Mensaje de Navidad

+Monseñor Bosco M. Vivas Robelo, Obispo de León

 

2000

A los Sacerdotes, 
A Religiosos y Religiosas, 
A los Catequistas y Delegados de la Palabra, 
A los queridos fieles Laicos, 
A los habitantes de León y Chinandega de buena voluntad, 

Queridos hermanos y hermanas: 

Si siempre que llega la Navidad la esperanza se aviva y el corazón humano se llena de luz y de paz, al celebrar la Navidad de este Año Jubilar la esperanza en tiempos mejores se afianza y la luz y la paz se hacen más intensas en los hombres y mujeres de buena voluntad. 

"Todos los que están sedientos, vengan a la fuente aunque no tengan dinero, vengan..." (Is. 55, 1) "Vengan a Mí todos los que se estén cansados y agobiados y Yo los aliviaré" (Mt. 11, 28). Esta palabra de Dios se ha dicho para nosotros los que vivimos en este tiempo y cruzamos el umbral de un nuevo siglo y de un nuevo milenio. 

Vamos todos, pues, hermanos y hermanas, al encuentro del Señor Jesucristo, Hijo de Dios e hijo de la Virgen María. Él es el fundamento más firme y seguro de nuestra esperanza; Él es la Luz que viene a iluminar a todo hombre y mujer que viene a este mundo; él es la Resurrección y la vida que se nos entrega, ya en esta existencia terrena, mediante la gracia que recibimos desde el día de nuestro bautismo y que, derramándose en abundancia sobre nosotros en la oración y en los sacramentos mientras vivimos en la tierra, llega a su plenitud por la gloria que se nos dará el día de nuestro paso a la eternidad; eternidad que será pletórica de luz sin ocaso y de amor sin fin. 

EL MISTERIO DE LA NAVIDAD 

"Por aquellos días salió un edicto de César Augusto... y subió 

también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a la ciudad de David, que se llama Belén, para empadronarse con María su esposa que estaba encinta..." " Y sucedió que mientras estaban allí se le cumplieron a ella los días del parto y dio a luz a su hijo primogénito y lo recostó en un pesebre..." (Lc. 2, 1-14). 

Este hecho, sucedido en nuestra tierra hace dos mil años, es el acontecimiento más impactante e importante de la historia de la humanidad. No puede ser de otra manera ya que al hacerse Hombre el Hijo de dios, al encarnase la Palabra (Jn. 1, 14), se manifestó la infinita piedad del Padre para con nosotros en Cristo Jesús y se echó a andar el plan de Redención del género humano que culminaría en la Cruz, en la Resurrección de Cristo y en el Envío del Espíritu Santo. 

El universo entero y el tiempo se estremecieron al sentir el beso de Dios, su Creador, que les bendecía y les santificaba. Cuánto más deberá estremecerse el ser humano que, al reconocer el amor infinito de Dios y su misericordia sin límites, puede glorificar y agradecer a su Creador y Padre en su nombre y en nombre de todas las demás criaturas. 

LA NAVIDAD, TIEMPO DE ACCIÓN DE GRACIAS Y DE REFLEXIÓN 

En la plenitud de os tiempos, cuando viniendo el Hijo de Dios nacido de mujer, fuimos renovados por la fuerza del Espíritu Santo y capacitados, como hijos de Dios, para glorificar al Padre mediante una vida de santidad, se nos anuncia una gran alegría que será para todo el mundo: El nacimiento del Salvador, el Enmanuel, Dios con nosotros, Jesús. 

Y es por ello que la Navidad con todo y ser una fiesta auténtica y un motivo de gozo verdadero es también una oportunidad para que se nos abran los ojos sobre los males de que este Salvador viene a salvarnos. 

La visión del mundo a salvar es correlativa a la de el Salvador. Vista así la Navidad es un anuncio profético que invita a la humanidad a reflexionar sobre su estado y sobre su destino eterno. 

CRISTO VIENE A SALVAR A TODOS 

Cristo, pues ha venido para todos los seres humanos de cualquier condición social o raza. Esta universalidad de la salvación es una verdad realmente actual que la Iglesia ha predicado y creído siempre y que una vez más lo anuncia a quien quiera oírle y que quiera construir un mundo más unido, una humanidad más fraterna y solidaria y una civilización de amor y paz cristianos. 

La Navidad debería hacer caer la soberbia de los orgullosos y la falsa seguridad de los ricos para que unos y otros sean también salvados por el poder del Mesías Salvador. 

La Navidad debe suscitar respeto a la persona humana y a sus derechos más fundamentales, entre los cuales se encuentre el derecho a la vida, que es primario y principal, y que se lesiona irremediablemente con la criminal práctica del aborto. 

Si hemos vivido en nuestra historia, aún la más reciente, el horror de la guerra, el odio entre las clases sociales y si sufrimos la pobreza y la falta de justicia para los más pobres, el desempleo y otros males sociales, así como también la triste realidad de una cultura de corrupción generalizada que debe ser sanada desde la raíz y no solamente atacada hipócritamente, la Navidad nos ofrece el reto de encontrar soluciones verdaderas. 

LOS POBRES, PREDILECTOS DE DIOS 

Hay que decir también que si Dios quiere la salvación de todos y a todos ofrece su perdón y su amistad, son especialmente amados por Él y beneficiados por sus dones aquellas personas que tienen mayor necesidad de salvación o que se encuentran en una situación de pobreza y de pequeñez y por lo tanto desvalidos más que los otros ante las injusticias los sufrimientos. 

Jesucristo ha venido como el médico de las más profundas enfermedades humanas y por ello, nuestra enfermedad, cualquiera que sea, incluso aquella peor que es el pecado, se convierte en título más que en obstáculo para que la divina misericordia manifestada en Cristo realice su obra de salvación y de sanidad interior. 

Bien vale recordar las palabras de Jesús: "Son los enfermos los que necesitan del médico" (Mt. 9, 12) y aquellas palabras del Apóstol San Pablo: "Donde abundó el pecado sobreabundo la gracia". 

Y para que esta predilección divina y esta disposición de salvar lo que se había perdido quede más palpable, fija el Señor su mirada sobre los pobres, los hambrientos, los que lloran, los marginados, los que padecen incomprensión y odio, como los emigrantes en tierras extrañas... (Cfr. Mt. 6, 20-23). 

Todos estos son los preferidos del Señor, y así la Navidad nos hace pensar en el dolor de todo ser humano: La infancia abandonada, la ancianidad sin comprensión y sin amor, la enfermedad en abandono, la soledad de la cárcel, la angustia de las familias en crisis... y al pensar en estos males que nos aquejan o que nos rodean, nos dispongamos a realizar obras de caridad y a comprometernos seriamente en la evangelización de los pobres, en el alivio de las enfermedades, en la construcción de estructuras sociales de justicia, en la liberación del mal en todas sus facetas y el los campos personal, familiar, social y eclesial (Cfr. Lc. 4, 1). 

Solo de esta manera la Navidad, que despierta más que ninguna otra fecha, la sensibilidad humana, nos conducirá a realizar, como he dicho, obras de fe, de servicio y de amor. 

DEBEMOS DE COOPERAR EN LA GRACIA DE DIOS 

Al llegar a este punto de mensaje tengo que decirles algo que es de suma importancia saber: Cristo será alcanzado por todo el que quiera llegar a Él. Su salvación está a disposición de quien haciendo uso de su libertad y consciente de su limitación, de su enfermedad o de su pecado, coopere con buena voluntad desde su debilidad o desde su débil voluntad y su insistente oración. 

Así la venida de Jesucristo entre nosotros hace resaltar la vocación de nuestra libertad en el acontecimiento de nuestra salvación. 

De esta manera nos damos cuenta de lo tremendo que es el drama moral del mundo y nuestro propio drama y lo grandioso que es el poder de Dios y la dignidad que Él le ha conferido al ser humano. 

Jesucristo ha venido a meter fuego en la tierra y quiere que este fuego abrase (Lc. 12, 49); Él manda repetidamente a todos que trabajemos en su viña y recrimina a los que están ociosos (Cfr. Mt. 20, 5): Él quiere que sus discípulos aunque estén cansados naveguen mar adentro y lancen las redes para pescar (Cfr. Lc. 5, 4-5): Él da a todos sus seguidores y hermanos la misión para salvar el mundo: Él insiste en que no hay que descansar en la oración y en la contemplación que son altísimas formas de trabajo del espíritu. 

CRISTO ES NUESTRA VIDA Y ESPERANZA 

Hay que decir que la salvación que Cristo trae al mundo y a la humanidad mira directamente al Reino de los cielos. Es decir, una nueva vida sobrenatural que comienza misteriosamente aquí y que un día alcanzará la plenitud por la gracia de Dios en el cielo. 

A esta vida espiritual, interior y sobrenatural nos da acceso la venida de Cristo. 

Las deficiencias sociales y económicas se irán corrigiendo conforme los seres humanos se conviertan al Señor, es decir los males temporales, económicos, físicos de la vida presente, debido a la condición imperfecta de nuestra vida temporal, que nos obliga a cargar la Cruz de cada día, no desaparecerán del todo, pero gracias a la fuerza del Espíritu de Amor dado a los creyentes y personas de buena voluntad, se irán transformando las estructuras de pecado e incluso dentro de dolor y la adversidad e incluso la muerte, brillará la esperanza que no defrauda, llegará el consuelo que hace llevadera la Cruz, y se encontrarán remedios a situaciones injustas. De esta manera siempre tienen valor las Bienaventuranzas pronunciadas por Jesús y, estas mismas bienaventuranzas, desde ya harán pregustar los bienes eternos y prepararnos a recibirlos plenamente en el cielo. 

A partir de estas verdades de nuestra santa fe católica, y creyendo en ellas hasta hacerlas vida en nuestra existencia terrena, llegaremos a entender que el aporte original del cristianismo a la transformación del mundo, y de la Patria, pasa por el cambio de mentalidad que llamamos conversión; Conversión que se debe manifestar en las obras de amor, de servicio, de solidaridad y de sacrificio por el bien común. Hagamos esto y viviremos como Nación y avanzaremos hacia el desarrollo, la democracia y la paz. 

MARÍA, LA MADRE 

La aceptación de la Virgen María al mensaje de Dios que le anunció el ángel, injertó el amor salvífico de Dios en el campo humano; el orden celestial en el orden terrestre; la voluntad divina en la voluntad humana. Y al realizarse la Encarnación y al nacer el Fruto Bendito del Vientre virginal de María comenzó la Redención. 

Con justísima razón, pues, al celebrar los dos mil años de la primera Navidad no podemos olvidar a aquella Aurora de la cual nació el sol de Justicia, Cristo, nuestro dios y que refleja como un espejo la belleza y santidad de Dios. 

Es hermoso pensar con cuánta dignidad y belleza nos representó a todos los seres humanos, la Virgen María. Su obediencia, su caridad y su fe no sólo la convierten a Ella en Madre del Hijo de Dios y de quienes estamos unidos a Cristo, sino también en el modelo de aceptación y ejecución de la voluntad divina. 

Para que Dios se encarne en nuestra vida, para que se haga su voluntad en la tierra como en el cielo, para que podamos ser verdaderamente discípulos de Cristo y lograr la salvación, es preciso que, como la Virgen y con su ayuda maternal, aprendamos a decir Sí a Dios, aún cuando los quereres de Dios sean grandes e incomprensibles, e incluso dolorosos para nosotros. 

La Madre de Dios será siempre la medianera que nos consigue el encuentro vivo y ardiente de amor y de fe con Cristo, la fuerza del Espíritu Santo para testimoniarlo. 

A la Santísima Virgen y a San José, su esposo, encomiendo para que los presenten a Jesús, todos los deseos y propósitos, así como las necesidades de todos ustedes, amados hijos de León y Chinandega. 

Y, para terminar este Mensaje, les bendigo a todos y les invito a participar activamente en las celebraciones litúrgicas de Navidad y de Año Nuevo. 

¡Ven Señor Jesús! 

+ Mons. Bosco Vivas Robelo 
Obispo de León. 


Fuente: Conferencia Episcopal de Nicaragua