Solemnidad de la Asunción de la Virgen

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El Tránsito

Según estos mismos apócrifos, todos los Apóstoles fueron avisados por el Espíritu Santo, y sobre una nube luminosa fueron trasladados a Jerusalén, donde rodearon el lecho de la Virgen. El escrito pone en labios de San Juan esta descripción refiriéndose a María: “Sus lágrimas corrieron y las enjugué con mi vestido, y yo lloraba y las tres vírgenes lloraban también muy afligidas. Y le dije: ¿Por qué temes salir de este mundo, Tú que has engendrado al Cristo? ¿Qué harán, pues, los que están en tu torno y que ignoran cuál será su suerte al dejar este mundo? Porque recibirás de tu Hijo corona brillante y las pondrás en las cabezas de los hombres justos, y un castigo eterno caerá sobre los que lo hayan merecido. No te entregues, pues, a la tristeza y al dolor, ¡oh bienaventurada María!, porque el Espíritu Santo me ha dicho en Efeso que los demás compañeros míos se reunirán a tu lado para solicitar tu bendición, como ha dicho David”.

Y, efectivamente, llegaron los Apóstoles sobre las nubes, y se acercaron a María y la saludaron, y Ella se regocijó. Y Juan los saludaba, y sobre sus coronas se alzaba la magnífica aureola de Cristo. María se incorporó en su lecho y los bendijo y alabó a Dios diciendo: “Confío en mi Señor, en que vendrá del cielo para que Yo lo vea como os veo a vosotros.”

La Asunción

El viernes por la mañana, por disposición del Espíritu Santo, llevaron a María a una caverna que había en el camino de Getsemaní, y allí quedaron en oración en torno a su lecho. No son para contar aquí los innumerables prodigios y curaciones de que estos escritos rodean tales episodios. Por allí desfilaron todos los Patriarcas del Antiguo Testamento, empezando por Adán y Eva. Por último, apareció Jesucristo rodeado de majestad. Las artes plásticas los representan junto al lecho mortuorio de su Madre teniendo en sus brazos una niña. Es el alma de la Virgen.

El rostro de María- escribe el apócrifo- resplandeció con una claridad maravillosa, y extendiendo las manos los bendijo a todos. Y el Señor tendió su santa mano y tomó su alma pura, que fue llevada a los tesoros del Padre. Y se produjo una luz y una aroma suave que en el mundo no se conocen, y he aquí que una voz vino del cielo diciendo: “Yo te saludo, dichosa María, bendita y honrada eres entre todas las mujeres”. Y Juan, discípulo, extendió la mano de la Virgen, y Pedro cerró sus ojos, y Pablo extendió sus pies, y Nuestro Señor subió a su reino eterno escoltado por los ángeles y en medio de alabanzas.”

El ceñidor de Tomás

Los Apóstoles cubrieron la entrada de la caverna con una gran piedra, y quedaron en oración durante tres días, en que estuvieron oyendo siempre el Cantar de los Cantares. Una gran luz los envolvió de manera que no podían ver nada, y entre tanto, la Virgen sin mancha fue llevada en triunfo al Paraíso.

Allí estaban los Apóstoles en oración cuando llegó sobre una nube el apóstol Tomás. Cuando venía, había visto el cortejo de los ángeles que llevaban en hombros el cuerpo de la gloriosa Virgen María, y los mandó parar para obtener su bendición.

Al verle acercarse, Pedro le reconvino por no haber llegado a tiempo. Pero Tomás se justificó diciendo que, cuando recibió el aviso, estaba bautizando a un sobrino del rey de la India. Ahora deseaba ver el cuerpo de la Virgen. Le dijeron que estaba encerrado en la caverna, pero él no quería creer mientras no lo viese. En vano le recordaron su incredulidad del día de la Resurrección del Señor. Tomás insistía, hasta que irritado Pedro, retiró la piedra de la boca de la caverna ayudado por sus compañeros, y comprobó con sorpresa que la caverna estaba vacía.

Tomás les dijo: “No os aflijáis, hermanos, porque al venir yo de la India vi en una nube el santo cuerpo acompañado de multitud de ángeles con gran gloria, y pedí que me bendijese, y me dio este ceñidor.”

La entrada en el cielo

La entrada de María en el cielo es uno de los temas que más se prestan al ejercicio de la imaginación. El recibimiento que le dispensan los bienaventurados, su paso junto a los tesoros donde se guarda la nieve, el granizo, el rocío y el trueno, y otras cosas semejantes, el homenaje prestado por todos los ángeles y santos son otros tantos asuntos de innegable colorido. Fue pasando a través de doce puertas, y al pasar la duodécima encontró a la Santísima Trinidad.

Una vez allí, María no olvida que es la Madre de lo pecadores, y se dedica a pedir por ellos. Con esto comienza una serie de milagros debidos a la intercesión de María”.

(Verbum Vitae, t. X, B.A.C., Madrid, 1955, p. 345-346)

Fuente: iveargentina.com