Muestra que eres Nuestra Madre

+ Juan Antonio Reig Pla, Obispo de Segorbe – Castellón

 

 

21 de marzo de 1999

He escrito una Carta con motivo del 75º aniversario de la Coronación de la Verge del Lledó. La carta va dirigida, concretamente, a los fieles de la ciudad de Castellón y del Grao, que celebran a su Patrona. No obstante, dirijo estas letras a toda la diócesis convencido de que cualquier acontecimiento que nos ayude a acercarnos a la Madre de Dios, no puede menos de ser muy eficaz para la vida cristiana de todos los hijos de la Iglesia.

María, en efecto, como dice el Concilio Vaticano II, es tipo de la Iglesia. Es decir, modelo acabado y perfecto de identificación con Cristo y paradigma de fe, caridad y esperanza. Al mirar a María, los cristianos vemos con claridad qué espera Dios de nosotros: en Ella se dan, de modo admirable, la confianza en el Señor y una disponibilidad absoluta ante los planes divinos. "He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra", fue la respuesta de María al anuncio de esos planes de Dios. La misma docilidad y abandono pide Dios a los fieles cristianos, cada uno en la situación y circunstancias de su vida.

Pero, además de modelo, Santa María ejerce una función insustituible con los miembros del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. Siendo madre de Jesús, es madre también de sus miembros; el mismo Jesucristo nos la dejó explícitamente por madre en el momento supremo de su muerte en la cruz. Por eso la figura de la Santísima Virgen no es sólo para admirar; ante todo es intercesora ante Dios por las necesidades de sus hijos. Como madre buena que es, no le pasan inadvertidas nuestras dificultades y problemas; si, además acudimos a Ella con sencillez y confianza, es indudable que intervendrá a nuestro favor, completando lo que falte –por nuestra personal imperfección– al ruego que dirigimos a Dios.

El título de Madre de la Iglesia, aunque antiguo, ha sido reivindicado para Santa María especialmente en los últimos años. La Iglesia somos todos y María, madre de misericordia, mira con especial benevolencia a los más necesitados del cuerpo o del alma. De Ella hemos de aprender a vivir la caridad con los demás, sin fijarnos en los méritos o deméritos del prójimo; es más, extremando nuestro amor con quienes atraviesan carencias materiales o espirituales que, quizá, hagan más difícil nuestra generosidad.

Con enorme confianza, pues, invito a todos a acudir a María rogándole que se muestre cada vez más madre nuestra: "¡mostra te esse matrem!"

Con mi bendición y afecto.