Para mi la vida es Cristo

+ Fernando Chávez Ruvalcaba, Obispo de Zacatecas

 

1.- INTRODUCCIÓN.

La Encíclica de Su Santidad Juan Pablo II, “Rosarium Virginis Mariae”, ha sido el objeto de nuestras explicaciones y reflexiones durante los encuentros de todos los Domingos últimos de mes, durante este año 2003.Ya hemos visto la Introducción y los Capítulos I y II.
El día de hoy, desglosaremos el Capítulo III, el cual tiene como título “Para mí, la Vida es Cristo”. En él, Su Santidad, trata de hacernos entender, desde la hondura de su propia vida de oración mariana y de su unión con Cristo a través de María, cómo rezar el Rosario, quitándole su aparente repetición y monotonía que a tantos afecta y que por eso dejan de rezar esta valiosa práctica piadosa, que está arraigada en la tradición de fe y piedad en la vida de la Iglesia desde hace siglos. El Papa nos presenta el camino que lleva a rezar bien esta práctica de oración mariana (nos presenta el método adecuado y los frutos espirituales que se consiguen por este medio pedagógico). 2.- EL

2.- ROSARIO, CAMINO DE ASIMILACIÓN DEL MISTERIO.

El Rosario es un camino que ayuda a meditar los Misterios de la vida de Cristo. Usa el método característico y adecuado para favorecer su asimilación. Este método o manera de abordar los Misterios de la vida de Jesús, es la repetición. Esto vale para las Ave Marías que se repiten de diez en diez, en la corona que conforma el Rosario. Si el Rosario se considera de manera superficial, entonces ocurre que se trata de una práctica de piedad cristiana y mariana, árida y aburrida.
Si con detenimiento amoroso y sencillo de fe se descubre el valor del Rosario, entonces, se toma como “una expresión de amor”, que siendo incansable e inagotable, se desarrolla a base de esta repetición, que será siempre nueva si está iluminada y alimentada por el sentimiento que la inspira.
En Cristo se da su amor divino infinito y eterno por ser la Persona del Hijo. Dada su encarnación, ha asumido una naturaleza humana completa, en todo igual a nosotros, menos en el pecado. En Cristo su amor divino – humano, es misericordioso, dispuesto siempre a comprender y perdonar. Asimismo, por ser hombre es capaz de afectos humanos. A esto se debe indudablemente, dice el Papa, el que Cristo le haya pedido a Pedro la triple protesta del amor fiel al apacentar y guiar a sus ovejas (Cf. Jn 21, 15 – 17 ). Esta triple protesta de amor es muy congruente con las expresiones bellas y puras del verdadero amor humano.
Al repetir las Aves Marías del Rosario, el amor del creyente se dirige a Cristo, con ella y por ella. Esta repetición expresa cada vez más y más el deseo de una transformación y configuración con Cristo, el cual es el verdadero programa de vida cristiana. Dice el Papa que este deseo ardiente de configuración con Cristo de manera estrecha se expresa en las famosas palabras del Apóstol: “Para mí, la vida es Cristo, y la muerte una ganancia “( Fil 1, 31 ). Y también: “No vivo Yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gá 2, 20 ). “El Rosario nos ayuda a crecer en esta configuración hasta la meta de la santidad”, afirma Su Santidad.

3.- UN MÉTODO VALIDO QUE, NO OBSTANTE SE PUEDE MEJORAR.

El método o modo de rezar el Rosario, está muy de acuerdo a la estructura psico-física de la persona humana y su capacidad de relacionarse, con Dios, con sus semejantes y con el mundo que nos rodea. Esto aparece también en la forma de ser de los sacramentos y sacramentales en la liturgia que se llevan muy bien con las diversas dimensiones de la persona humana. Es el camino de la encarnación que nos relaciona entre sí y con Dios.
El Papa nos ayuda a distinguir este método de otros que surgen de diversas ideologías y religiones. Aquí se trata de “un método para contemplar”, que tiene valor, desde luego mirando al fin que es la unión con Dios y los hermanos, pero sin descuidar también su valor instrumental, proporcionando de esta manera fin y medio, que son en sí buenos en su complementariedad. El Papa quiere que apreciemos el Rosario en todos sus valores que lo pueden mejorar continuamente, según los requerimientos de la vida cotidiana de los individuos y de las comunidades, especialmente la familia.

4.- EL ENUNCIADO DEL MISTERIO.

La atención que debe prestarse al rezo del Rosario, se logra contemplando y haciendo una “composición de lugar” al leer e imaginarse cada misterio. Puede servir tener a la mano una imagen que ayude a esta atención contemplativa. Es lo que nos recomienda San Ignacio de Loyola en sus famosos Ejercicios Espirituales y que por otra parte va muy en consonancia con la Encarnación del Hijo de Dios que toma en cuenta la naturaleza humana que ha venido a salvar y perfeccionar.
De esta manera, el Rosario nos remite concretamente a los pasajes del evangelio sin agotarlos como es manifiesto, pero eso sí, a partir de la contemplación de los misterios se pude recurrir a la globalidad del evangelio y hacer referencias fecundas y novedosas guiados por el Espíritu y en compañía de María.
Siempre se deberá tener en cuenta la “lectio divina” de las Sagradas Escrituras que fecundiza el rezo del Rosario a la vez que éste nos conduce a dicha “lectio”.

5.- LA ESCUCHA DE LA PALABRA DE DIOS.

El Papa nos recuerda el valor de añadir en cuanto sea posible, la lectura bíblica de cada misterio. Este modo de rezar tiene la fuerza de la Palabra de Dios. No se trata de una mera información que ayude a centrar la atención, sino hablar con Dios y dejar sobre todo que El nos hable en compañía de Cristo y María. En alguna ocasión solemne y comunitaria, esta palabra se puede ilustrar con un breve comentario.

6.- EL SILENCIO.

Escuchar y meditar se alimentan del silencio. Al enunciar el misterio y escuchar la palabra, es conveniente, esperar unos momentos para iniciar la oración vocal y fijar así la atención en el misterio meditado. Redescubrir el valor del silencio es uno de los secretos para la práctica de la contemplación y la meditación. Esto es importante recuperar en un mundo tecnificado y de intenso y continuo uso de los medios de comunicación social, que de suyo ponen de lado la práctica y el valor del silencio. Como en la liturgia semejantemente debe usarse el silencio, después de escuchar la palabra de Dios, concentrando el espíritu en el contenido de un determinado misterio.

7.- EL”PADRE NUESTRO”.

Cuando se ha escuchado la Palabra y puesta la atención en el misterio, es natural que el alma se eleve hacia el Padre. La misión de Jesús es llevarnos continuamente a la presencia de su Padre, que es nuestro. El deseo de Cristo es introducirnos en la intimidad del Padre para que movidos por el Espíritu Santo podamos exclamar: “¡Abbá, Padre! ( Rom 8, 15; Gá 4,6 ). Unidos al Padre se establece nuestra filiación con El, al mismo tiempo nos hermanamos en Cristo, su Hijo amado con la presencia y la acción del Espíritu Santo. De esta manera, unidos también con la Virgen María, nuestra meditación del misterio, aunque se haga en soledad, tiene siempre una dimensión comunitaria.

8.- EXHORTACIÓN FINAL Y CONCLUSIÓN.

Hasta aquí podemos llegar el día de hoy. Para la próxima reunión, terminaremos de estudiar y asimilar este Capítulo III de esta bella Carta que el Santo Padre nos ha regalado.
¡Pongamos por práctica, lo que en estas reuniones vamos aprendiendo al iluminar con la doctrina del Papa nuestra vida de oración mariana, implorando con el rezo del Rosario, la paz del mundo, las bendiciones sobre la persona del Papa y para todos nosotros. El rezo de esta práctica de oración, nos debe unir siempre con la Iglesia Particular y Universal, teniendo muy en cuenta las necesidades de la Iglesia y del mundo en nuestro caminar con Cristo y María en pos de la vida eterna que de alguna manera ya vamos conquistando con nuestra fe iluminada por el espíritu de oración, nuestra esperanza en alerta y con nuestro amor a Dios y al prójimo!...

Zacatecas, Zac., 29 de Junio, en la Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, del Año del Rosario 2003. 
+ Fernando Chávez Ruvalcaba,
Obispo de Zacatecas.