La Asunción

San Agustín 

 

A) La Solemnidad

“Es el día de hoy, amadísimos hermanos, de suma veneración. Día cuya solemnidad aventaja a las solemnidades de todos los santos. Día, digo, célebre, esclarecido; día en el que salió de este mundo la Virgen María. Entonces la tierra entera con grande júbilo, entonó las alabanzas, por la hermosa partida de tan ilustre Virgen; porque sería indigno en extremo que pasase inadvertido el recuerdo de esta solemnidad, por la que merecimos recibir el acto de la vida. Si celebramos las victorias de los Santos Mártires, ¿hemos de pasar por alto la solemnidad de aquella que dio a luz al Príncipe de los Mártires? En este día celestial, la bienaventurada Virgen María dice a su Esposo: Cogiste mis manos con la tuya, me llevaste de buena voluntad y me recibiste con gloria. Hoy el esposo, Hijo y Señor, dice a María; Ya pasó el invierno, nevó e hizo frío; levántate, amiga mía, esposa mía, paloma mía, y ven. (Cant. 2, 10-11”)

B) Loa a Nuestra Señora.

Digamos algo en alabanza de la Sacratísima Virgen. Pero ¿qué somos nosotros, qué acciones las nuestras, para que la alabemos, cuando, aunque todas las partes de nuestro cuerpo se convirtiesen en lenguas, no seríamos suficientes para ensalzarla? Es más alta que el cielo aquella de quien hablamos, y más bajos que el abismo los que intentamos alabarla. Ella llevó encerrado en su seno a al Dios que no puede comprender criatura alguna.

Ésta es la única que mereció ser llamada a la vez Madre y Esposa; la que reparó los daños de la primera madre; la que ofreció la redención al hombre perdido. La madre primera trajo al mundo la pena del género humano; la Madre de Nuestro Señor trajo al mundo la salvación. Eva pecadora; María llena de mérito. Eva entró matando. María se presentó dando vida. María dio a luz al Salvador de todas las cosas, de un modo admirable y digno de nuestro culto. ¿Quién es pues, esta Virgen tan Santa a la que se dignara venir el Espíritu Santo? ¿Quién es ésta tan grande para que Dios la tome por Esposa? ¿Quién es esta tan casta que puede permanecer virgen después del parto? Es el templo de Dios, la fuente sellada, la puerta cerrada en la casa del Señor. A su alma bajó el Espíritu Santo y el Altísimo la llenó de su virtud. Ella es la Inmaculada en su concepción, fecunda en el parto, Virgen que sustenta y provee de manjar a los ángeles y a los hombres. La que, bienaventurada, preparó al mundo tan extraordinaria victoria, con razón sale de nosotros coronada de laureles.

¡Oh dichosa María dignísima de toda alabanza! ¡Oh Madre gloriosa! ¡Oh Madre en cuyas entrañas se aloja el Creador de cielo y tierra! ¡Oh felices ósculos los de esta Madre, cuando le dirigía Jesús las primeras caricias infantiles, como verdadero Hijo suyo, mientras imperaba como verdadero Dios unigénito del Padre! Pues en tu concepción, ¡Oh María!, diste a luz, en el tiempo, un niño que era Creador desde la eternidad. ¡Oh feliz nacimiento, alegría de los ángeles, deseado por los santos! Recibió injurias, fue cruelmente azotado, bebió hiel y fue sujeto a un patíbulo para demostrar padeciendo que era verdadero hombre y, por lo tanto, que eras tú su verdadera Madre. Pobre de ingenio, ¿Qué puedo yo decir, cuando todo lo que dijese de ti sería alabanza menguada, siendo tal alta tu dignidad? ¿Te llamaré cielo? Eres tú más elevada que el cielo. ¿Te llamaré madre de las gentes? Es poco,. ¿Figura de Dios?... Lo eres muy digna. ¿Señora de los ángeles?... ¡oh, lo demuestras suficientemente en todas las cosas! ¿Qué diré, pues, digno de ti, qué referiré, siendo la lengua humana incapaz de narrar tus virtudes? No, la lengua no puede expresar lo que el ánimo profiere fervorosamente en el interior. Imploremos, con todo el afecto del corazón, la intercesión de la bienaventurada Virgen, e invoquemos con todo empeño su patrocinio, para que mientras nosotros, suplicantes, imploramos su protección en la tierra, Ella se digne interceder por nosotros en el cielo. Pues no hay duda de que la que mereció ofrecer tan alto precio para salvarnos, podrá mejor dar un sufragio a todos los santos libertados”.

(Cf. De Assump. B.V. M. : PL 40, 1145.)

Tomado de Verbum Vitae, La Palabra de Cristo, T. X, Madrid. 1959. Ed. BAC, 320-322

Fuente: iveargentina.com