Carta Pastoral en la festividad de la Virgen del Carmen. La mar, horizonte de fraternidad 

Mons. Julián Barrio Barrio, Arzobispo de Santiago de Compostela

Julio, 2004

Queridos diocesanos:

Ante la proximidad de la fiesta de la Virgen del Carmen, en este Año Santo 2004, es para mí motivo de alegría poder comunicarme a través de esta carta con las familias marineras de toda la Diócesis de Santiago, deseándoos unas gozosas fiestas en honor de vuestra Patrona.

Los Apóstoles y el trabajo en la mar

En este Año Santo Compostelano la fiesta del Carmen debe tener para todos nosotros un significado especial, recordando al Apóstol Santiago quien en su juventud, cuando conoció a Jesús, era pescador de profesión. Santiago y su hermano Juan, Pedro y Andrés aprendieron el oficio de marineros de sus respectivos padres. En aquellos tiempos, en Palestina, era prácticamente una obligación del padre transmitir y enseñar a sus hijos su propia profesión como, estoy seguro, de que también la mayoría de vosotros la habéis aprendido de vuestros antepasados. El que nacía en un pueblo marinero salvo excepciones estaba como predestinado al trabajo de la mar. 

También el Señor os llama a vosotros al compromiso apostólico, pidiéndoos santificar vuestra profesión con el trabajo cotidiano bien hecho. Tal vez os hayáis preguntado alguna vez ¿por qué el Señor elige a algunos apóstoles suyos que eran pescadores? Ciertamente, no por azar; como dice Papini en su Historia de Cristo, “el pescador, que vive gran parte de sus días en la pura soledad del agua, es el hombre que sabe esperar. Es el hombre paciente que no tiene prisa, que echa su red y confía en Dios. Se pone en manos del Señor, que manda la abundancia y la carestía; se consuela del día malo pensando en el bueno que viene y vendrá”. Vosotros con vuestra brega diaria, estáis ennobleciendo y santificando una profesión abnegada y de enorme sacrificio. Los marineros de esta bendita tierra habéis surcado mares y descubierto nuevos caladeros: Gran Sol, Terranova, Costa de África… Habéis dado siempre muestras de vuestro buen hacer profesional, dejando la impronta de las muchas virtudes humanas y cristianas que adornan vuestras personas.

La mar, horizonte de fraternidad

El lema de este año, acordado por los Delegados del Apostolado del Mar de las Diócesis marineras de España, es “La Mar nos une y nos hermana”. Es un título muy actual y sugerente, que llama a toda la gran familia de la mar a sentirse unida y cercana en toda circunstancia. Bien sabéis que las amistades más sólidas se han forjado en el día a día en alta mar, aunque los miembros de las tripulaciones, especialmente de los barcos de pesca de gran altura, sean de distintas nacionalidades. Sois forjadores de una convivencia ejemplar y pocas palabras necesitáis para entenderos y vivir en amistad y fraternidad en medio del Océano.

La devoción a la Virgen del Carmen

La herencia de la devoción a la Virgen del Carmen que vosotros habéis recibido de vuestros antepasados, debéis transmitirla también a vuestros hijos. Como bien sabéis la relación entre la Virgen y los Apóstoles fue una relación maternal desde el principio, pero mucho más a partir del momento en que Jesús desde la Cruz nos la entrega como Madre en la persona de Juan. Todos los que formáis parte de la familia de la mar –yo también como Obispo vuestro- habéis respondido al ofrecimiento del Señor: “Ahí tienes a tu Madre”, acogiendo a María en vuestra fe. Y este cariño y devoción a la Gran Madre es un regalo del Cielo y brota de lo más profundo de nuestro ser.

Los Apóstoles, cuando sobrevino aquella tempestad en el lago, tuvieron miedo, pero acudieron a Cristo diciéndole: “Sálvanos que perecemos”. Y el Señor calmó la tempestad. Es bueno que llevéis en vuestra memoria estos versos del poeta Dámaso Alonso: “Dime, di que me buscas. Tengo miedo de ser náufrago solitario, miedo de que me ignores como al náufrago ignoran los vientos que le baten la nebulosas íntimas que sin ver le contemplan”. Si acudimos al Señor y a la Virgen oiremos en nuestro interior: “No tengáis miedo”. El mismo poeta escribió otros versos que su esposa recitó en su funeral: “Virgen María, Madre dormir quiero en tus brazos hasta que en Dios despierte”. Cuando acudimos a la Virgen no sólo pensamos en su amor sino también en su ternura. Ella es “vida, dulzura y esperanza nuestra”, como rezamos en la Salve. ¡Qué seguridad dormirse en brazos de la Madre! “Ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte”. En este convencimiento recordamos cristianamente en la oración a los tripulantes del pesquero “O Bahía” y a todos los que han perdido su vida faenando en la mar.

Os saluda con todo afecto y bendice en el Señor,

Mons. Julián Barrio Barrio,Arzobispo de Santiago de Compostela

Fuente: Conferencia Episcopal Española