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María,
la Madre y Maestra del Profeta
Padre
José Luis Martín
Descalzo
Una de las cosas que mas asombran cuando se leen los evangelios es comprobar como Maria
desaparece en cuanto Cristo comienza la vida publica. La Madre que ha vivido a su lado los
años oscuros, regresa a la sombra en cuanto Jesús empieza a tener éxito
y arrastrar multitudes. Solo la veremos reaparecer a la hora de la muerte y del dolor.
Teóricamente Maria podría haber disfrutado de los éxitos de su Hijo, verle hacer milagros,
acompañarle en las multiplicaciones de los panes, ocupar la primera fila
en sus predicaciones.
Yo recuerdo -y ustedes me perdonaran la comparación que una tía MIA que estaba muy orgullosa de mi, iba a todos mis
primeros sermones de curilla, se sentaba entre la gente y decía a todos sus vecinos de asiento: Es mi sobrino. La pobre gozaba
así de mis pequeños éxitos.
La Virgen hubiera podido decir a la gente que seguía a Jesús: Es mi hijo. Ella si que pudo pavonearse del hijo que
había tenido. Pero Eligio la sombra de la sencillez.
Y... sin embargo, a mi me parece que Maria no desaparece cuando desaparece. Porque todo el Evangelio huele a ella,
todo, incluso aquellas paginas en las que Maria no aparece.
¿No han hecho ustedes nunca la experiencia de leer el Evangelio a la luz de Maria? Yo, por ejemplo, me pregunto: cuando
leo aquella pagina en la que Jesús explica que en un paño viejo no se pueden hacer remiendos con
paño nuevo: ¿Cómo sabia eso Cristo? Los hombres somos un desastre en esas cosas. Que
pregunten las mujeres a sus maridos como se cose una tela y lo comprobaran.
¿Cómo lo sabia Jesús? ¿Y cómo sabia la cantidad
de levadura que hay que poner para una medida de pan? ¿Y de dónde aprendió
que es lo que hace el buen pastor cuando llega el lobo?
Creo que no me invento nada si me imagino al pequeño Jesús aprendiéndolo
todo de labios de su Madre.
-¿Madre, por que no pones una tela mejor para coser esa que se lo ha roto?
-Pues, mira, hijo, porque si se pone una tela nueva como remiendo de una vieja, esa tela tira de la antigua y la rompe
mas.
-Ah, ya. Madre y ¿por que pones tan poca levadura para tanta harina?
-Hijo, porque la levadura es muy fuerte y basta este poquito para que haga fermentar todo el pan.
-Ah, ya. Madre ¿y cuando viene el lobo que hacen los pastores?
-Pues, mira hijo, si el pastor es el dueño de las ovejas y las quiere, se queda y las
defiende; pero si es un asalariado, huye y no se preocupa por ellas.
-Ah, ya.
Así fue aprendiendo Jesús la vida, como todos los niños de la historia. Y
así es como, a través del lenguaje de un hijo, podemos ir descubriendo toda la vida de su madre.
¿De quien iba a sacar Jesús su ternura, sino de ella? ¿De quien aprendió
su entrega por los demás, sino de Maria?
Cuando queremos piropear a un hijo decimos que se parece mucho a su madre. No creo que sea ninguna irreverencia decir que Cristo se
parecía mucho a Maria, aunque hache también sea cierto que Maria se parecía
en todo a Cristo.
Así es como podemos rastrear también la vida de Maria durante la vida publica de
Jesús. Porque también esos anos los guardaba Maria en su corazón.
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