Solemnidad de la Inmaculada 

SS. Juan Pablo II

 

Angelus, 8 de diciembre de 2003

1. "Tota pulchra es Maria": Toda hermosa eres, oh María. 

La Iglesia celebra hoy la Inmaculada Concepción de la bienaventurada Virgen María. Si Cristo es el día que no conoce ocaso, María es su aurora resplandeciente de belleza. 

María, elegida para ser la Madre del Verbo encarnado, es al mismo tiempo la primicia de su obra redentora. La gracia de Cristo Redentor actuó anticipadamente en ella, preservándola del pecado original y de todo contagio de culpa. 

2. Por eso, María es la "llena de gracia" (Lc 1, 28), como afirma el ángel cuando le lleva el anuncio de su maternidad divina. La mente humana no puede pretender comprender un prodigio y un misterio tan grandes. La fe nos revela que la Inmaculada Concepción de la Virgen es prenda de salvación para toda criatura humana, peregrina en la tierra. La fe nos recuerda también que, en virtud de su singularísima condición, María es nuestro apoyo inquebrantable en la dura lucha contra el pecado y sus consecuencias. 

3. Esta tarde, siguiendo una hermosa tradición, iré a la plaza de España. Así, rendiré homenaje a la Virgen Inmaculada. El beato Papa Pío IX hizo poner su estatua sobre una columna como perenne recuerdo del dogma de la Inmaculada Concepción, proclamado el 8 de diciembre de 1854. Por tanto, con esta peregrinación entramos en el 150° aniversario de aquel solemne acto del magisterio de la Iglesia. 

Desde ahora os invito a uniros a mí para invocar la intercesión de María Inmaculada por la Iglesia, por la ciudad de Roma y por el mundo entero.