Como San José. Tutelar a Cristo presente en todo hombre

+ Emilio Carlos Berlie Belaunzarán 
Arzobispo de Yucatán, México

 

A todos los miembros del Pueblo de Dios. 
Muy apreciados hermanos: 

Dios escogió a María y a José, matrimonio de Nazaret, a fin de que en medio de ellos se realizara el milagro de la Encarnación del hijo de Dios por obra del Espíritu Santo.

José hizo de su vida un servicio, un sacrificio, al misterio de la Encarnación y a la misión redentora que estaba unida a él. Nosotros estamos llamados a imitar las actitudes de ellos: de san José su fiel ejecución de la voluntad de Dios y su presencia callada al lado de María; de María, su solicitud y espíritu de servicio.

La fiesta de san José nos invita a recordar en particular a los padres -naturales o por adopción-, que encuentran en él a un gran modelo evangélico. San José, esposo de María, quien fue llamado por Dios para servir directamente a la persona y a la misión de Jesús mediante el ejercicio de su paternidad. San José nos atrae sobre todo como hombre justo y custodio fiel de la Sagrada Familia. Lo contemplamos como ejemplo de laboriosidad y honradez en el trabajo diario. El él buscamos sobre todo, el modelo de una fe sin reservas y de una obediencia constante a la voluntad del Padre celestial.

Al lado de san José, encontramos al mismo Hijo de Dios que, bajo su guía, aprende el oficio de carpintero y los ejerce hasta los treinta años, proponiendo en sí mismo el "evangelio del trabajo". De ese modo, durante su existencia terrena, san José llega a ser humilde y laborioso reflejo de la paternidad divina que se revelará a los Apóstoles en el monte de la Transfiguración.

El misterio de la vida de Nazaret, del que san José, patrono de la Iglesia, fue custodio fiel y testigo sabio, es testimonio de esa admirable síntesis entre vida de fe y trabajo humano, entre crecimiento personal y compromiso de solidaridad. El Jubileo apenas clausurado, nos ha dado nuevas fuerzas para "ir mar adentro" en el encuentro con Jesús, José y María, entrando en su casa, en la intimidad familiar y en el humilde taller de Nazaret. De esta contemplación tendrá que derivarse una visión cristiana del matrimonio, convencidos de que -digámoslo con el Vicario de Cristo- "la relación entre un hombre y una mujer -relación recíproca, total, indisoluble- responde al proyecto primitivo de Dios, ofuscado en la historia por la 'dureza de corazón-, pero que Cristo ha venido a restaurar en su esplendor originario, revelando lo que Dios ha querido 'desde el principio' (cf Mt 19, 8). En el matrimonio, elevado a la dignidad de Sacramento, se expresa además el 'gran misterio' del amor esponsal de Cristo a su Iglesia (cf Ef 5, 32).(1)

En la singular escuela de la Sagrada Familia se aprenden las realidades esenciales de la vida y se profundiza el significado del seguimiento de Jesús y en la tutela que se deriva del ejemplo luminoso de san José. Nazaret nos enseña a superar la tensión aparente entre la vida activa y la contemplativa; invita a crecer en el amor a la verdad divina que irradia la humanidad de Cristo y a prestar con valentía el exigente servicio de la tutela de Cristo presente en todo hombre.

Deseo asegurar una oración especial por cada padre de familia, desde el anciano, que ha conocido la alegría de convertirse en abuelo, hasta el joven, que quizá espera su emoción su primer hijo. Quiera Dios que todos los padres, como san José, sean hombres justos, dispuestos a cualquier sacrificio por el bien de su familia. Y que el amor de su esposa e hijos los recompensen por sus esfuerzos.

San José, ejemplo también de la buena muerte, interceda por nosotros para poder ser cada vez más imagen de Jesús; para ejerces cada vez mejor la tutela coherente de su divina Persona y, en él, la de los hombres y mujeres que nos rodean.

De todo corazón les saludo y bendigo.

Mérida, Yucatán, marzo 21 de 2001.


+ Emilio Carlos Berlie Belaunzarán 
Arzobispo de Yucatán


Notas bibliográficas: 
1 Juan Pablo II, Carta apostólica Novo millennio ineunte (6 en. 2001) n. 47.