Inmaculada Concepción

Miguel Rubio

 

¿Cuando el día 8 de diciembre de 1854 Pío IX define que -María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa oríginal en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús, Salvador del género humano" el primer dato
que se nos adelanta es: el enorme déficit de feminidad que aqueja al dogma cristiano en general. Las definiciones dogmáticas marianas sirven un poco de contrapeso en este exagerado
desequilibrio de masculinidad.
y la primera corrección importante que es preciso introducir en la interpretación corriente de este dogma mariano consiste en descalificar la reducción a que se le somete cuando se
le entiende en el sentido de 'pureza moral" falsa perspectiva que ya hicieron suya los jansenistas. Por lo demás, esta acepción viene ya preparada en otra de las coordenadas sociohistóricas que enmarcan el momento de la definición: la preocupación de los pontífices por frenar el materialismo imperante.
La verdad simbólica fundamental alude al enseñoreamiento absoluto de Días sobre el ser personal de Maria. Desde el lado de Dios se pone de relieve el carácter completamente singular
y excepcional con que María es asumida en el orden dela salvación. Desde el lado de Maria se resalta la magnitud de una apertura a Dios que fue total ya desde el primer instante de su existencia.
Pero en la expresión de esta verdad entra en juego toda una
constelación de símbolos enraizados profundamente en la experiencia y aspiración del hombre creyente. Nos encontramos con la experiencia radical del resquebrajamiento de la personalidad, de la fractura interna del hombre a niveles de alma (pecado); una experiencia que se reitera como constante a lo largo de toda la historia de la humanidad y que se remite a un simbolo originario de explicación, al mito de una ruptura primigenia del orden de las cosas (pecado original). Nos encontramos igualmente con la experiencia compartida de labilidad en los estratos más intimas de autoafirmación de la persona (sentimiento de culpabilidad); una experiencia que como hereditaria y heredada nos induce a pensar en la existencia de unarquetipo fundamentalmente (naturaleza caída). Nos encontramos,
finalmente, con una aspiración incallable de restauración y remodelación de nuestra situación existencial (recuperación de la "imagen de Dios" en nosotros); una aspiración que es sentida
no sólo como ideal deseable, sino incluso posible, y que nos impele a darle forma simbólica de proyecto utópico (el hombre nuevo). Todo este mundo de proyecciones cobra cuerpo en el simbolo concreto de la Inmaculada Concepción: Maria representa la imagen perfecta de total superación; representa el
modelo humano sin fisuras, ni siquiera en el primer momento de su ser; representa la naturaleza sin labilidad, sin vacilaciones ante el mal, sin concavidades de alma oscura; en ella aparece,
con el vigor esplendente de lo nuevo, la semejanza primera con Dios. "Estando en máximo contacto con el Verbo, ella es lo más completamente humano, lo humano sin la frustración del pecado que velaria la aparición del Icono de Dios. La gracia que Maria recibió en lo secreto de su ser aparece luego, cuando ella efectúa el don de su persona en el seguimiento de su Hijo. Así, manifiesta que en todo hombre existe secretamente velado por el mal lo que en ella quedó revelado: el Icono del Verbo" (A.
Rouet),

(María de Nazaret, Narcea, Madrid, 1981)

Fuente: Antologia Mariana, Edibesa