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Solemnidad de San José
+ Francisco Gil Hellín. Arzobispo de Burgos.
Seminario Diocesano de San José - 19 marzo 2006
1. El evangelio que acabamos de escuchar nos ha recordado que
nosotros vamos acompañando a Jesús camino de su Pascua: su Muerte y
su Resurrección. La Iglesia lo ha querido colocar en este domingo,
porque estamos ya hacia la mitad del tiempo de Cuaresma, la cual
tiene como meta la Pascua de Cristo.
Antes de que ésta tuviera lugar, Jesús subió a Jerusalén para
celebrar otra Pascua: la de los judíos. Era la fiesta más importante
de Israel, y todo el pueblo se desplazaba a Jerusalén para
celebrarla. Para facilitar el sacrificio del cordero pascual, que
era el elemento central de la fiesta, y para pagar la ofrenda con la
moneda especial, en la explanada del Templo se había establecido un
verdadero mercado de corderos y mesas de cambistas. Jesús reaccionó
de modo contundente y echó del Templo a las ovejas y bueyes, tiró
por el suelo el dinero de los cambistas y a los que vendían palomas
les recriminó que habían convertido la casa de Dios en un mercado.
Aquel mercado podía ser muy práctico para los forasteros venidos a
Jerusalén. Pero iba en contra de la dignidad del Templo. Jesús no
permanece indiferente ante los abusos y se enfrenta con todos los
interesados en el negocio. Como era de esperar, éstos no se quedan
quietos, sino que reaccionan contra Jesús. El tiempo demostrará
hasta qué punto fue violenta su actitud: dentro de algún tiempo,
Jesús sería clavado en una cruz en aquella misma ciudad, por los
protagonistas de aquel día. Gracias a esta fidelidad de Jesús a los
planes del Padre, tuvo que morir. Pero su muerte fue una muerte
gloriosa, pues concluyó en la Resurrección. Gracias a ella, no sólo
purificó la casa de su Padre, sino que se convirtió en el nuevo
Templo, en el «lugar» definitivo de la presencia de Dios en medio de
su pueblo y de la adoración de Dios por parte de ese pueblo.
Hermanos: ante el actual mercadeo de ideas y leyes que atenta contra
la dignidad de la persona, del matrimonio, de la familia y del recto
orden social, Jesucristo, por medio de su Iglesia, se enfrenta a los
poderosos de este mundo, tira por la borda sus planes y reclama que
se reconozca el plan de Dios sobre el hombre, el derecho de los
padres a educar a sus hijos, el derecho a profesar la propia
religión.
Como ocurrió entonces, también ahora se levantan contra él y tratan
de callarle. Ante la imposibilidad de lograrlo, recurren al insulto,
a las presiones y a la persecución, unas veces clara y descubierta y
otras solapada, pero igualmente real. No importa. La Iglesia dice
como su Fundador: podéis matarme, pero resucitaré al tercer día.
Podéis perseguirme, pero yo seguiré fiel a Jesucristo y haciendo
discípulos suyos a todos los hombres y mujeres que quieran escuchar
su mensaje y acogerle por la fe y el bautismo.
Vosotros, seminaristas, tenéis que ser conscientes de esta realidad
y formaros para ser fieles a Jesucristo en medio de la persecución o
de un ambiente hostil y adverso. El sacerdote de hoy tiene que ser
capaz de jugarse la vida por el hombre, por amor y fidelidad a
Jesucristo.
3. San Juan pone mucho interés en subrayar que los discípulos, a
diferencia de los judíos, sí comprenden a Jesús y creen en Él. En
ellos, la vida y la obra de Jesús alcanzan su objetivo. Pero esta
comprensión no fue instantánea y plena. El evangelista dice
expresamente que esta comprensión es fruto de la Resurrección. Ya
ahora creen en Jesús y le siguen. Pero tienen que recorrer todavía
un largo camino. Necesitarán mucha fidelidad y mucha paciencia hasta
que la Resurrección les dé la luz que elimine toda oscuridad.
No basta estar al lado de Jesús ni vivir con él en el Seminario. Hay
que contar también con el tiempo, con la constancia de seguir a su
lado, con el claroscuro de la fe. Pero si ahora tratamos de ser muy
piadosos, muy trabajadores, muy fraternales y muy apostólicos, cada
día creeremos más a Jesús, cada día le seremos fieles y terminaremos
siendo los discípulos que Él espera y el mundo necesita.
4. ¡Cómo nos ayudará en esta tarea san José, el hombre fiel por
excelencia! Él no sólo vivió junto a Jesús varios años, sino que
hizo las veces de padre. Le enseñó a rezar, a trabajar, a portarse
como un israelita piadoso. No fue fácil su tarea, pues ya desde
antes de su nacimiento tuvo que enfrentarse con la realidad de la
maternidad divina de su esposa y al poco tiempo del nacimiento, con
los planes homicidas de Herodes. Luego, con la enigmática respuesta
que Jesús les dio a él y María cuando lo encontraron en el Templo,
después de tres días de angustiosa búsqueda. También él tuvo que ir
descubriendo poco a poco los planes de Dios y ver en ellos una
lógica que no coincidía con la suya.
Si tratamos con hondura y piedad a san José, él hará que nosotros
descubramos también esa lógica y –lo que es más importante– que
ajustemos a ella nuestra vida ahora y luego en el ministerio
sacerdotal.
† Francisco Gil Hellín
Arzobispo de Burgos
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