María, modelo de Virginidad

Thalia Ehrlich Garduño

 

    El propósito de la Virginidad, que se ve en las palabras de la Bella María en el momento de la Anunciación, se considera tradicionalmente como el comienzo y el acontecimiento inspirador de la virginidad cristiana en la Iglesia.  

    San Agustín no reconoce en este propósito el cumplimiento de un mandato de Dios, sino de un voto emitido libremente por la  Joven de Nazaret. De esta manera, se ha podido presentar a María como ejemplo de las santas vírgenes en el curso de la historia de la Iglesia.

    María “consagró su Virginidad a Dios, cuando aún no sabía lo que debía concebir, para que la imitación de la vida Celestial en el cuerpo terrenal y mortal se haga por voto, no por precepto por elección de Amor, no por necesidad de servicio.”  

    El Ángel no pide a la Bella María que permanezca Virgen, es Ella quien le dice libremente su propósito de Virginidad. En este compromiso se sitúa su elección de Amor, que la lleva a consagrarse plenamente a Dios mediante su vida Virginal.

    Al recalcar la espontaneidad de la decisión de la Doncella de Nazaret, no debemos olvidar que el principio de cada vocación está la iniciativa de Dios. La Hermosa María, al dirigirse hacia la vida Virginal, respondió a un llamado del Espíritu Santo que le inspiró e iluminó sobre el significado y el valor de la entrega Virginal de sí misma.  

    Nadie puede acoger este don sin sentirse llamado y si recibir del Espíritu Santo la luz y la fuerza necesarias.  

    Aunque san Agustín usa la palabra voto para mostrar a quienes llama “santas vírgenes” el primer modelo de su forma de visa, el Evangelio no dice que la Doncella de Nazaret haya formulado un voto, que es la forma de consagración y entrega de su vida a Dios, lo que ya se usaba desde los primeros siglos de la Iglesia.

v     El Evangelio nos da a entender que la Bella María tenía la decisión de permanecer Virgen, ofreciendo su corazón al Señor. Desea ser la esposa fiel, realizando la vocación de “Hija de Sión.” Sin embargo, con su decisión se convierte en el Modelo de todos los que en la Iglesia han elegido servir a Dios con corazón indiviso a la virginidad.

v     Ni el Evangelio, ni otros escritos del Nuevo Testamento, nos informan acerca del momento en el que la Madre de Dios tomó la decisión de permanecer Virgen. Con todo, la pregunta que hace el Ángel se deduce con claridad que en el momento de la Anunciación, su propósito era muy firme.  

    La Bella María no duda en expresar su deseo de conservar la Virginidad también en la perspectiva de la Maternidad que se le propone, mostrando que había madurado largamente su propósito.  

    La Doncella de Nazaret no escogió su Virginidad en la perspectiva, imprevisible, de llegar a ser la Madre de Dios, sino que maduró su elección en su conciencia antes de la Anunciación.

    Podemos pensar que esta idea estuvo siempre presente en su mente y en su corazón; la Gracia que la preparaba para la Maternidad Virginal contribuyó ciertamente en todo el desarrollo de su personalidad, mientras que el Espíritu Santo no dejó de inspirarle, ya desde pequeña, el deseo de unión más plena con Dios.  

    Las maravillas que Dios hace, también hoy, en la vida y en el corazón de tantos muchachos y muchachas, las hizo ante todo, en el alma de la Bella María.  

    En nuestro mundo, aunque esté distraído en la cultura a menudo superficial y consumista, muchos jóvenes toman el ejemplo de la Madre de Dios y se consagran al Señor y al servicio de su pueblo.

    Esta decisión, más que a una renuncia de valores humanos, es una elección de valores más grandes.  

    El Papa Pablo VI, en su exhortación apostólica Marialis cultus (El culto a María, El culto Mariano) subrayaba con espíritu abierto al testimonio del Evangelio:

    “Se dará cuenta de que la opción  del estado Virginal por parte de María (…) no fue un acto de cerrarse a algunos de los valores del estado matrimonial, sino que constituyó una opción valiente, llevada a cabo para consagrarse totalmente al Amor de Dios” (n. 37).  

    En definitiva, la elección del estado Virginal está motivada por la plena adhesión a Jesús. Esto es evidente en la Joven de Nazaret.

    El Espíritu Santo le inspira su consagración Virginal con vistas a Cristo: permanece Virgen para acoger con todo su ser al Mesías Salvador.  

    La Virginidad comenzada en la Bella María muestra así su propia dimensión Cristocéntrica,  esencial para la virginidad en la Iglesia, que encuentra en la Madre de Dios su Modelo sublime.

    Demos gracias a Dios por las personas que consagran generosamente su vida mediante la virginidad y la castidad, al servicio del Reino de Dios, religiosas, religiosos y también mujeres y hombres laicos.