Solemnidad de San José

+ Agustín García-Gasco Vicente, Arzobispo de Valencia, España

 

S.I. Catedral Metropolitana
Valencia, 19 marzo 2006
 

      “José, esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo”.

       Este texto de la Escritura honra a San José más que todos los elogios que la piedad cristiana pueda dedicarle. Envuelven una realidad muy profunda.

       En ellas encontramos a tres personas pobres que forman una familia. Tres personas que se aman entrañablemente y que están destinadas por Dios a cambiar el mundo.

       José aceptó ser el padre del Niño-Dios, padre de un género único, con todas las alegrías y renuncias que esta especialísima misión llevaba consigo.

       La paternidad de José, que lo sitúa lo más cerca posible de Jesús, pasa a través del matrimonio con María, es decir, a través de la familia.

       Los evangelistas, aun afirmando claramente que Jesús ha sido concebido por obra del Espíritu Santo y que en aquel matrimonio se ha conservado la virginidad (cf. Mt 1, 18-25; Lc 1, 26-38), llaman a José esposo de María y a María esposa de José (cf. Mt 1, 16. 18-20. 24; Lc 1, 27; 2, 5).

       Y también para la Iglesia, si es importante profesar la concepción virginal de Jesús, no lo es menos defender el matrimonio de María con José, porque jurídicamente depende de este matrimonio la paternidad de José.

       El hijo de María es también hijo de José en virtud del vínculo matrimonial que les une.

       No tienen riquezas, ni protectores, pero forman una familia que ejercerá un influjo muy superior al que puedan imaginar los hombres.

       La Familia de Nazaret es el centro y el origen de toda la Iglesia, en ella está lo mejor de toda familia humana.

       Queridos hijos y hermanos:

       San José, al igual que cuidó amorosamente de María y se dedicó con gozoso empeño en la educación de Jesucristo, también custodia y protege su cuerpo místico, la Iglesia, de la que la Virgen Santa es figura y modelo.

       Con profunda alegría celebramos la fiesta y el patrocinio de San José en Valencia.

       En todas partes existen instituciones fundadas bajo la protección de San José: iglesias, colegios, diócesis, universidades, hospitales, y un largo etcétera, donde grupos formados por hombres y mujeres se acogen a su cuidado paternal.

       Valencia sabe también de este patrocino y se honra con ser la primera ciudad que se interesó para que la Solemnidad de San José fuera de precepto en toda la Iglesia universal.

       No debemos olvidar el origen gremial de estas fiestas universales y al mismo tiempo tan entrañables.

       Los gremios y las cofradías nacieron espontáneamente en una sociedad cristiana no sólo para la defensa de sus intereses profesionales, sino fundamentalmente para subvenir aquellas necesidades humanas que desbordaban las posibilidades familiares.

       San José fue el custodio del Señor. Y nosotros también hemos de ayudarnos unos a otros. Aprendemos de San José a entregarnos a los demás con generosidad. Dispuestos a demostrar con nuestra vida que Dios es amor. Esa es la esencia de la familia: el amor.

       Dios puso en manos de S. José lo que más quería: su Hijo y su Madre. De ahí que la Iglesia rece así”: ¡Oh, feliz varón, bienaventurado José, a quien le fue concedido no sólo ver y oír al Dios a quien muchos reyes quisieron ver y no vieron, oír y no oyeron, sino también abrazarlo, vestirlo y custodiarlo! Ruega por nosotros, bienaventurado José”.

       Este paternal cuidado, no se limita sólo a Jesús, sino que se extiende a toda la Iglesia.

       San José cuida de las familias cristianas como cuidó de Jesús librándolo de las manos asesinas de Herodes; y sigue protegiendo a quienes le tienen una particular devoción, como ocurre en esta querida tierra de Valencia.

       En esta mañana luminosa de fiesta, de sana y ruidosa alegría hecha de música y truenos, podemos rogarle a San José que nos libre de tantos ataques como en nuestro días sufre la familia.

       Estamos viviendo horas difíciles... Las grandes verdades se erosionan, se relativizan. Un ambiente permisivo origina una espiral de corrupción que arranca la vida cristiana en muchas almas inocentes: en el hogar, en la escuela, en el mundo de la información, del derecho, en el comercio, en la política.

       Frente a este estado de cosas hemos de recordar que sin familia no hay un futuro digno del hombre. Sin familia no existe la sociedad.

       Por ello supone un gran consuelo saber que la protección de San José continúa siendo tan eficaz como lo fue cuando la vida de Jesús-Niño estuvo en peligro.

       San José venció oscuridades y temores cuando vio a María embarazada sin que él hubiera tenido parte en este hecho, y cuando no entiende la respuesta del hijo al hallarlo en el Templo después de tres días de angustiosa búsqueda.

       Con todo, aceptará con fidelidad la explicación del ángel y asumirá la tarea de una paternidad que Dios le señalaba.

       Queridos hijos: En el matrimonio, la fidelidad verdadera, —probada—, no es la que al final del camino no ha sufrido cansancio y desvanecimientos, oscuridades y temores, sino la que logra llegar al final de la vida a pesar del sudor, el cansancio y la ropa sucia.

       Estamos preparando con ilusión el V Encuentro Mundial de las familias. Pedimos a S. José que este acontecimiento, sirva para reafirmar los valores de la familia transmisora de la fe, como afirmaba Benedicto XVI:

       La familia cristiana tiene, hoy más que nunca, una misión nobilísima e ineludible, como es transmitir la fe, que implica la entrega a Jesucristo, muerto y resucitado, y la inserción en la comunidad eclesial.

       Los padres son los primeros evangelizadores de los hijos, don precioso del Creador (cf. GS 50), comenzando por la enseñanza de las primeras oraciones. Así se va construyendo un universo moral enraizado en la voluntad de Dios, en el cual el hijo crece en los valores humanos y cristianos que dan pleno sentido a la vida”  (Carta del Santo Padre Benedicto XVI con motivo del V EMF, 17-05-2005).

       Nuestras fiestas falleras son la expresión del carácter del pueblo valenciano: religioso, laborioso, acogedor, alegre, generoso, y con un sentido del humor muy peculiar.

       A impulso de las Comisiones Falleras y durante todo el año, trabajan familias enteras de artistas, carpinteros, pirotécnicos, bandas de música, sastres, cocineros, literatos...; todo un entramado social del que no están ausentes incluso los niños con las fallas infantiles.

       Es un verdadero acontecimiento social en el que participan todos, convirtiendo estas fiestas en algo inusual en otros lugares, unas fiestas llenas de colorido, de luz, de alegría, de un entusiasmo contagioso, que las ha convertido en una festividad conocida en casi todo el mundo.

       Hay una sintonía muy clara entre las Fallas de Valencia y el culto a San José.

       Quiero agradecer además el gesto solidario que las Comisiones falleras han querido otorgar a la OFRENDA de este año.

       Felicito de corazón a todos los falleros. La solidaridad de las fallas con los más necesitados es un signo claro de su cercanía a San José.

       Terminemos, pues, rogando al Santo Patriarca  que, bajo su protección, celebremos estas fiestas con alegría y con paz, y que Nuestra Señora de los Desamparados, a la que vestimos de ramos de flores y de emocionadas oraciones en la OFRENDA, proteja a todos los valencianos.

       Así sea.