Maria, asunta al cielo

 

Provincia Agustiniana del Santísimo Nombre de Jesús de España

 

Homilía

Como todos sabéis, celebramos hoy la Asunción de la Virgen. Esta fiesta es muy antigüa, puesto que ya se celebraba desde el siglo IV, aunque fue el papa Pio XII quien, en 1950, después de consultar a casi todo el pueblo cristiano a través de los obispos y sacerdotes, definió el dogma de la Asunción con el cual se nos dice que la Virgen subió en cuerpo y alma al cielo.

Por eso, esta fiesta nos recuerda que María ha resucitado, al igual que su Hijo, y que vive, ya en el cielo, esa vida que Dios nos tiene preparada.

De ahí que, celebrar esta fiesta de la Asunción, nos debe llevar también a pensar en esta otra vida en donde gozaremos de la presencia de Dios, porque la Asunción no es un privilegio exclusivo de María, sino que es algo a lo que estamos llamados todos los cristianos; es la promesa hecha a todos los que seguimos a Cristo y que intentamos vivir nuestra fe día a día.

Pero, por otra parte, celebrar la Asunción de María nos debe llevar a mirar un poco lo que fue la vida de la Virgen. Y, es curioso que siendo María tan importante para todos nosotros, los evangelios apenas nos dan noticias sobre ella. Sin embargo lo que nos cuentan es suficiente para darnos cuenta de su valía:

- En la anunciación, por ejemplo, a pesar de no comprender cómo podría ser posible lo que el ángel le estaba diciendo, se fió de Dios.

- María es también esa persona, que cuando se entera que su prima Isabel está embarazada, deja su casa para ir a ayudarla.

- Es también la que está siempre atenta a las necesidades de los demás. Recordemos, por ejemplo, las bodas de Caná, cuando los novios se quedan sin vino, María es la primera en darse cuenta e intercede por ellos ante Jesús.

- Por otro lado María es la que está al pie de la cruz de Jesús, cuando todos los discípulos le abandonaron por miedo a los judíos.

Y bueno, la verdad es que se pueden decir muchas cosas más de la Virgen. Pero si se pudiese resumir en una frase lo que fue la vida de María habría que decir lo siguiente: que ella fue esa persona que supo amar a Dios y al prójimo en todo momento. Este es, por tanto el gran ejemplo que nos deja María.

Y hablar de esto de esto que es tan fundamental para un cristiano, el amar a Dios y al prójimo, supone desgraciadamente hablar de algo que en la práctica, en la vida de cada día, se tiene un tanto olvidado.

Por un lado, el amor a Dios que tanto tuvo María, y que es algo tan fundamental parece que está en crisis. Porque el cristiano debe ser una persona, por así decirlo, enamorada de Dios. Y hoy en día, no es fácil encontrar un persona que sea capaz de decirte esto y que te lo demuestre con la vida. Y, ?claro!, cuando falta esto es fácil no darle importancia a la eucaristía, uno se aburre y está deseando irse, o bien deja el sacramento de la penitencia, y otras cosas más.

Por otro lado, con el mandamiento delamor al prójimo ocurre igual: está en crisis. Hoy en día, ocurre lo mismo que con el amor a Dios: encontrar una persona a la que lo único que le importe sea hacer felices a los demás no es fácil. Y, parece que hoy en día muchas personas se mueven más por lo que les apetece en cada momento, en vez de por hacer lo que está bien en cada momento, o por buscar en todo momento hacer felices a los que tenemos a nuestro lado.

Pues bien, yo os invito en este día en que celebramos la Asunción a que en nuestra vida procuremos imitar a María, a que luchemos por ser unos cristianos cada día más auténticos, a que en definitiva luchemos por querer a Dios por encima de todo y a preocuparnos por las personas que tenemos a nuestro lado. Y, ya como sugerencia, una forma de imitar a María podría ser el proponernos durante esta semana el ayudar a todo aquel que veamos que le podemos echar una mano bien en nuestra familia o fuera de ella, ya que el evangelio nos ha hablado precisamente de que María salió en ayuda de Isabel.

Si os parece lo pensais y luego en el ofertorio dejaré un momento de silencio simplemente pavra que todo aquel que se quiera proponer esto, se lo presente personalmente a Dios para que le ayude a vivirlo.