La libertad de la Virgen María

Padre  Ángel Gómez Escorial

 

1. – Este año la solemnidad de la Anunciación del Señor, la celebramos el lunes 4 de abril, que es el primer día libre, tras la Semana Santa y la Octava de Pascua. La fecha habitual es el 25 de marzo, pero este año era Viernes Santo. Y, en fin, es lógico situar la fiesta de la Anunciación el 25 de marzo, nueve meses antes del nacimiento de Jesús, el 25 de diciembre. Ya en el siglo III un autor opinaba que el Verbo se encarnó en el equinoccio de primavera, en el mismo día que nació Adán. Y Jesús siempre ha sido considerado como el nuevo Adán. Se decía también. En la monición de entrada, que esta fiesta es una solemnidad del Señor y de la Virgen y que, clamorosamente, no se les puede separar en la celebración.

No importan mucho –aunque deban de tenerse en cuenta—estas precisiones cronológicas sobre el “primer momento” de la Encarnación del Verbo salvador, que fue, precisamente, cuando el Arcángel San Gabriel visitó a María de Nazaret. Sus fechas han ido cambiado con los tiempos. Así estaba dentro del ciclo de Navidad y hoy, todavía, la Iglesia de Siria le dedica dos domingos anteriores a la Navidad. En Occidente, la liturgia ambrosiana, situaba la fiesta en el sexto domingo de Adviento, que era el anterior a también la Navidad. Y sabemos que fue la liturgia hispánica la que introdujo la primera fiesta dedicada la Virgen, en toda la Iglesia, y que se celebraba el 18 de diciembre.

2. - Pero podríamos decir también que esta es la “fiesta de la libertad”. Dios pregunta a una doncella de Nazaret, por medio del Ángel, si quiere ser la Madre del Redentor y espera de obtener su permiso. El poder y la grandeza de Dios no la coaccionan, ni tampoco la manipula, como no podía ser de otra forma. Y el hecho prodigioso de la salvación del genero humano comienza en el mismo momento que María de Nazaret dio su convencimiento. ¿Podría haberse negado? Claro que sí, en uso de su libertad. Hemos de meditar sobre que la justicia de Dios en su relación con el hombre esta basada en libertad. Y que esa libertad –asunto difícil de entender—forma parte de la esencia de Dios –como el amor—y que se lo ofrece a los hombres, como don principal. Es la misma libertad que nos lleva a renunciar a Dios o a desobedecerle. Por todo ello la escena de la Anunciación es tan importante y tan humana, al mismo tiempo que tan divina.

3. - Varios autores se han referido a ese espacio de tiempo –los segundos más largos de la historia de la Humanidad—que medio entre el final de la pregunta del ángel y el principio de la respuesta de María y aun –aquí y ahora—podemos imaginarlos todos juntos en esta Asamblea. Y ello nos ayuda a reconocer la importancia de la Virgen María en la Redención. Es bueno recordar ahora, aunque sea de pasada, como el Papa Juan Pablo II es un libro autobiográfico, publicado con motivo del 50 aniversario de su ordenación sacerdotal, reconocía que la meditación sobre la Anunciación es lo que le había hecho intensificar su devoción por la Virgen, ante algunas dudas personales ocurridas en su juventud. Y está claro que el seguimiento de la Virgen María no es una devoción más y a ello se llega en la contemplación de los textos de Lucas sobre la Anunciación.

4. - El versículo de respuesta al salmo 29 y la Carta a los Hebreos repiten la frase “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”, que es muy parecida a la que le va a responder Maria al Ángel: “Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. La aceptación de la voluntad de Dios es un acto libérrimo que magnifica nuestro amor y entrega al Señor. El no coacciona, ni engaña, solo espera que decidamos estar junto a Él. Aprovechemos, inmersos en este tiempo de cuaresma, la enseñanza de esta solemnidad de la Anunciación, origen y meta y de nuestro caminar, en libertad, tras los pasos liberadores de Cristo.