Nuestra Señora de la Merced

+ Ramón Echarren Ystúriz, Obispo de Canarias

+ Ramón Echarren Ystúriz, Obispo de Canarias


24 de septiembre de 2002 

PATRONA DE LAS INSTITUCIONES PENITENCIARIAS

Hoy , festividad de Nuestra Señora de la Merced, nuestra Iglesia nos pide que tengamos un recuerdo y una oración muy especial, para cuantos viven o trabajan en nuestras cárceles o prisiones, o se relacionan de una manera u otra con ellas, es decir, los reclusos y sus familias; los funcionarios que no sin sacrificios, se esfuerzan, en no pocos casos, para humanizar esos centros que siempre entrañan dolor y sufrimientos; los voluntarios, particularmente, los que, representando a nuestra Iglesia Diocesana, hacen lo posible por ayudar a los reclusos y a sus familiares; los Capellanes de nuestra Diócesis que realizan en las prisiones la tarea de llevar la Buena Noticia y la liberación de Jesús, a cuantos han perdido la libertad, y a los que ayudan con su trabajo profesional; todos aquellos que, de una u otra forma, trabajan en tareas relacionadas con la administración de la justicia; los políticos y legisladores, de los que depende en gran medida, las instituciones penitenciarias y las leyes que las sustentan.

Hoy, por tanto, pedimos al Señor, por la intercesión de la Virgen María, en su advocación de Nuestra Señora de la Merced, que ayude y bendiga a todos ellos, que les ilumine la mente y el corazón, para que no olviden jamás que en el centro de todas sus actividades y de sus mismas existencias, se encuentran con seres humanos que por razones más o menos justas, por decisiones más o menos razonables, en un intento de salvaguardar la convivencia social de peligros más o menos reales, han sido privados de su libertad para vivir recluidos por un tiempo en lo que, queramos o no, nos guste o no, son prisiones.

Los que creemos en Jesús y muchos hombres y mujeres de buena voluntad, soñamos con una sociedad que fuera capaz de encontrar soluciones eficaces, o para acabar con la delincuencia, o para transformar esas existencias rotas por el delito, o para inventar fórmulas de rehabilitación de los delincuentes, que hicieran innecesarias las prisiones como fórmula social para obtener esos objetivos. Sabemos también que ello, hoy por hoy, es una utopía irrealizable. Somos conscientes, además, que la delincuencia, en casi todas sus formas, es causa de dolor para las víctimas de los delitos y sus allegados. No ignoramos en absoluto que la sociedad necesita defenderse de los delitos y de los delincuentes, además de prevenir en lo posible que se conculquen las leyes y que esos delitos se produzcan.

También somos conscientes de que muchos de los que se relacionan con el mundo de las prisiones y que hemos enumerado al principio de esta Carta Pastoral, hacen esfuerzos hasta heróicos para humanizar la situación de los encarcelados y por ayudar a sus familiares, y no pocas veces, en condiciones laborales nada fáciles y atrayentes, con una seria escasez de recursos de todo tipo, con la conciencia limpia que les impulsa a una entrega que puede rozar el heroísmo en su intento de ayudar lo más posible a los reclusos y a sus familias. Lo sabemos muy bien y damos gracias a Dios por ellos.

Pero también sabemos del dolor de los reclusos y de sus familias. Y escuchamos las palabras de la Virgen María en las Bodas de Caná: “Hagan lo que él les diga”, refiriéndose al Señor. Y lo que él, Jesús, nos ha dicho, es que lo que hagamos o dejemos de hacer con los reclusos, sobre todo con los más pobres, se lo hacemos o dejamos de hacer al mismo Cristo (Cf. Mt 25).

A la luz de esas palabras de la Virgen María y del Señor, seguimos soñando con la utopía de una sociedad que se organice de tal manera, que consiga que no haya ni delitos ni delincuentes, una sociedad, en consecuencia, que no necesitara para nada cárceles o prisiones.

No sabemos cuáles serán los caminos a seguir. Tampoco nos corresponde directamente a los que constituimos la Iglesia, concretarlos. Son los responsables del bien común los que tienen la seria obligación y grave responsabilidad, de lograrlos.

Desde la Buena Noticia de Jesús lo que los cristianos nos planteamos, a la luz de la realidad penitenciaria, a la luz de la justicia de Dios más allá de la justicia humana, a la luz del amor solidario con todos los que sufren de una u otra manera en la sociedad y en las instituciones penitenciarias, son una larga serie de cuestiones que interrogan nuestra conciencia de creyentes:

no sabemos cual será el remedio, pero percibimos que es muy difícil (por no decir imposible) que se viva la dignidad de la persona humana, en el contexto social y estructural que constituye el universo penitenciario

pensamos que no es fácil encontrar fórmulas para que se pongan en marcha procesos reales y abiertos encaminados a una auténtica liberación y humanización de los reclusos

vemos necesario alternativas culturales, éticas, sociales, políticas, legislativas y jurídicas ... a las hoy vigentes en relación con la situación actual de los centros penitenciarios, hasta conseguir transformarlos en auténticas mediaciones educativas

creemos imprescindible el promover más relaciones sociales basadas en la justicia y en la paz, en la solidaridad y en el diálogo, en la libertad verdadera y en la sinceridad ..., una relaciones que actúen como prevención de la delincuencia, relaciones que hoy no existen, con el agravante de que existen muchísimos factores (educativos, mediáticos, ideológicos, políticos, económicos, ...) que parecen impulsar un proceso negativo y regresivo en este campo, ante la pasividad culpable de la mayoría de los más responsables

es preciso poner en marcha fórmulas eficaces mediante las cuales todos los que nos relacionamos con las instituciones penitenciarias hagamos lo humanamente posible para que se realice una auténtica tarea de reinserción social de los reclusos, y ello aun sin negar en absoluto los meritorios esfuerzos que ya realizan funcionarios, especialistas, voluntarios, capellanes ... que trabajan o actúan en este campo. Y junto a ello, creemos imprescindible que los reclusos canarios, cumplan su condena aquí en Canarias, cerca de sus familiares y amigos, algo que siempre les ayudará a rehabilitarse.

Y también desde la Buena Noticia de Jesús, y desde la misma perspectiva, nuestra Diócesis de Canarias deberá plantearse, con todo rigor evangélico, tres grandes criterios:

la responsabilidad de cada cristiano concreto y de las comunidades cristianas de nuestra Iglesia, respecto a la transformación de la realidad de los reclusos y de las cárceles

la responsabilidad de la Iglesia, en cuanto promotora de opinión pública, en orden a conseguir que toda nuestra sociedad avance en la dirección correcta de la prevención, educación y reinserción de los reclusos

la responsabilidad de las Parroquias, Movimientos, Asociaciones y Colegios de la Iglesia en este campo de la Pastoral penitenciaria.

Queridas hermanas y queridos hermanos: pidamos hoy de un modo especial al Señor, por la intercesión de la Virgen María, en su advocación de Nuestra Señora de la Merced, por todos los que, de un modo u otro, viven, trabajan, ayudan, sufren, colaboran, intentan promover lo mejor, se esfuerzan solidariamente, ... en las instituciones penitenciarias, y en otras instituciones que se relacionan con los reclusos y exreclusos, y con el mundo oscuro y triste, de los delincuentes y de la delincuencia. ¡Que el Señor Jesús les bendiga a todos y nos bendiga a todos!.

Las Palmas de Gran Canaria, + Ramón Echarren Ystúriz, Obispo de Canarias

Fuente: Conferencia Episcopal Española