Maria, mujer de la Iglesia

Mons. Mario Antonio Cargnello, arzobispo de Salta


Maria es la mujer de la Iglesia: Es la madre de los Apóstoles, que los reúne, que se reúne con ellos y que reúne a los fieles de su hijo en torno a los Apóstoles. El lugar de Maria es la Iglesia. Nunca en nombre de la Virgen podríamos dividir a la Iglesia. No es digno de devoción mariana olvidar nuestra pertenencia a la Iglesia. Maria siempre nos reúne en torno a la Iglesia. Así nació la devoción a la Virgen del Milagro. El pueblo vino al Templo, el pueblo se encontró con Maria que nos dirigía hacia la Eucaristía y hoy nos sigue dirigiendo. El pueblo se encontró con que tenia que retomar y redescubrir la imagen del Milagro, que la Iglesia, en la persona de Fray Francisco de Vitoria se la había legado a esta Salta y así lo vivió desde siempre. Maria llega a este pueblo, en este gesto de mujer compasiva que al pie del Sagrario muda de colores. Ella nos hace ser más Iglesia y siempre fue así. Aparte celebremos la Eucaristía, queridos hermanos, ella está con nosotros, con Jesús. Siempre comparte nuestra Eucaristía, aunque este día pareciera que sintiéramos más fuerte su presencia. Al celebrar en este día la memoria de la cruz, recibamos a la Virgen en nuestra casa, en nuestro corazón, y vivamos en la unión con Cristo en el espíritu de Maria que se expresa en el Magnificat, que cantamos respondiendo a la Palabra de Dios. El Magnificat es alabanza, memoria y anticipación escatológica. ‘Mi alma canta la grandeza del Señor’. ‘El Señor ha hecho cosas maravillosas’, ‘Él derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes’. Somos también nosotros hombres de la alabanza, de la memoria y de la escatología. Aprendamos a mirar mas allá de nuestros limites y descubrir la presencia del Señor que nos es traído por Maria. Renovemos la confianza en el Señor que sigue obrando. Alabémoslo con Maria y alabemos a ella, la nueva Ester. Hagamos memoria. En estos días hemos hablado mucho de la memoria cristiana. Cristo es la memoria que recrea la posibilidad de vivir un presente, no desde los fracasos sino desde su palabra. Y anticipemos el cielo, viviendo como hijos de Dios y de María.

Fuente:  aica.org