La Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen

 

Gustavo Daniel D´Apice

 

Recorrido histórico.

Hagamos un recorrido histórico hasta la declaración del dogma.

El primer testimonio, es un himno a la concepción de Ana, alrededor del año 740. El meollo, el centro del contenido de esta celebración litúrgica era Ana, la mamá de María, liberada de su esterilidad.

Expresiones posteriores medievales como la única inmaculada, la santísima, la purísima, no tienen la significación del dogma declarado en 1854.

Algunos pensaban que había sido justificada plenamente en su nacimiento, o en la anunciación, o al pie de la Cruz (Jn 19, 17-21).

Oposición católica.

Tenaz opositor de la Inmaculada Concepción de la Virgen fue San Bernardo (1090-1153), el poeta y trovador de la misma, pero que no aceptaba que sea inmaculada, de acuerdo a lo dicho por San Pablo en la Carta a los Romanos, capítulo 5, con referencia a la universalidad del pecado original.

Que había sido santificada antes del nacimiento, aunque no en su concepción, lo sostuvieron los siguientes Doctor de la Iglesia: el Obispo San Agustín, el franciscano San Buenaventura (m. 1274), San Alberto Magno, (m. 1280), Santo Tomás de Aquino, m. 1274).

Aproximaciones.

El teólogo franciscano Duns Scotto (1266-1308) comenzó a explicar la cuestión por el camino de la conveniencia, como una simple opinión: 

Convenía que la Madre de Jesús-Dios, fuera liberada anticipadamente por los méritos de Jesucristo que padecería luego en la cruz del pecado original, a fin de otorgar a su Hijo Divino una naturaleza humana perfecta, sin ninguna parte en la desarmonía en que nos sumió el pecado de nuestros primeros padres.

Desde allí, esta tesis-doctrina-opinión se difundió y aceptó rápidamente en todo el ámbito cristiano. 

Hasta la aceptación de los Oficios Litúrgicos de Sixto IV en 1476.

Oficios Litúrgicos.

En efecto, en el año 1476, el Papa Sixto IV, autoriza Misas y Oficios para dar gracias por la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, y hacernos más aptos para recibir la divina gracia (Cfr. DZ 734)

Ni una cosa ni la otra.

Muchos cristianos predicaban que no era Inmaculada, y que eran herejes los que celebraban esa misa o creían en ello. El Padre General de los Dominicos estaba entre ellos (Cfr. DZ 735)

Por lo tanto, el papa Sergio IV vuelve a intervenir. Y condena el que se digan herejes unos a otros, tanto de un lado como del otro, porque la cuestión todavía no estaba definida definitivamente por la Santa Sede.

El Concilio de Trento.

En la sesión V del Concilio de Trento se trata el Decreto sobre el pecado original (1546) (cfr. DZ 790ss.), y se explicita lo siguiente:

• Adán fue creado en amistad con Dios, es decir, en gracia.
• Perdió la gracia por el pecado original, así como los dones preternaturales (inmunidad, ciencia, integridad, inmortalidad), y así lo transmitió a sus descendientes por generación.
• Quedó bajo la influencia nefasta de Satanás.
• La justificación y el Bautismo lo quitan (este pecado de los orígenes)

Declaraciones a favor.

Pero, sin embargo, y sin afirmar ni negar lo contrario, dice explícitamente el Concilio que en este Decreto NO SE INCLUYE A LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA.

El Papa Paulo III, también durante el transcurso del Concilio de Trento ya en el año 1547, en el Decreto sobre la Justificación, expresa: 

Nadie está exento de pecar o de perder la gracia, ni de evitar todos los pecados, aún los veniales. SALVO ESPECIAL PRIVILEGIO DE DIOS, como la BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA (Cfr. DZ 790 ss.)

Aún el dogma, que es una luz en nuestro camino de fe (cfr. Catecismo Nº 89), no se define, pero se va acercando a él lentamente.

El Papa San Pío V, en 1567, prohíbe decir que la Virgen murió por el pecado original, es decir, como consecuencia de él (cfr. DZ 1073)

En 1616 Pablo IV prohíbe enseñar la doctrina contraria, aunque documentos previos de la Inquisición prohibían hablar de la Inmaculada Concepción de la Virgen.

Alejandro VII en 1661, vuelve a hablar sobre la Inmaculada Concepción:

Dice que hay una antigua creencia que ya casi todos los católicos la abrazan: 

Que la Santísima Virgen María estaría inmune del pecado desde la infusión de su alma en el cuerpo, por los méritos de la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, aplicados a ella anticipadamente, previniéndola para su Maternidad Divina (cfr. DZ 1100)

Y renueva las declaraciones en favor de esta opinión cada vez más certera.

La enseñan a continuación, pero no como una cuestión de fe, San Juan Eudes, San Luis María Gringon de Monfort y San Alfonso María de Ligorio, y la fiesta del 8 de diciembre se va extendiendo por toda la Iglesia.

Exageraciones.

Pero, lamentablemente, aparecen exageraciones, como el voto sangriento, de quienes se ofrecen a dar la vida o combatir hasta la muerte defendiendo esta hasta ahora hipótesis. Como esto no es cristiano, la Sede Apostólica prohíbe este voto y frena el desarrollo del pensamiento y difusión de la cuestión sobre la Inmaculada Concepción de la Virgen.

DEFINICIÓN DEL DOGMA.

FINALMENTE, EL 8 DE DICIEMBRE DE 1854 (150 años en el 2004) EL PAPA PÍO IX, EN LA BULA INEFFABILIS DEUS (“sin palabras”), SOSTIENE, PROCLAMA Y DEFINE EL DOGMA, invocando la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los Apóstoles Pedro y Pablo y la suya propia, y para exaltación de la Gloria de Dios, honor y ornamento de la Madre de Dios, afianzamiento de la fe católica y acrecentamiento de la religión cristiana:

“La Santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción ´por singular gracia y privilegio del Dios Omnipotente , en atención a los méritos de Cristo Jesús, Salvador del género humano´. Doctrina que está revelada por Dios y debe ser creída por todos los fieles católicos”.

Esta definición tenderá luego a la definición de la Asunción.

Consecuencias.

San Pío X, en 1910, dice que confía en el carisma de la verdad del Sucesor de Pedro (Cat. 94 d), y frente a los modernistas (que no creen en milagros ni cosas sobrenaturales), reafirma su fe en el dogma (cfr. DZ 2147)

Consecuencias teológicas, espirituales, vitales.

1. Fue salvada como todos, por los méritos de Jesucristo, no por los suyos propios, que no los tenía.
2. El culto mariano, no de adoración (latría) como a Dios, es de veneración (dulía) y no debe caer en la exageración (maximalismo) ni en la minusvaloración (minimalismo).

La “Marialis Cultus”.

Según la Exhortación Apostólica “Marialis Cultus” (El Culto Mariano) de Pablo VI, en 1975, retomada constantemente por el Magisterio de la Iglesia, el culto de veneración mariano debe tener las siguientes notas:

1. ANTROPOLÓGICO. Es decir, María plenamente mujer, más cerca de nosotros (por su ser creatural), que de Dios (que es infinito). La mujer de nuestro siglo, de nuestro país, de nuestra provincia, nuestra ciudad, nuestro barrio. ¿Cómo sería María hoy, llena de gracia, en el siglo XXI, en las actuales circunstancias de América, Asia, África, Europa, Oceanía? Sin duda cumpliendo la Voluntad de Dios, pero de manera distinta a la de Palestina hace 20 siglos, por la diversidad de circunstancias que le tocarían vivir. ¿Cómo sería María hoy en el hogar, en la empresa, en la oficina, en la política, en los emprendimientos sociales, en su concepción de la economía de los pueblos? ¿Cómo aplicaría su “genio femenino”, según la acertada expresión de Juan Pablo II, tan necesario para que la humanidad sea más humana y justa?. Eso quiere decir María plenamente mujer.

2. Otra nota del culto mariano es que debe ser BÍBLICO. Más que arrancar de leyendas, florecillas, apariciones y/o visiones, el verdadero y sólido culto mariano debe tener su fundamento en la Sagrada Escritura. Y no faltan motivos para ello. María, la primera y la más perfecta discípula del Señor, que mantuvo su “Sí” desde la concepción hasta estar de pie sufriendo con su Hijo al pie de la Cruz. La que arrancó su primer milagro a Jesús en Caná de Galilea, cambiando por su pedido el agua de la Antigua Alianza en el vino de lo que sería la Nueva Alianza sellada por Su sangre. La que recibió el “piropo” de su Hijo de ser feliz por escuchar la Palabra de Dios y cumplirla, más que por su maternidad en la carne. La que solicita a los discípulos de su Hijo que todo “hagan lo que Él les diga”. La que, en fin, es entregada como Madre a los cristianos al pie de la Cruz. ¿No hay suficiente fundamento en la Sagrada Escritura, fuente de Revelación escrita de nuestra fe, que debemos buscar en otros lados? Sin duda, que revelaciones y visiones, siempre son privadas, aún las aceptadas por la Iglesia (cfr. Catecismo Nº 67), y AYUDAN a vivir la Revelación Pública (Sagrada Escritura y Tradición Viva) en una época determinada de la historia, pero nunca sustituyen ni superan la Revelación, sino que están a su servicio, y no van más allá de ella.

3. Otra nota del culto mariano de veneración es que debe ser LITÚRGICO. El culto mariano debe manifestarse principalmente a través de la liturgia. Las devociones privadas pueden ayudar (el ángelus, el rosario, los primeros sábados, advocaciones particulares, triduos y novenas, y, es más, son recomendables), pero siempre deben conducir y desembocar en la oración pública de la Iglesia, en la Liturgia. Las fiestas marianas del calendario litúrgico que señalan sus prerrogativas singulares, los tiempos litúrgicos fuertes como los de Adviento y Navidad, que tienen una fuerte presencia suya, deben servir no sólo de apoyo, sino de cumbre de nuestra oración y devoción hacia la Madre de Jesús y nuestra Madre.

4. Y la última nota que señala Pablo VI en Marialis Cultus, y que siempre es retomada por el Magisterio de la Iglesia, es que el culto mariano de veneración deber ser ECUMÉNICO. María, la Madre de Jesús, es la Madre de todos los cristianos. No sólo de los católicos. Cristianos son los católicos, ortodoxos, evangélicos en general, anglicanos, luteranos, calvinistas, etc. (No consideramos aquí a las sectas no cristianas, como los Testigos de Jehová, Mormones y New Age). Si los cristianos en general son hermanos de Jesús, los hermanos tienen, como consecuencia, una misma Madre. Por eso María es amada, de distintos modos y con distintas manifestaciones, por católicos, ortodoxos y evangélicos. Y ninguno tiene que minusvalorar o despreciar la forma en que el otro la ama y le manifiesta su amor. Al principio dijimos que, para ello, no hay que caer ni en el “maximalismo mariano” (exageración en el culto y sus manifestaciones) ni en el “minimalismo mariano” (no tenerla en cuenta). El culto ecuménico tiene en cuenta al cristiano de otra denominación, y busca no ofenderlo ni con las expresiones ni con las manifestaciones, ya sea por su exageración o por no querer tenerla en cuenta. Siempre en el equilibrio está la virtud, y no debemos escandalizarnos unos a otros en las manifestaciones de fe. Ya dijo Jesús sobre lo que correspondía a los que escandalizan a los “pequeños” (cristianos) que creen en Él (Mc 9, 42 y //).

VOCACIÓN UNIVERSAL A LA SANTIDAD.

Esta vocación, anticipada en la Inmaculada y consumada en la Asunción, es la vocación de todos los fieles cristianos, según el capítulo V de la Constitución Dogmática sobre la Iglesia, del Concilio Vaticano II.

LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA PERTENECE A SU SANTIDAD, A SU PLENITUD DE GRACIA, CON TODAS LAS VIRTUDES, DONES, FRUTOS, CARISMAS Y BIENAVENTURANZAS DEL ESPÍRITU SANTO, plenitud que todos estamos llamados a alcanzar en el desarrollo normal de la vida cristiana.

ICONO ESCATOLÓGICO DE LA IGLESIA.
(Catecismo 972 – Lumen Gentium 68-69)

María Inmaculada, con su Asunción en cuerpo y alma glorificada a los cielos, es figura final de lo que seremos todos los cristianos.

Imitémosla en su santidad, y con ella seremos glorificados junto a su Hijo Jesús.