María Inmaculada, la Llena de Gracia

+ D. Casimiro López Llorente.Obispo de Zamora, España

 

5 de diciembre de 2004

Queridos Diocesanos:

Nos disponemos a celebrar la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen María de tan arraigada tradición en toda nuestra Diócesis y, en especial, en Villalpando y su tierra. La fiesta de este año tiene un significado singular al conmemorar el 150 Aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada. Por ello inauguraremos también un año especialmente dedicado a María, que, enmarcado por su apertura y su clausura solemnes, estará jalonado con diversas celebraciones diocesanas y nacionales. Dios nos concede un año de gracia para contemplar y reflexionar sobre el sentido de este dogma para nuestra vida de fe y nuestra existencia cristiana; es un tiempo de gracia para avivar nuestra devoción a María renovando nuestra consagración, personal y comunitaria, a nuestra Madre, la Virgen Inmaculada.

El dogma de la Inmaculada Concepción nos recuerda que María, elegida para ser la Madre del Salvador, ha sido agraciada por Dios con dones a la medida de esta misión tan importante: Ella es la 'llena de gracia' (Lc 1, 28). María ha sido preservada de toda mancha de pecado original en el primer instante de su concepción para ser la digna morada del Señor, para ser su Madre. María abraza la gracia recibida de Dios con total disponibilidad y entrega de su persona: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38). Por su fe, esperanza y caridad, la Virgen colabora de manera totalmente singular con la obra del Salvador para restablecer la vida sobrenatural de los hombres, la vida de unión con Dios y con todos los hombres. Por esta razón es nuestra madre en el orden de la gracia, asociada para siempre a la obra de la redención; ella continúa procurándonos con su múltiple intercesión los dones de la salvación eterna. 

En María, la Iglesia ha llegado ya a la perfección. María es 'la toda santa', la primera cristiana, modelo perenne para todo cristiano de unión con Dios y con los hombres por su fe, esperanza y caridad. De las manos de María recibimos a su Hijo, el Señor, el Salvador; siguiendo su estela nos encontraremos con Jesucristo y la salvación.

Todos los cristianos estamos llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección del amor. Nuestro amor y devoción a María, la 'llena de gracia', nos debe impulsar a acoger y vivir la vida de Dios, recibida en el Bautismo, e ir al encuentro con el Señor para que se aviven nuestra fe, esperanza y caridad. Confesar y celebrar la Inmaculada implica acoger con todas sus consecuencias el compromiso que ha de dirigir toda la vida cristiana, personal y comunitaria. Es mi deseo para este año. 

Con mi afecto y bendición,

+ D. Casimiro López Llorente.Obispo de Zamora, España