Y habitó entre nosotros...

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...cuando una mujer –una Virgen llamada María, desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José– aceptó con plena voluntad secundar los planes de Dios: “Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que has dicho”

Primero fue una promesa de especial asistencia y cercanía que Dios formuló a David por medio del profeta Natán: “Yo estaré contigo en todo lo que emprendas (…) Yo, el Señor, levantaré a tu descendencia, sangre de tu sangre, y consolidaré su reino. Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo…”
Luego fue la esperanza de un pueblo. Lo que no se realizó en el inmediato futuro tan plenamente como se había anunciado, se habrá de realizar en otro futuro, más allá: en el futuro del Mesías, cuando el poder de Dios se manifieste tan avasalladoramente, que todos los obstáculos que el hombre oponga a la intervención divina no podrán detener el designio de salvación.
Luego fue ya historia; cuando una mujer –una virgen llamada María, desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José –aceptó con plena voluntad secundar los planes de Dios: “Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que has dicho”.
Y es todavía historia; una historia para hoy y para el futuro, porque “aquel que es la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros”.


Cuarto Domingo de Adviento
Este Cuarto Domingo de Adviento es ya el último, el inmediatamente anterior a la Navidad. Hoy la Iglesia, en su liturgia, nos invita a considerar el misterio admirable que contemplan los siglos; el secreto designio que ya se ha manifestado: Dios está con nosotros.

Cúmplase en mí lo que has dicho
Fue una palabra humana, palabra de una mujer, palabra decisiva; la más decisiva palabra que hombre alguno –sólo hombre- haya jamás pronunciado: “cúmplase en mí lo que me has dicho”.
María resume en su persona y en su palabra de aceptación la cooperación humana a la obra divina de la Encarnación, y nos enseña cuál debe ser para cada uno la parte en el misterio: aceptar que se cumpla en nosotros –en cada uno de nosotros- el plan de Dios.

Dios con nosotros
Primero fue promesa para David y su descendencia; ahora es realidad que se extiende a todos los hombres: Dios está con nosotros.
Y está de la manera más admirable que nunca nadie se atrevió siquiera a imaginar: siendo él uno de nosotros, un hombre.
Para que nosotros pudiéramos percibir humanamente su presencia, para transformar su desvalimiento y soledad en la fuerza y seguridad que nos da el saber y experimentar que Dios está de nuestra parte, está con nosotros, es uno de nosotros, un hombre: Jesús.
Y esto ya para siempre. Porque la Encarnación ha tenido lugar una vez para siempre. No exige ninguna repetición. No es una fuente que se pierda entre la arena ni una fuerza cuyo poder disminuya a medida que el hecho histórico se aleja en el tiempo. En Navidad, la liturgia no celebra tan sólo el aniversario de un acontecimiento, sino que descubre en el suceso ya pasado los títulos que tiene Cristo para ser el porvenir de la humanidad y del mundo. La celebración litúrgica del nacimiento histórico de Cristo (Navidad), invita al creyente a comprender que la Encarnación, lejos de ser un hecho ya hundido en el pasado –recuerdo sólo-, sigue siendo una realidad que manifestará cabalmente su sentido cuando el misterio pascual llegue a su plena realización con el retorno de Cristo para hacer pasar este mundo “desde la corrupción a la gloria”. Si Dios está ahora –siempre- con nosotros, eso nos garantiza que un día nosotros estaremos –para siempre- con Dios.

Fuente: Arquidiócesis de Guadalajara, México. Hoja Parroquial