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Santo Rosario organizado por la
Diócesis de Roma en el primer aniversario de la muerte del Siervo de
Dios Juan Pablo II
SS.
Benedicto XVI
Queridos hermanos y hermanas:
Nos hemos reunido esta noche, en el primer aniversario de la muerte del
amado Papa Juan Pablo II, para esta vigilia mariana organizada por la
diócesis de Roma. Saludo con afecto a todos los presentes en la plaza de
San Pedro, comenzando por el cardenal vicario Camillo Ruini y los
obispos auxiliares. Saludo en particular a los cardenales, a los
obispos, a los sacerdotes, a los religiosos, a las religiosas y a todos
los fieles laicos, especialmente a los jóvenes. En realidad, para este
emotivo momento de reflexión y oración está aquí congregada
simbólicamente toda la ciudad de Roma. Saludo en especial al cardenal
Stanislaw Dziwisz, arzobispo metropolitano de Cracovia, durante muchos
años fiel colaborador del recordado Pontífice, y que está unido a
nosotros en conexión televisiva.
Ya ha transcurrido un año desde la muerte del siervo de Dios Juan Pablo
II, acaecida casi a esta misma hora —eran las 21.37—, pero su recuerdo
sigue estando muy vivo, como lo atestiguan las numerosas manifestaciones
programadas para estos días en todo el mundo. Sigue estando presente en
nuestra mente y en nuestro corazón; sigue comunicándonos su amor a Dios
y su amor al hombre; sigue suscitando en todos, y de modo especial en
los jóvenes, el entusiasmo del bien y la valentía para seguir a Jesús y
sus enseñanzas.
¿Cómo resumir la vida y el testimonio evangélico de este gran Pontífice?
Podría intentar hacerlo utilizando dos palabras: "fidelidad" y
"entrega"; fidelidad total a Dios y entrega sin reservas a su misión de
Pastor de la Iglesia universal. Fidelidad y entrega que fueron aún más
convincentes y conmovedoras en sus últimos meses, cuando encarnó en sí
lo que escribió en 1984 en la carta apostólica Salvifici doloris: "El
sufrimiento está presente en el mundo para provocar amor, para hacer
nacer obras de amor al prójimo, para transformar toda la civilización
humana en la "civilización del amor"" (n. 30).
Su enfermedad, afrontada con valentía, logró que todos estuviéramos más
atentos al dolor humano, a todo dolor físico y espiritual; confirió al
sufrimiento dignidad y valor, testimoniando que el hombre no vale por su
eficiencia, por su apariencia, sino por sí mismo, por haber sido creado
y amado por Dios.
Con las palabras y los gestos, el querido Juan Pablo II no se cansó de
advertir al mundo que si el hombre se deja abrazar por Cristo, no
menoscaba la riqueza de su humanidad; si se adhiere a él con todo su
corazón, no le falta nada. Al contrario, el encuentro con Cristo hace
nuestra vida más apasionante. Nuestro amado Papa, precisamente porque se
acercó cada vez más a Dios en la oración, en la contemplación, en el
amor a la Verdad y a la Belleza, pudo hacerse compañero de viaje de cada
uno de nosotros y hablar con autoridad también a los que están alejados
de la fe cristiana.
Esta noche, en el primer aniversario de su vuelta a la casa del Padre,
somos invitados a acoger nuevamente la herencia espiritual que nos ha
dejado; nos sentimos estimulados, entre otras cosas, a vivir buscando
incansablemente la Verdad, la única que puede colmar nuestro corazón.
Nos sentimos impulsados a no tener miedo de seguir a Cristo, para llevar
a todos el anuncio del Evangelio, que es levadura de una humanidad más
fraterna y solidaria.
Que Juan Pablo II nos ayude desde el cielo a proseguir nuestro camino,
como dóciles discípulos de Jesús, para ser, como él mismo solía repetir
a los jóvenes, "centinelas de la mañana" en este inicio del tercer
milenio cristiano. Para esto invocamos a María, la Madre del Redentor, a
la que él tuvo siempre una tierna devoción.
Me dirijo ahora a los fieles que desde Polonia están en conexión con
nosotros.
Nos unimos en espíritu a los polacos que están reunidos en Cracovia, en
Varsovia y en los demás lugares para la vigilia. Sigue vivo en nosotros
el recuerdo de Juan Pablo II y no se apaga el sentido de su presencia
espiritual. El recuerdo del gran amor que sentía por sus compatriotas
sea siempre para vosotros la luz en vuestro camino hacia Cristo.
"Permaneced fuertes en la fe". Os bendigo de corazón.
Ahora imparto de corazón a todos mi bendición.
Fuente:
vatican.va
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