Unica
entre las mujeres, María no es a la vez Madre y Virgen sólo de espíritu,
sino también de cuerpo. De espíritu, Ella es Madre, no sólo
ciertamente de nuestra Cabeza y Salvador, de quien Ella nació antes según
el espíritu', porque todos los que creen en El -y Ella es de éstos-
merecen ser llamados hijos del Esposo; sino también Madre nuestra, que
somos los miembros del cuerpo, pues Ella coopera, por su amor, al
nacimiento de los fieles en la Iglesia, que son los miembros de esta
Cabeza. De cuerpo, Ella es Madre de nuestra Cabeza. Era necesario que,
por un insigne milagro, nuestra Cabeza naciera, según la carne, de una
virgen, para indicar que sus miembros nacerían, según el Espíritu, de
la Iglesia virgen. Así María es, de espíritu y de cuerpo, madre y
virgen: Madre de Cristo y Virgen de Cristo.
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