La Virgen Reina

Adolfo Carreto


Mi amiga Reina no sabía por qué la bautizaron con ese nombre, pero cuando se lo conté se puso muy contenta. Reina es ahora nombre común entre muchas mujeres y se lo deben a Pío XII, quien se empeñó en hacer oficial esta nominación de la Madre de Dios, aunque cierto es que ya desde la edad media, se le venía atribuyendo esta prerrogativa.
Ciertamente, en aquellos tiempos, la monarquía tenía ascendiente. En estos momentos, no tanto. Y no solamente porque las monarquías vayan desapareciendo sino porque muchas monarquías no han sabido ponerse a la altura, y son vistas más como derroche que como necesidad, más como decoración que como presencia real. Pero en la Edad Media las monarquías eran la confianza, la estabilidad, el mando, la decisión, la perseverancia, la sucesión, la continuidad. De ahí que los fieles cristianos concedieran a la Virgen el título de Regina coelorum, y le cantaran el Salve regina, ese gregoriano tan bonito que casi ya no se escucha. Y es una lástima.
Por madre de Jesús, es reina del cielo y de la tierra, así rezan los cánones. Y esa canción, ese himno que comienza musicalmente en latín ha sido traducido a todas las gargantas cristianas para que diariamente lo susurremos como Salve, reina y madre de misericordia. Es por ello, ese grito casi desesperado de llamada a que la reina, la todopoderosa, la intercesora, nos eche la mano ante la necesidad.
Cualquier nombre que intentemos colocarle a maría, la madre de Jesús, cuaja. Y no solamente en la devoción sino también en el convencimiento. Cuaja que sea estrella del mar, cuaja que sea inmaculada, cuaja que la llamemos auxiliadora pero, sobre todo, cuaja que la invoquemos como madre. Pues todas las adoraciones parten de esa, incluida la de reina.
Y de ahí vienen todas las Salves, la salve rociera que suena a canto de Andalucía incluidas las palmas y el taconeo; y a salve marinera, que suena a procesión de puerto cada vez que la Virgen del Carmen es vestida de reina para ser paseada, en barca procesional, por las bahías; y a salve de montaña, para los montañeros que se empeñan en escalar las alturas y que han ido sembrando de estatuas de la Virgen todos los picachos logrados; y a salve de tierra adentro, de campo de trigal o de encina, inclusive de río, como yo he visto por mi tierra, que es tierra de secano, áspera inclusive, pero vivificada por las ermitas que se empeñan en recordar la realeza de la Virgen. Y no hay fiesta mariana que la Salve no sea la canción y la oración, ni hay rezo del rosario que no finalice con el Salve, reina y madre de misericordia, ruega por nosotros...
Por eso Pío XII no quiso que este día pasara desapercibido en el santoral oficial, aunque ya estaba afincado en el corazón de los devotos. Por eso se puso tan contenta mi amiga Reina cuando le conté. Pensaba ella que su nombre venía de otra extirpe, de alguna santa de tiempos remotos de la que no se conocían ni siquiera los orígenes, mucho menos los milagros. Ahora mi amiga, cuando reza la Salve, sabe por qué, y cree que está rezándose a ella misma.

Fuente: AVMradio.org