Madre de la Consolación

SS. Juan Pablo II

 

Angelus. Visita Pastoral a Reggio Calabria, Italia. Domingo 12 de junio de 1988

1. Es la hora del Ángelus, la hora en la que el pueblo cristiano es invitado a dirigir su pensamiento a María. La tierra de Calabria está constelada de santuarios marianos, expresión evidente de una piedad profundamente sentida y vivida. Entre los más conocidos se pueden recordar los santuarios de la Virgen de las Armas de la diócesis de Cassano Ionio, de la Virgen del Puerto de la diócesis de Catanzaro-Squillace, de la Virgen de la Cadena en la diócesis de Cosenza-Bisignano, de la Virgen de Copacolonna en la diócesis de Crotone-Santa Severina, de la Virgen del Socorro en la diócesis de Lamezia-Terme, de la Virgen de la Montaña en la diócesis de Locri-Gerace, de la Virgen de la Odigitria en la diócesis de Lungro, de la Virgen de Montserrat en la diócesis de Mileto-Nicotera-Tronea, de la Virgen de los Pobres en la diócesis de Oppido-Palmi, de la Vireen Acheropita en la diócesis de Rossano-Cariati, de la Virgen del Pettoruto en la diócesis de San Marco-Scalea.

2. En la diócesis de Reggio son conocidos los santuarios de la Virgen de Módena, que visitaré esta tarde, de Porto Salvo, de las Gracias, de la Capilla, del Mar, de la Nieve.

Vosotros, los redinos, veneráis a la Virgen con el título muy significativo de Madre de la Consolación. Y María lo es porque Ella ha sido consolada, antes que nadie, con el gozo de la maternidad divina y con el de la resurrección de su Hijo Jesucristo. Por esto es fuente de consolación y precede con su luz al peregrinante Pueblo de Dios como signo de esperanza cierta y de consuelo hasta que llegue el día del Señor. (Lumen gentium, 68). Se trata de consuelo en el sentido más profundo de la palabra: María no sólo consuela en los dolores físicos y morales, sino que restituye el vigor al espíritu humano, ilumina y conforta la fe, de modo que el Pueblo de Dios se haga cada vez más capaz de expresar con su palabra y traducir en su vida el designio de salvación y su dimensión liberadora en el plano de la existencia individual y social.

3. María nos remite también al misterio de la Eucaristía, que es el misterio central de nuestra fe, el centro y el ápice de la vida cristiana. Cristo, vivo y presente en la Eucaristía, es el mismo que nació de la Virgen María: Ave, verum Corpus natum de Maria Virgine Ese Cuerpo y esa Sangre, presentes sobre el altar y ofrecidos al Padre para llegar a ser fuente de comunión entre los miembros del Pueblo de Dios, provienen de Ella.

María, Madre del amor y de la unidad, nos mantenga unidos, para que, como la primitiva comunidad nacida en el Cenáculo, seamos también nosotros "un solo corazón y una sola alma" (Act 4, 32) La "Mater unitatis", en cuyo seno el Hijo de Dios se ha unido a la humanidad inaugurando la unión esponsal del Señor con todos los hombres, nos ayude a ser "una sola cosa", convirtiéndonos en instrumentos de unidad entre nuestros hermanos.

Virgen Madre, te confío los anhelos de renovación de esta Iglesia y de todas las Iglesias. Los anhelos de justicia, de libertad y de paz de toda la humanidad, porque Tú eres la Mujer nueva, la imagen de la nueva creación y de la nueva humanidad.

Fuente: vatican.va