María, escucha confiada de la Palabra

Antonio Díaz Tortajada

 

San Lucas 2, 16-21 

1. - Este primero de enero, primer día del año, celebramos la festividad de Santa María, Madre de Dios. En medio de este misterio de la Navidad, María es como el “paradigma” de la humanidad que se abre al amor de Dios, ella encarna el ideal de los pobres de Yahvé, el modelo del discípulo que “escucha” la Palabra y la pone en práctica. Y será felicitada por su Hijo, por esta actitud de escucha confiada de la Palabra.

¡No olvidemos en esta fiesta la regla de los benedictinos! Esta regla es uno de los documentos fundamentales de occidente y comienza con las palabras: “Escucha hijo”. El apóstol san Pablo afirma: “Luego la fe es por el oír; y el oír por la palabra de Dios”. 

Según unas palabras de Cristo no recogidas en la Biblia se nos da el siguiente buen consejo: “Quien quiera estar con Dios, necesita diez cosas: Nueve partes de silencio y una parte de soledad”. El silencio es imprescindible para no confundir la palabra de Dios con las palabras de uno mismo. 

2. - María es la que escucha la Palabra. A Satanás también se le llama el “diabolos”, el “que revuelve todo” y el “que hace mucho ruido” y se propone robarnos el oído. Su tarea consiste en proveer constantemente datos e informaciones a los hombres, de modo que casi ensordezcan y ya no sean capaces de percibir cuál es el camino verdadero, y, en especial, la voz de la vida misma. 

La figura opuesta a Satanás, que tras la ascensión de Cristo hizo que los apóstoles por miedo se dispersaran en todas direcciones, es María, que recoge a los apóstoles de su dispersión, que los vuelve a reunir: Bajo un mismo techo, en la misma casa, en la misma mesa, esto es, en la sala de la última cena en Jerusalén, donde se convierte en la rezadora y a cuyo término se halla el suceso del milagro de Pentecostés. 

María nos recoge de la dispersión. Por ello es la “symbola”, que significa la “recolectora”, que hace frente al “diabolos” que siembra la confusión. También hoy, María nos ofrece al niño, Cristo, el centro de nuestras vidas. 

Los Padres de la Iglesia tenían aún el valor de decir: “Dios es la palabra eterna, se hace hombre para que el hombre sea Dios”. La creación es grandeza, belleza y verdad. Y el amor es cariño que ha cobrado vida. ¿Cuánto cariño necesita un niño para hacerse adulto? Y ahora nos damos cuenta de que el amor de Dios va más allá de todos los conceptos. No puede expresarse en medidas, como el universo no puede expresarse en cifras. El secreto de todo es el amor tal y como Dios lo define. 

3.- Y María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Esta descripción de la actividad interior de María aparece todavía en otra ocasión: Con motivo del encuentro de Jesús en el templo. Lucas utiliza verbos distintos: conservar, rumiar, meditar, dar vueltas. El primero sugiere la acción de guardar celosamente un tesoro muy valioso en lugar seguro. Corazón significa en la antropología hebrea la intimidad de la persona: Entendimiento, voluntad, sede de los sentimientos más nobles del hombre. Guardar celosamente en lo más íntimo de su persona es lo que hace María con todo lo que escucha y observa. Pero además "medita" (rumia y da vueltas) todos los acontecimiento y gestos que se producen alrededor de Jesús. Más tarde los mismos gestos y actitudes de Jesús serán el objeto de su labor de meditación. La misma expresión la encontramos en libro del Génesis al hablar de los sueños de José: Jacob meditaba todo esto. El significado correcto parece ser el de "dar vueltas" en el interior a fin de ordenar todos los elementos y encontrarles su sentido. Es la acción de quien quiere entrar y asimilar el misterio. María daba muchas vueltas para entrar en la comprensión de Jesús, dada la riqueza de la personalidad del Hijo. Y es una labor que mantuvo toda su vida. Como Jacob, quiere encontrar el sentido de cuanto Jesús hace y dice. María es, madre y maestra, de los discípulos de Jesús inmersos en un mundo poco habituado a escuchar y, todavía menos, la palabra de Dios. Los creyentes han de responder a esta urgencia insustituible de escucha y de búsqueda de sentido en la personalidad de Jesús. Es la respuesta que el mundo necesita. 

4. - María es llamada a cumplir la singular e irrepetible misión de ser la Madre de Dios. De este don arrancan todas las demás prerrogativas. Pero también es necesario dirigir la mirada hacia su respuesta permanente y fiel. Lucas nos recuerda esta escena del ministerio de Jesús: Una mujer de entre la multitud dijo en voz alta: Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron. Pero Jesús dijo: Más bien dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica La virgen María, con toda perfección cumplió, la voluntad del Padre, y, por esto, es más importante su condición de discípula de Cristo que la de madre de Cristo, es más dichosa por ser discípula de Cristo que por ser madre de Cristo. Por eso, María fue bienaventurada, porque, antes de dar a luz a su maestro, lo llevó en su seno... De ahí que María es dichosa también porque escuchó la Palabra de Dios y la cumplió; llevó en su seno el cuerpo de Cristo, pero más aún guardó en su mente la verdad de Cristo... Y es más importante lo que está en la mente que lo que se lleva en el seno. 

5. La verdadera relación con María se podría resumir en cuatro expresiones: conocerla cada vez mejor; imitarla cada vez con más fidelidad; amarla y dejarnos amar por ella con mayor intensidad y venerarla desde el corazón y los gestos visibles. Sólo en la conjunción de las cuatro actitudes estaremos en el camino correcto de nuestra relación con ella. La escucha de la palabra cuenta con una congratulación-bienaventuranza de Jesús. La alegría que proporciona la tarea de llevar la buena noticia no es fácilmente comparable con otras formas de alegría. 

Si queremos que durante este nuevo año nuestra vida sea de verdad cristiana, hemos de ser como María, intérprete de los hechos históricos y contemplativa delante de las acciones de Dios. 

Los pastores una vez encontrado a Jesús, se convierten en pregoneros de lo que han visto y oído. Son mensajeros y apóstoles de la “buena noticia”. Esa será la tarea fundamental de los Apóstoles y de la Iglesia. Por eso Lucas retrotrae a la infancia la experiencia pascual de la proclamación de Jesús. Los creyentes somos convocados a proclamar y pregonar por el mundo lo que hemos visto y oído en la experiencia sacramental, en la escucha de la palabra y en la experiencia personal. Sabemos que todo encuentro importante deja una huella imborrable en el espíritu y una urgencia irresistible de comunicarlo. La auténtica experiencia empuja a una sincera y convincente comunicación.