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Festividad
de la Inmaculada Concepción de María Virgen + D. Casimiro López
Llorente .Obispo de Zamora, España
8
de diciembre de 2005
Amados
hermanos y hermanas en el Señor!
Saludo
y agradecimiento
1. Os saludo cordialmente a cuantos participáis en esta Santa Misa
aquí, en la Iglesia de San Nicolás de Villalpando, para celebrar
la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la santísima Virgen
María. También saludo a cuantos, a través de TV, os habéis unido
a esta Eucaristía; con ella clausuramos para toda España el año
especial dedicado María en el 150 Aniversario de la declaración
del dogma de su Inmaculada Concepción. Así lo ha querido la CEE
por el arraigo de la fe en la Purísima Concepción en Villalpando y
los trece pueblos de su tierra. Es un bello gesto que nos honra y
que agradecemos de corazón en la persona de su Secretario General.
Es
también un agradecido recuerdo de nuestros antepasados, pioneros en
toda la cristiandad en la fe, honra y defensa de la Purísima
Concepción de María, expresadas en el voto de 1466; un voto, que
ha sido refrendado hasta cinco veces y permanece vivo hasta el día
de hoy. Generación tras generación esta Villa y su tierra se reúne
en este día en torno a la Madre de Dios y Madre nuestra para
cantarle con el saludo del Arcángel Gabriel: "Alégrate,
llena de gracia, el Señor está contigo" (Lc 1, 28).
María,
Hija amada del Padre y Madre del Salvador
2. María es "la llena de gracia". En la Madre de Jesús,
primicia de la humanidad redimida, Dios obra maravillas, colmándola
de gracia y preservándola de toda mancha de pecado desde el mismo
momento su concepción. María es llamada a la existencia llena de
gracia por puro amor de Dios Padre. La Inmaculada nos muestra así
el verdadero rostro de Dios Padre, que es amor, y crea por amor y
para la vida en el amor. La perfecta santidad de María, su comunión
plena con Dios desde el momento mismo de su concepción, se debe al
Hijo que concebirá en su seno. En María, la Madre virgen del Hijo,
se realiza de modo anticipado y perfecto la obra de salvación de
Jesucristo. María fue preservada del pecado original, y creada
llena de gracia y de santidad desde siempre "en vista de los méritos
de Jesucristo, salvador del género humano". En la doncella
virgen de Nazaret se manifiesta por vez primera el plan divino de
Salvación trazado por el amor misericordioso de Dios "antes de
la creación del mundo".
La
fe y entrega de María
3. El amor de Dios hacia María provoca en ella una respuesta de fe
y de entrega total a Dios. "He aquí la esclava del Señor,
hágase en mi según palabra" (Lc 1,38). María vive su
existencia desde la verdad de su persona, -de toda persona humana-,
que sólo descubre en Dios y en su amor. María es consciente de que
nada es sin el amor de Dios, que la vida humana sin Dios solo
produce vacío en la existencia. Ella sabe que la raíz de su
existencia no está en sí misma, sino en Dios, que está hecha para
acoger el amor y para darse por amor. Por ello vivirá siempre en
Dios y para Dios. Ella no es sino la hija y esclava de Dios, signo
de la gratuidad y de la ternura amorosa de Dios. En María, Dios
dice Sí al hombre y la mujer dijo Sí a Dios. Y entonces Dios se
hizo hombre. Misterio de amor incompresible por parte de Dios,
misterio de fe admirable por María. Misterio que nos abre el camino
hacia Dios y hacia los hermanos. María aceptando su pequeñez, se
llena de Dios, y se convierte así en madre de la libertad y de la
dicha.
María,
los creyentes y la humanidad
4. Por ello, la Inmaculada es la fiesta de los creyentes. Por su fe,
María es la madre y modelo de todos los creyentes. Dichosa por
haber creído, María nos muestra que la fe en Dios es nuestra dicha
y nuestra victoria, porque "todo es posible al que cree"
(Mc 9, 23). La misma humanidad, representada en ella, comienza a
decir sí a la salvación que Dios le ofrece con la llegada del Mesías.
Ella es la primicia de la humanidad redimida. La "plenitud de
gracia", que para María es el punto de partida, es la meta
para todos los hombres, que acogen en fe el amor de Dios. Dios nos
ha creado "para que seamos santos e inmaculados ante él"
(Ef 1, 4). Por eso, nos ha 'bendecido' antes de nuestra existencia
terrena y ha enviado a su Hijo al mundo para rescatarnos del pecado.
La
primera lectura de hoy (Gn 3,9-15.20) nos recuerda la experiencia
dramática de la caída de nuestros primeros padres. Es la narración
del pecado original. El hombre creado por Dios por puro amor para la
vida, creado en comunión de vida y amistad con Él, con los hombres
y con el resto de la naturaleza, rehúsa el amor de Dios haciendo
uso de su libertad. El hombre se cierra a Dios para construir su
mundo al margen del Creador, se erige en centro y en norma de todo,
suplanta a Dios en su vida. ¿No es ésta la tentación siempre
presente en la historia humana, el deseo último del hombre moderno
y posmoderno cuando declara 'la muerte de Dios' o prescinde de El?
Rechazada la vida de Dios, el hombre experimenta su vaciedad más
profunda: rota su relación con Dios, el hombre se experimenta
desnudo, vacío, siente miedo y se esconde. Esta es la dramática
consecuencia del pecado original, que desde entonces afecta a todo
hombre y mujer al nacer.
Pero
Dios sale en busca del hombre. "¿Dónde estás?" (Gn
3,9), es la pregunta de Dios a Adán. Porque Dios, que ha creado al
hombre para el amor y la vida, sigue amando al hombre a pesar de su
pecado, a pesar de su rechazo. Tras la caída, Dios no lo abandona.
En ese mismo momento, Dios anuncia la victoria sobre el mal y el
levantamiento de su caída. El hombre no está destinado a perecer
en su pecado, o disolverse en la nada. "Dios (El) nos ha
destinado en la Persona de Cristo por pura iniciativa suya, a ser
sus hijos" (Ef 1,4). Y "tanto amó Dios al mundo
que dio a su único hijo" (Jn 3,16). El fruto primero y más
sublime del amor de Dios, manifestado en la redención realizada por
Cristo, es María Inmaculada.
La
Inmaculada, buena noticia para el mundo
5. La Purísima es así buena noticia de Dios para la humanidad. En
ella irrumpe Dios, dador de amor y de vida, en la historia humana.
Dios no deja a la humanidad aislada y en el temor. Dios busca al
hombre y le ofrece vida y salvación. La Inmaculada recuerda a todo
hombre que Dios lo ama de modo personal, que quiere únicamente su
bien y lo sigue constantemente con un designio de gracia y
misericordia, que alcanzó su culmen en el sacrificio redentor de
Cristo. En un mundo convulso y difícil, con miedo y sin esperanza
ante el futuro, la Inmaculada nos ofrece un mensaje de fe, de amor y
de esperanza. En medio de un contexto que invita a prescindir de
Dios y a erigirnos en dioses, a suplantar a Dios y hacer del hombre
la única fuente y meta de todo, también del bien y del mal, María
Inmaculada nos llama a abrirnos al misterio de Dios y acogerlo en la
fe. Solo en Dios y en su amor está la verdad del hombre, de su
origen y de su destino; sólo en Dios lograremos desarrollar lo
mejor que hay en nosotros.
Sea
nuestra Eucaristía de hoy una entrañable acción de gracias a Dios
por todos los dones recibidos de manos de María en este año
dedicado a ella. Que de sus manos, la mujer eucarística, sepamos
acoger en nuestras vidas al Dios que nos ama hasta el extremo en
Cristo Jesús, hoy y todos los días de nuestra vida. Amén.
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Casimiro López Llorente
Obispo de Zamora
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