliviar el dolor y por curar, a los investigadores y a los médicos, a todo el personal sanitario de tantos hospitales, y, sobre todo, a las familias que tan de cerca viven la enfermedad de los suyos. En la gruta donde Bernardette fue testigo de la presencia de María pediremos de forma particular por todas las mujeres, recordando las palabras que Juan Pablo II dirigió a ellas en aquel mismo lugar: “Sed en nuestra sociedad testigos de los valores esenciales que sólo se perciben con los ojos del corazón. A vosotras, las mujeres, corresponde ser centinelas del Invisible”.