La Maternidad Divina

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En textos del siglo II leemos el término Theotokos que había de hacerse más tarde técnico para expresar el dogma de la maternidad divina de María.

Apenas apuntaban entonces ciertas tendencias disociadoras de la estructura interna de Cristo, semejantes a las que habían de culminar en el conflicto del nestorianismo, Veremos, sin embargo, que San Ireneo intuyó el peligro que dichas tendencias encerraban para la Cristología y para la Soteriología, y las combatió con vehemencia.

Pero los precedentes dogmáticos del Theotokos aparecen ya claramente en estos comienzos de la literatura cristiana, a falta del término técnico. Ni podía ser de otro modo, ya que la doctrina se contenía abiertamente en el Nuevo Testamento.

I. El eco de la tradición primitiva

Que Jesús, el hijo de María, es también Dios, no es cosa dudosa para San Ignacio de Antioquía; ésa es la fe que le sostiene en su prolongado martirio. Por más empeño que se haya puesto en rebajar la convicción que de dicha divinidad tenía el santo mártir, ahí están sus textos para documentarla abundantemente sin género de duda.

En ellos aparece además la dualidad de naturalezas, divina y humana, atribuida al mismo sujeto, que es, a la vez, Hijo de Dios e Hijo de María. Es clásico este pasaje:

Un médico hay, carnal a la par que espiritual, producido y no producido, encarnado Dios, en muerte vida verdadera, [nacido] de María y [nacido] de Dios, primero pasible y luego impasible, Jesucristo nuestro Señor.

Ni es sólo eso. San Ignacio refiere abiertamente a la persona divina las propiedades y atributos físicos de la naturaleza humana. Así, los efesios han recobrado la vida en la sangre de Dios.

Y el propio Ignacio ruega a los romanos le permitan imitar la pasión de mi Dios.

Estaban así puestas todas las premisas necesarias para concluir la maternidad divina de María. Y la conclusión, a falta sólo del término técnico posterior, se lee también en las cartas de San Ignacio:

Porque nuestro Dios Jesucristo fue llevado por Maria en su seno, conforme a la disposición divina.

El mismo pensamiento debe verse en este otro texto; en él, como dijimos antes, se habla de la filiación divina de Jesús en el sentido más estricto de la palabra:

Nuestro Señor Jesucristo, si atendemos a su carne, desciende verdaderamente del linaje de David; si atendemos a la voluntad y al poder de Dios, es Hijo de Dios, verdaderamente nacido de una virgen.

Esa doctrina tradicional aparece igualmente en San Justino. Véanse estos pasajes que son claros:

Aun cuando yo no pudiera demostrar que el Hijo del Hacedor del universo preexiste, siendo Dios, y que ha nacido hombre de la Virgen... 

Si, pues, sabemos que en tantas formas se manifestó ese Dios a Abrahán y a Jacob y a Moisés, ¿cómo dudamos y no creemos pudiera también nacer de una virgen ... ?

El Hijo de Dios, que es también Dios, quiso [el Padre] naciera hombre de la Virgen.

La atribución de dos nacimientos (eterno y temporal) a una misma persona está clara en San Justino:

Noé, Enoc, Jacob [ ... ], se salvarán junto con los que reconocen a este Cristo, Hijo de Dios; el cual, por un lado, existía antes del lucero y de la luna; y, por otro, consintió, encarnándose, en ser engendrado por esta virgen, que procedía del linaje de David.

Lo mismo nos dice en otro pasaje:

A nosotros, pues, nos reveló cuanto por su gracia conocimos también por las Escrituras, sabiendo que él es primogénito de Dios y anterior a todas las creaturas; y es también hijo de los patriarcas, puesto que, encarnado mediante la Virgen del linaje de ellos, consintió en nacer hombre sin hermosura, sin honor y pasible.

Por analogía con estos textos entiendo en igual sentido este otro texto:

Y las palabras de David, en los esplendores de los santos, de vientre, antes del lucero te engendré [ ... ], ¿no os dan a entender que el Dios y Padre del universo había de engendrarlo de antiguo y a través de vientre humano?

Jesús es el Hijo de Dios engendrado eternamente por el Padre y engendrado temporal y virginalmente por María.

Como se ve, estamos aún lejos de la fórmula técnica; pero es obvio, que, si es Dios quien se dice nacer de la Virgen, equivalentemente a la Virgen se la da por madre de Dios.

Este mismo eco inconfundible de la tradición primitiva lo oímos en otros dos documentos, cuyo testimonio vamos a citar.La Epistula Apostolorum pone en labios de Jesús estas palabras dirigidas a los Apóstoles:

Entonces aparecí a la [Virgen] María en figura del arcángel Gabriel, y hablé con ella, y su corazón me recibió, y creyó y se rió, y yo, el Verbo, entré en ella y me hice carne, y yo mismo fui ministro de mí mismo.

Los Oracula Sibyllina son aún más explícitos en relación con la maternidad divina de María:

En la plenitud de los tiempos salió del seno de María Dios en forma de niño, como luz para iluminar al mundo; y el que procedía del cielo, no rehusó la forma de hombre. Entonces habló a la Virgen la voz del celeste mensajero: 'Recibe ¡oh llena de gracia!, a Dios en tu seno virginal. Tomó, pues, ánimo; y el Logos, concebido en humildad, se hizo carne en el tiempo, y en el seno de la madre fue madurando en forma de hombre y llegó a ser un niño.Dios nace niño de María; María, pues, equivalentemente, es madre de Dios, madre del Verbo.

Fuente: homiletica.com.a