Santa María, Madre de Dios

Adolfo Carreto 


Así comenzamos: Santa María, madre de Dios. Así comenzamos el año y la vida. Así comenzamos por la mañana, luego de santiguarnos. Así comenzamos, y continuamos como un rito sagrado. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros.
Para el creyente todas las madres comienzan en María, todas son prolongación de María, a todas rezamos cuando rezamos a María. Para el hombre de fe no hay más que una María, la madre, mi madre, todas las madres, la única. Hay que decir que Dios quería tener madre, y ya está. Hay que decir que Dios no era amigo de orfandades, y ya está. Alguien ha escrito que Dios es una mujer, pero es que no hace falta: para eso está María, que es madre de Dios, y ya está.
Comienza bien el año comenzando con la madre. Continúa estupendamente el año porque la madre es de cada día, igual que la oración que rezamos, igual que el pan nuestro que comemos, que nos lo da Dios en la mano de María. Así me enseñaron de chico, y lo creo. Y así he procurado enseñarlo. Puede que haya mucho de poesía en todo esto, pero si no le ponemos poesía a la madre ¿para qué la poesía?, si no ponemos amor en el cuenco de la madre ¿para qué el amor?. Así es que este primero de año comienza como debe comenzar: con toda la dosis del amor materno en cada uno y del amor filial en todos.
Dicen que también es el día de Jesús, de Manuel. Pues sí. Y es que se trata de un día completo, porque madre, sin Jesús, sin Manuel, imposible. Todo queda en casa, en la particular casa de todos los hijos. Todos nos damos cita el primero de año en la casa de nuestra madre porque es el lugar donde hay que estar. Todos estamos en ella aunque andemos lejos. Si de algo uno no puede desprenderse es de la casa materna, paterna, del hogar, de la familia. Por eso se me antoja que hoy es el día del estar juntos, del estar como hay que estar, en la casa.
Santa María, madre de Dios: es la oración que jamás se olvida, que en cualquier instante, bueno o malo, salta a los labios. Santa María con el niño en brazos, santa madre con cada uno de nosotros en sus brazos. Quien quiera saber cómo fue María que se vea sumido en los brazos de su madre. No hay fotografía mejor. Es una fotografía sin trucaje, sin trampa. Es nuestra fotografía.
A María podremos invocarla bajo cantidad de advocaciones, pero la de madre es la mejor porque en ella cabe el resto. A María podemos colorearla con cuanta imaginación imaginemos, pero la maternal no es imaginación, es la más palpable realidad: es la mujer con el niño en brazos, y es el niño atenazando el pecho de la madre. En esto los pintores no se han equivocado.
Iniciamos bien el año. El nacimiento no quedó atrás, continúa. Han pasado únicamente ocho días y todavía el niño tiembla. Pero ya abre los ojos y ya sabe tocar. Ya sabe ir al encuentro de la más pura realidad. Así es que a partir de este día ya podemos caminar de la mano de la Virgen porque es la mano de la madre. El misterio, el más asombroso misterio, el milagro, el más espectacular de los milagros es el que comienza continuando ahora. El año marca el camino y la madre nos lleva de la mano. Cuando los tropiezos vengan siempre estará el sostén de una oración de dice: Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros... Amén.

Fuente: autorescatolicos.org