Perla Inmaculada 

San Francisco de Sales

 

Nuestra Señora, la Santísima Virgen, fue concebida por vía ordinaria de generación. Sin embargo, Dios, habiéndola predestinado en su mente desde toda la eternidad para Madre suya, la preservó pura y limpia de toda mancha. Me es forzoso servirme de una comparación para hacerme comprender:

¿Sabéis como se forman las perlas? Las madreperlas hacen como las abejas: tienen su reina, y eligen como tal a la mayor de ellas, a la que todas siguen. Suben a la superficie del mar a la hora más fresca del día, que es el amanecer, principalmente en el mes de mayo. Cuando están allí, abren sus conchas vueltas hacia el cielo, y las gotas de rocío caen dentro de ellas. En seguida, cerrándolas, se sumergen de nuevo en el mar, donde incuban ese rocío y lo convierten en perlas que, después, se aprecian tanto. Observad, sin embargo, que ellas cierran tan bien sus conchas que no dejan entrar ni una gota de agua salada. 

Esta lección nos conviene mucho para este discurso. El Señor hizo lo mismo con la Santísima Virgen. En el instante de su concepción, Él se puso, por así decir, bajo Ella, para impedirle caer en el pecado original. Y, así como la gota del rocío, que no encuentra concha para recibirla, cae en el mar y se convierte en agua amarga y salada, pero si una concha la recibe, se transforma en una perla, así María vino a este mundo por vía común de generación, pero preservada de las aguas saladas de la corrupción del pecado. 

Debía tener ese privilegio especial, porque no era razonable que el demonio echase en cara a Jesús, alguna vez, que quien lo había llevado en sus entrañas, había sido tributaria de Satanás.

San Francisco de Sales(Obras selectas, B.A.C., Madrid, 1953, t. I, p. 503) 

Fuente: Asociación Cultural Salvadme Reina de Fátima - España