Fiesta de la Sagrada Familia

+Mons. Domingo S. Castagna, Arzobispo de Corrientes

 

 

 

29 de diciembre de 2002.

 

Alocución radial 

1.- La contradicción como signo. El Niño Jesús es presentado en el templo para cumplir con la ley de la circuncisión. Las escenas son tiernas e íntimas. Los ancianos Simeón y Ana sorprenden a María y a José con sus admirables intuiciones proféticas. La primera relación con el mundo oficial de su pueblo encubre pronósticos alarmantes: contradicción y sufrimiento. Desde nuestra actual perspectiva histórica comprobamos cómo se cumplen aquellos anuncios. No únicamente en la persona de Jesús sino en su Obra, la Iglesia. En ella el mismo Señor sigue siendo “signo de contradicción”. Cada día es menos indiferente a la mirada inquisidora de la sociedad. Es saludable que separe las aguas en el interior de las personas. Su mensaje es “espada de doble filo” que pone de manifiesto lo que hay de bueno y de malo en cada corazón. Su vigor causa molestia profunda en quienes no aceptan ser cuestionados por la verdad. La sociedad, muy herida por viejas llagas, necesita ver su propia debilidad y superarla. Los diagnósticos de moda acrecientan notablemente el descreimiento y la desilusión. Basta escuchar las apreciaciones de muchos hombres y mujeres en los diversos lugares de reunión. La decepción que revelan entristece los rostros y oscurece toda perspectiva de futuro.

2.- La Familia. Lo que ocurre en las personas afecta a la instituciones. La Fiesta de hoy presenta la nobleza y santidad de la institución básica de la vida social: la familia. El deterioro moral de muchos está poniendo en peligro la supervivencia de la familia y, de esa manera, intentando arruinar la base de la convivencia y su futuro. La reciente ley de uniones civiles, inconstitucionalmente aprobada por la legislatura porteña, toca el fondo del barranco donde los valores esenciales se hacen añico. El Arzobispado de Buenos Aires ha difundido una declaración suficientemente clara sobre la deplorable sanción legal. No entraremos en una polémica desigual al respecto. La respuesta evangélica que la Iglesia formula posee un contenido de verdad irreformable que procede de un plan superior, el de Dios. Su difusión atrae la animadversión de quienes se empeñan en que la Iglesia licue su doctrina y justifique socialmente lo injustificable. Nunca lo hará, aunque atraiga la beligerancia de una mayoría azuzada irresponsablemente. Sus actitudes aparentemente intransigentes responden a principios inconmovibles, que no está a su alcance reemplazar. La seudo cultura contemporánea lo relativiza todo, hasta lo más sagrado y absoluto. Para ella no importa producir cambios fundados en el capricho irresponsable de cierta adolescencia prolongada en el tiempo, incluso entre los grandes. 

3.- Juventud y responsabilidad social. Gracias a Dios la sensatez no ha podido ser desalojada por completo de nuestra sociedad. Está oculta, disimulada entre expresiones que aturden y desorientan, pero está. Es la semilla de hombres y mujeres interiormente animados por una inspiración nueva, aunque tan antigua como la creación misma. Son quienes pueden constituir las nuevas familias, basadas en el amor generoso y abierto a la fecundidad responsable. Hay entre ellos personas que no son cristianas pero que comulgan con los grandes valores propuestos en el Evangelio predicado por la Iglesia. Es impresionante hallar jóvenes que, sabiendo salir de la trampa común, se disponen a remar contra corriente y alcanzar metas de comportamiento humano coherentes con los principios que formalmente sustentan. Se merecen nuestro aliento y profunda admiración. Son quienes pueden construir un mundo nuevo y reparar los daños escandalosos que cierta modernidad ha producido en la estructura social. Ciertamente no hallarán sitio igualitario en Internet, en los paneles de opinión, en el comentario desenfadado de algunos periodistas o en su orden caprichoso de preferencias. La familia debe ser salvada no para preservar de la ruina un sistema tradicional sino porque es la verdad que sostiene a la comunidad humana. La irresponsabilidad causa la pérdida del sentido de los valores esenciales, entre los que se cuenta la familia. Inevitablemente queda comprometido el futuro de la vida misma. Ya observamos sus consecuencias en el deterioro de la vida social de algunos pueblos que, disponiendo de los mayores adelantos de la ciencia y de la técnica, languidecen en un avejentamiento biológico que los pone al borde de la extinción. La comprobación de que en pueblos del primer mundo hay más ancianos que niños constituye un presagio alarmante. 

4.- La Sagrada Familia. La Fiesta que celebramos ofrece a la consideración de quienes anhelan pensar en serio un modelo de familia imitable. Será difícil extraerlo de las piadosas estampitas y proponerlo frente a los modelos que lo contradicen. Estremece el corazón observar la docencia engañosa impartida a través de expresiones geniales del arte cinematográfico, de la literatura y de la televisión. El veneno es inoculado dulcemente en el alma de un consumidor adicto que abandona sus convicciones de fe al ritmo de lo que ve y oye. La Sagrada Familia de Jesús, María y José, ha perdido posición entre las propuestas de moda. La verdad ha sido desplazada por la mentira. Existe un propósito inteligente y maligno que intenta la destrucción de la familia verdadera. Su intento final es la muerte del hombre mismo. Es lamentable y trágico que dicho proyecto logre agentes entre los mismos bautizados, creyentes o no creyentes. Escuché de los sostenedores del desplazamiento de la familia tradicional confesarse cristianos, hasta católicos. Muchos de ellos se identifican como modelos prácticos de los desvalores que contradicen la fe que dicen profesar. Gracias a Dios existen quienes están empeñados en demostrar testimonialmente la sacralidad e indestructibilidad de la familia humana como el Creador la ha proyectado. 

5.- Su origen: santos esposos. Cristo ha elevado al matrimonio y a la familia a un orden nuevo, contrapuesto al del pecado, que sustancialmente la Sagrada Familia realiza y expone como ideal. Su celebración indica la meta de perfección e inspira a las familias los caminos que conducen a la misma. La espiritualidad propia, intentada generosamente por innumerables cristianos, ha logrado modelos cercanos de admirable gravitación como el reconocido por la Iglesia en la beatificación de Luis y María Quatrocchi, esposos y padres. La Argentina, influenciada por procesos culturales alejados de los valores cristianos antaño defendidos, está siendo seducida por la tentación y, en algunos de sus legisladores y pensadores de moda, ha sucumbido a ella. La Iglesia, y sus hijos fieles, constituye una reserva espiritual y moral innegable. Su tarea evangelizadora se identifica con los principios doctrinales que expone y defiende. La familia es una prioridad de urgente ejecución. La celebración de hoy expresa su absoluta confianza en la acción restauradora de la gracia de Cristo. Lo que Dios ama y decide no puede perecer. La familia, a la luz del Ideal presentado por la Sagrada Familia, debe recuperar su lugar de “célula básica de la sociedad humana”.

Fuente: Arquidiocesis de Corrientes, Argentina