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La Virgen María, Reina de la paz
Juan Manuel Sánchez Píris
El Papa Pablo VI
instituyó, el 8 de diciembre de 1967, la Jornada Mundial de la Paz que
se celebraría el primero de enero de cada año, para que fuera como un
aldabonazo en la conciencia de todos los hombres, ante los desastres de
todo tipo que causan las guerras. También con el fin de que se pusieran
todos los medios posibles para que reine la paz, ya que ésta se anhela
más cuando se ha perdido. Ya san Agustín escribió que, entre todos los
bienes pasajeros de este mundo, la paz es lo más dulce de que se puede
hablar, lo más deseable que se puede ambicionar y lo mejor que se puede
encontrar.
El Santo Padre Juan Pablo II, profundamente impresionado y angustiado
por los atentados terroristas y por la guerra, ha elevado oraciones al
Altísimo, y, con motivo de la fiesta de la Virgen del Rosario, invitó a
creyentes y comunidades a rezar el rosario por la paz; y, como gran
devoto de la Virgen de Fátima, recordó que ésta había pedido
reiteradamente que se rezara para que acabara la guerra europea.
En la tercera aparición de la Santísima Virgen en Cova de Iría, el
viernes 13 de julio de 1917, en una larga conversación con Jacinta a la
que acompañaban los otros dos niños videntes, le dijo, entre otras
cosas, que continuaran rezando el rosario todos los días, con el fin de
obtener la paz del mundo y el final de la guerra, «que terminará; pero
si no dejan de ofender a Dios, en el pontificado de Pío XI comenzará
otra peor».
Las apariciones de Fátima tuvieron lugar durante el pontificado de
Benedicto XV, que fue elegido el 9-9-1914 y murió en 1922, coincidiendo
con la guerra europea que terminó siendo mundial (1914-1918).
Su sucesor, Pío XI, al que hace referencia la Virgen, falleció el
10-2-1939; pero ya meses antes la Alemania nazi se había ido anexionando
por la fuerza varias naciones, lo que dio lugar a la declaración de la
segunda guerra mundial.
Pío XII, elegido Papa el 2-3-1939 y en plena guerra mundial, el
2-10-1942, para conmemorar el 25 aniversario de la última aparición en
Fátima y del milagro del sol (13-10-1917), consagró el mundo al
Inmaculado Corazón de María.
Finalmente, el 8-10-2000, ante la imagen de la Virgen de Fátima que
había llegado a Roma desde su santuario de Fátima, coincidiendo con el
Jubileo del Año Santo de los obispos, que reunió a unos 1.500, entre
ellos 39 españoles, el Papa Juan Pablo II concelebró con 76 cardenales y
con los obispos. Después de la Comunión, todos ellos pronunciaron la
oración con la que el Papa encomendaba a María la Iglesia y el mundo del
tercer milenio.
Fuente: alfayomega.es
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