Inmaculada Concepción

Padre Angel Peña, O.A.R

 

Desde el siglo II, aparecen fórmulas claras de la íntima unión de Cristo con María en la lucha contra el diablo. Y varios autores como san Ireneo, san Epifanio, san Cipriano, san Isidoro Pelusio y san Justino ven a María en el Gén 3, 15: Ella te aplastará la cabeza, para indicar que nunca el diablo tuvo dominio sobre ella y, por tanto, intuyen que no tuvo el pecado original, siendo así inmaculada. La comparación que hace san Pablo entre Adán y Cristo, les hace ver el paralelismo entre Eva y María. María es la nueva Eva, la segunda Eva, por quien nos viene la vida.

Dice san Ireneo: Como Eva se hizo desobediente y se hizo causa de muerte para ella y para todo el género humano, así María se ha hecho para ella y para todo el género humano causa de salvación... Lo que había atado la desobediencia de Eva, fue desatado por la obediencia de María y lo que ató Eva por su incredulidad, lo desató la Virgen María por su fe . Desde el siglo IV, es común llamar a María la toda santa (panagia en griego), purísima y santísima. Después del concilio de Éfeso, en el siglo V, aclaman a María con el título de resplandeciente santidad universal, lo cual significa de alguna manera que es inmaculada.

Sobre esta doctrina, hay un texto muy hermoso de san Efrén (siglo IV) que dice: María es mucho más pura que los rayos del sol... Tú, Señor, y tu madre sois los únicos que en todo aspecto sois perfectamente hermosos, pues en Ti, Señor, no hay mancilla ni mácula en tu madre (Poemas de Nísibe 27).

San Proclo, patriarca de Constantinopla (+446), decía: Jesús nació sin mancha de la que Él mismo se preparó sin mancha alguna... María es el orbe celestial de una nueva creación en la que el sol de justicia (Cristo) siempre brilla y así ha alejado de su alma (de María) la noche del pecado .

San Agustín, hablando del pecado original, con el que todos nacemos dice: excepción hecha de la santa Virgen María a la cual, por el honor del Señor, pongo en lugar aparte, cuando hablo del pecado (De nat et gr I, 37, 47).

San Juan Damasceno, en el siglo VIII, dice: Oh hija santísima de Joaquín y Ana..., fuiste conservada sin mancha, como esposa de Dios, para que por tu naturaleza fueses la madre de Dios .

En las apariciones de María en 1830 en Paris a santa Catalina Labouré, aparece, aplastando la cabeza de la serpiente (Gen 3, 15), con estas palabras: Oh, María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos. Se dice: Oh, María, sin pecado concebida (es decir, inmaculada). La misma Virgen María, en las apariciones de Lourdes, en 1858, dijo a santa Bernardita: Yo soy la Inmaculada Concepción, confirmando así la definición dogmática del Papa Pío IX que había definido esta doctrina en 1854, con estas palabras: 

Declaramos, pronunciamos y definimos que la doctrina que sostiene que la bienaventurada Virgen María en el primer instante de su concepción, por privilegio y gracia especial de Dios y en atención a los méritos de Jesucristo, salvador del género humano, fue preservada de la mancha de pecado original ha sido revelada por Dios y ha de ser por tanto, firme y constantemente creída por todos los fieles .