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En
la fiesta del Corazón de María: "María, discípula de
corazón"
Padre
Enrique Moreno Laval ss.cc.
Invitados
por la Iglesia a poner "fijos los ojos en Jesús"
(Hebreos 12,2), y particularmente en su Corazón, inevitablemente
vemos su lado a María, la madre, quien no deja de hablarnos desde
su propio corazón. Aquella que tuvo a Jesús en sus brazos, en la
cuna de Belén y bajado de la cruz en Jerusalén, nos ha dejado
enseñanzas elocuentes desde su corazón pequeño y sencillo. María
es la primera discípula de Jesús y, como tal, es para nosotros
una maravillosa compañera de camino que nos enseña con su propio
proceso de fe. Puede sernos útil mirarla una vez más y pedirle
simplemente que nos enseñe cómo tener las mismas actitudes de su
corazón.
María nos enseña cómo escuchar a Dios
Lucas 1,26-38. Dios irrumpe en su proyecto personal con un llamado
inesperado: ser madre de Jesús. María pide explicaciones.
Superada la sorpresa y el temor, escucha a Dios desde los más
profundo de su ser y acepta sin condiciones. Así, cambia su
proyecto, asume los riesgos, se aventura en la fe.
María nos enseña cómo conservar todo en el corazón Lucas 2,19
/ 2,51. Nada de lo que sucede resbala en su corazón. Todo lo
acoge, lo medita, lo reflexiona, lo contempla. Va
"rumiando" en su corazón lo que Dios le va diciendo a
través de personas y acontecimientos. María: unos ojos que
observan, unos oídos que escuchan, una mente que reflexiona, un
corazón que se asombra, una vida que responde.
María nos enseña cómo ser pobre y tener un corazón de pobre
Es la "esclava" del Señor, Lucas 1,38. Pobre ante Él,
asume con Él la causa de los pobres, tal como lo expresa en su
canto del Magnificat, Lucas 1,46-55. Da a luz en una pesebrera y
es visitada primeramente por los pobres, Lucas 2,1-20. Sufre la
persecución, la exclusión, el exilio, Mateo 2,13-15. En el
templo, presenta la ofrenda de los pobres, Lucas 2,22-24.
María nos enseña cómo atender y servir a los demás
Al saber de la situación de su prima Isabel, va con decisión y
con prisa a acompañarla: Lucas 1,39-45. En las bodas de Caná,
está atenta, pendiente de cualquier necesidad se deja llevar por
su corazón, y entonces advierte a Jesús, ruega, intercede;
invita a hacer lo que Jesús diga: Juan 2,1-12.
María nos enseña cómo cuidar la vida
Desde el primer momento de la concepción, María cuida la vida de
su hijo: Lucas 2,7; 2,44-45; 8,20. Así lo hace desde el
nacimiento hasta la cruz. Con Jesús en sus brazos sabe que este
hijo le pertenece y no le pertenece: va aprendiendo día a día a
ser libre de corazón. Durante el ministerio de su hijo está
siempre pendiente de su vida, pero no se apropia de nada ni de
nadie. Nos enseña a no amarrar nunca, a soltar siempre; a acompañar,
sin dominar ni invadir ni absorber. Así María crece y deja
crecer la vida.
María nos enseña cómo estar al pie de la cruz
Desde el anuncio de Simeón, María estará preparándose para
acoger en la fe esa "espada que le atraviesa el alma",
Lucas 2,35. Madre hasta el fin, asumirá el dolor de su hijo como
propio, al pie de la cruz, Juan 19,25-27. Sabrá también
compartirlo con otros, en el consuelo y en el fortalecimiento
mutuo.
María nos enseña cómo compartir la fe con los demás
A partir de la cruz y la resurrección, la casa de María es la
casa de los discípulos, Juan 19,26-27. Ella misma pasa a ser el
corazón de la Iglesia naciente, el sustento de su esperanza. Con
los discípulos ora perseverantemente. Les entrega todo lo suyo,
como mujer, como madre. Con ellos espera la venida del Espíritu,
Hechos 1,14; ese Espíritu de Dios que nos traerá al corazón
(re-cordará) todo lo que Jesús nos dijo.
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