Solemnidad de la Inmaculada Concepción. La fiesta litúrgica  

Padre Gregorio Alastruey

 

Desde los tiempos más remotos comenzó a celebrarse la fiesta de la Inmaculada en las iglesias oriental y occidental, de suerte que puede con pleno derecho considerarse como el vehículo popular de la tradición sobre el dogma. 

En Oriente todas las iglesias la celebraban el 9 de diciembre como fiesta de la concepción activa de Santa Ana y pasiva de la bienaventurada Virgen María. En el Tipo de San Sabas (siglo v), el 9 de diciembre se señala con este título: Concepción de Santa Ana. Que en el siglovii se celebraba en la Iglesia griega consta por los cánones o inscripciones de San Andrés de Creta, en que se lee: Día 9 de diciembre, Concepción de la abuela de Dios Santa Ana. En elix la elogia Jorge de Nicomedia, en el x, el emperador Basilio II decreta la fiesta por ley civil y en el xii Manuel Commeno la hace preceder en dignidad a las otras solemnidades.

Por lo que respecta a la Iglesia occidental, dícese que San Ildefonso, arzobispo de Toledo, estableció el primero esta fiesta en España en el siglo vii. En el sigloix era ya conocida en Sicilia y Nápoles, que tenían frecuente comunicación con el Oriente y bajo cuyo imperio se hallaba en parte la Italia meridional. En Irlanda también se celebraba en el siglo ix o por lo menos en el x. Hacia la mitad del xi comienza en Inglaterra, como consta por el calendario de la abadía de Oldminster y de Newminster y por el martiriologio y pontifical de la iglesia primada de Cantorbery, y aunque cayó pronto en desuso, fue restablecida y propagada en el siglo xii por los trabajos del abad Anselmo, pariente de San Anselmo de Cantorbery. 

También se extendió esta fiesta por otros países del Occidente, Alemania, Francia y Flandes. En España vuelve a aparecer en el sigloxi en el monasterio de los benedictinos de Irache (Navarra). Aunque se dice que San Bernardo reprendió a los canónigos de Lyón por haber introducido esta festividad en su Iglesia, y el obispo Mauricio la abolió en la Iglesia particular de París, continuó extendiéndose por toda Francia, y ni en Inglaterra, Alemania, España, Sicilia y otros reinos dejó de celebrarse. 

En el siglo xiv ya se celebraba en Roma. Sixto IV en el año 1476 y en su constitución Cum prae excelsa la aprobó y enriqueció con indulgencias. Pío IV, en 1569 la incluyó en el Breviario Romano. Clemente VIII, en 1598, la elevó al rito de doble mayor. Clemente XI, en 1708, la extendió a toda la Iglesia. Pío IX la elevó a rito doble de segunda clase con octava, y, finalmente, León XIII la levantó a la categoría de fiesta de primera clase

 (cf. GREGORiO ALASTRUEY, Tratado de la Virgen Santísima[BAC, 1952] 3.ª ed. p.205-2l3). 

Fuente: homiletica.com.ar