Solemnidad de la Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios 

Fray Nelson Medina O.P.

      

1. Una bendición

1.1 La primera lectura de hoy nos trae una bendición, pero sobre todo nos enseña a bendecir. No es un acto trivial ni una simple costumbre social; es nuestro modo de acoger en cada aspecto de la vida al Dios de la alianza. Nuestras bendiciones mutuas son prenda de la bendición del Señor.

1.2 Podemos sintetizar los buenos deseos de esta hermosa bendición del libro de los Números en tres aspectos, que son también los mejores deseos para el año que empieza: protección, amistad con Dios y paz. Defendidos del mal y fortalecidos en el bien: este es rostro de la raza bendecida.

1.3 La bendición bíblica, que han popularizado especialmente los frailes franciscanos, no habla directamente de la amistad con Dios, sino del resplandor de su rostro, la cercanía de su favor y benevolencia. Una vida bendecida va acompañada del brillo del rostro de Dios y de una cálida proximidad a su amor y su bondad. Corresponde, pues, a lo que solemos llamar "permanecer en la gracia de Dios". El gran anhelo al bendecir es en realidad la vida de la gracia. 

2. Nacido de mujer

2.1 La segunda lectura abre un tema distinto, relacionado con la solemnidad litúrgica de este día. Jesús el hijo de María; María es la madre de Jesús. La humildad del "nacido de mujer" se convierte en exaltación de la "madre de Dios".

2.2 Jesús es el nacido en la "plenitud de los tiempos". El tiempo de Jesús es el tiempo cumplido, o mejor: Jesús es el que da su cumplimiento, su plenitud al tiempo; no hay tiempos plenos sin Jesús; sin el, la vida queda sin plenitud; queda vacía.

2.3 Nació de mujer; nació bajo la ley. Las dos cosas van paralelas, en la mente del apóstol Pablo. Y es lógico: nacer de mujer es entrar a participar de las leyes y condiciones fundamentales de la vida humana. Nacido de mujer significa: sometido a las leyes de nuestra existencia. En el otro sentido también hay una semejanza. Nacer "bajo la ley" es también "al amparo, en el seno de la ley". A su modo la ley era una madre, y alguna vida quería propagar, o por lo menos, no dejar perder.

2.4 El paralelo continúa. El que nació de mujer trasciende esa condición a favor nuestro, pues nos hace hijos de Dios. El que nació bajo la ley trasciende esa condición liberándonos del dominio de la ley de Moisés, al concedernos "el Espíritu de su hijo". Así pues, la condición humillada de Jesús, por la que se hace "nuestro", es el punto de partida de un movimiento trascendente que nos hace "suyos". En el corazón de esa maravillosa transformación cósmica está María. 

3. El Nombre de Jesús

3.1 El evangelio de hoy nos ofrece el tercer tema: el Nombre de Jesús. Antiguamente la Iglesia celebraba el 1° de enero la fiesta de la Circuncisión del Señor. El tema como tal queda hoy en un segundo o tercer plano, pero no deberíamos dejarlo sepultado: por su circuncisión Jesús pertenece a la alianza que Dios selló con Abraham, y así como interesa ver que en Cristo se cumple lo prometido a David, así también interesa ver que la alianza con Abraham alcanza su plenitud en la plenitud de Cristo.

3.2 En otro sentido, este es un día precioso para meditar en el significado del nombre de nuestro Salvador. Este es el nombre que fue revelado a José (Mt 1,21) y a María (Lc 1,31). Quiere decir: "Yahvé salva". ¡El hijo de María lleva la salvación ya en su nombre!

3.3 Invocar a menudo el nombre de Jesús es un modo místico de acercarnos al Nombre sobre todo nombre. No son las letras, no es magia; es la gloria de Dios hecha próxima, es la bondad de Dios entre nosotros, es verdaderamente el Dios-con-nosotros.

3.4 Con el nombre de Jesús sucede como con la Hostia Consagrada. Puede ser tan grande o tan pequeña como nuestra fe o como nuestro amor. "Jesús" puede ser el título de un recuerdo o el nombre que nos revela la más preciosa historia de gracia y de amor de todos los tiempos.