Un hijo impensable para María, virgen madre (Lc 1,26-38)

Bartelomé Juan José SDB


El relato del anuncio del nacimiento de Jesús es una unidad literaria y teológica. Su estructura formal es clara: presentación de los personajes (Lc 1,26-27), aparición del ángel y reacción de la virgen al saludo (Lc 1,28-29), mensaje angélico y pregunta de María (Lc 1,30-34), respuesta del ángel y asentimiento de María (Lc 1,35-38a). 

La entrada del ángel (Lc 1,26a) y su salida de escena (Lc 1,38b) cierran un episodio donde el mensajero divino ha tenido siempre la iniciativa y María ha reaccionado siempre en progresión, con la contemplación silenciosa (Lc 1,29), la pregunta abierta (Lc 1,34) y el más completo asentimiento (Lc 1,38). Tres veces el enviado le descubre a María el proyecto divino; otras tantas ella responde: a una mayor profundización en la oferta del enviado de Dios corresponde un mayor acercamiento en la respuesta de Maria. 

Antes de identificarla por su nombre, el narrador describe su estado; muchacha en edad núbil, María está prometida – concedida ya su mano (Lc 2,5; Mt 1,18) – a un varón del linaje de David (Lc 2,4); María es, pues, presentada como joven mujer que tiene ya como proyecto de vida el matrimonio (Lc 2,5) ; la virginidad a la que aludirá más tarde (Lc 1,34) no será óbice, sino, más bien, el requisito (cf Mt 1,18-24) del proyecto divino. 

María es agraciada antes de llegar a ser madre; el hijo está ya pensado por Dios, antes de poder ser deseado por su madre. Preguntando cómo será posible su maternidad, siendo virgen (Lc 1,34; cf Gn 15,8; Ex 6,12), María subraya el contraste entre lo que le ha sido anunciado y lo que ella es y puede; se le ha anunciado una maternidad que no ve factible. Dios le propone un plan para el que no se siente dispuesta ni capacitada. La virgen concebirá el hijo, que no es fruto de vida matrimonial (Lc 1,35).

No pide María una señal para poder creer; desea una ulterior revelación (Lc 1,34), que, concedida, le exigirá aún mayor fe (Lc 1,35-37) . Cuanto más le desvele Dios sus planes, más necesario le será a María confiarse en Él. La virgen asiente a cuanto ha escuchado y deja que Dios, haciendo su querer, se convierta en su Señor (Lc 1,38). Y el proyecto divino, un hijo impensable, una maternidad imposible, se verifica en el momento en que Dios recibe el consentimiento de su elegido: Dios es engendrado en el vientre de una virgen obediente; poco después, podrá ser proclamada públicamente ‘madre del Señor’ (Lc 1,43). 

El relato no menciona – hay que notarlo – la concepción del hijo, termina declarando la disponibilidad de una virgen a ser madre. Eso es con lo que Dios no contaba todavía; sólo cuando obtuvo su consentimiento, pudo iniciar su plan. Jesús no fue, como cualquier otro hombre, fruto de un encuentro de amor humano, sino de la confianza en Dios de una virgen (cf Lc 1,24), de la obediencia de una sierva a su Señor (Lc 1,38). 

El creyente, como María, no necesita para hacerse con su Dios, para hacer de Dios vida propia, más que de fe: para darle carne y hogar, para, haciéndolo humano, darlo a luz y darlo al mundo, no es preciso milagro mayor que darle confianza y prestarle asentimiento. Con el Dios de María, el siervo es el amo, el criado el señor, la esclava la madre.

Fuente: sdb.org