Madre de la Divina Gracia

Padre Felipe Santos Campaña SDB

 

Madre mía, ¡qué a gusto me siento en llamarte así!
Todo esto me recuerda que he sido elevado a la vida divina. No podía soñar el ser humano esta gracia especial de que la misma vida de Dios corra por nuestras venas.
La gracia es el don más grande que albergamos. Somos, a veces, tan inconscientes, que no nos damos cuenta de esta realidad.
Por ti, Madre Dios, esta gracia eras tú misma porque llevabas en tu seno al autor de este don que, al igual que a ti, se nos entrega gratis.
Gracia es la corriente de la familia trinitaria surcando por nosotros. Nos hace tan sublimes que deberíamos luchar día tras día para que no se pierda en nuestro ser.
Tu hijo Pablo, al hablar a los “sabios de Grecia” les dijo que les hablaba de ese Dios en el que soñaban y que hasta ahora desconocía. Somos estirpe de Dios.
Sumido en esta realidad “graciosa”, me siento anonadado porque, en verdad, ni siquiera podía pensar que fuera hijo de dios gracias a la vida de gracia que me diste en el bautismo, inmersión en una nueva dimensión divina.
María, ayúdame para que nunca pierda esta gracia divina. Y si alguna vez, mi debilidad me lleve a perderla, haz que acuda a la Misericordia Divina para recuperarla en seguida. ¡Qué grande es Dios! No quiere que estemos alejados de él ni un instante. Siempre tiene abierto el manantial de su gracia para que la bebamos y nos mantengamos sanos y graciosos ante sus ojos y a los de nuestra alma.

Fuente: autorescatolicos.org