150 aniversario del dogma de la Inmaculada Concepción

Angel Moreno Sancho 

 


LA INMACULADA, OBRA MAESTRA DEL AMOR DE DIOS

Me he asomado al sin tiempo de Dios, al centro de su amor entrañable, donde alberga todo su proyecto de amor y he contemplado a la Trinidad Santa diseñando su obra maestra, la criatura escogida para ser la mujer que albergara al Verbo hecho carne, verdadera Madre de Dios.

La Virgen Nazarena, remecida de gracia, llena de luz, amada de Dios, fue preservada de pecado. En ella se extasió Dios mismo y la contempló como hija, esposa, madre, llena de hermosura, vestida como novia que se engalana para su esposo. La miró, la amó, se enamoró de ella y la adornó de todas las virtudes.

Dios interviene en la historia de manera concreta y de forma especial en la concepción de María, que desde el primer instante de su existencia gozó de la gracia. Ella es la sin pecado. El Creador de todo cuanto existe, no podía permitir que la elegida para madre del Hijo amado conviviera con algún signo de enemistad con Dios, como es el pecado.

Por el Hijo único, por su obra redentora, que alcanza a todos los hombres, Dios tuvo a bien adelantar en María la obra consumada de la creación, el diseño perfecto de lo que la Trinidad Santa había concebido como humanidad plena, a imagen del primogénito. María es a la vez reflejo de la gloria de Dios y madre de la Palabra encarnada.

Derroche de gracia

Atrévete por un instante a imaginar el derroche de gracia que Dios derramó sobre esta criatura bendita, María de Nazaret. A ella la identifican como la mujer vestida de sol, coronada con doce estrellas, la luna bajo sus pies, para decir que es la Mujer habitada por Dios, mediadora entre el cielo y la tierra. Ella es la Inmaculada, la esposa virgen, la exenta de toda mancha, la mejor prueba de lo que Dios revela como proyecto de humanidad plena, al ser la criatura que más se asemeja al Hijo de Dios, de tal forma que este Hijo, al tomar nuestra naturaleza la toma de las entrañas de María.

En este mundo de oscuridad, la Inmaculada aparece como aurora, estrella de la mañana, límite de la oscuridad, a través de ella la noche de los tiempos pierde su dominio y nos llega la salvación a los hombres. La creación alberga la belleza, la bondad, la gracia, la alegría, porque de esta tierra, por don divino, surge la criatura que profetiza la vocación del ser humano.

La llena de gracia y colmada de los dones preciosos de la fe, de la esperanza, del amor, de la virginidad, la Inmaculada nos representa ante Dios. En ella todos los humanos nos liberamos del destino fatal, porque por los méritos del Hijo de María, Jesucristo, nos ha llegado la salvación y si nosotros no podemos ostentar la exención de todo pecado, sí podemos celebrar el perdón, por la misma misericordia divina. Ella es única, y por su fruto bendito nosotros participamos del ofrecimiento más generoso del Creador en su Hijo e Hijo de María, Cristo, Redentor.